ANA
...Entonces mi padre me dio una bofetada.
Apenas si hubo tiempo para cruzar excusas, para escupir reproches, luego el
silencio dudoso y espeso, y su cabeza gacha como gesto de un arrepentimiento
que ya no servía de nada, por que el dibujo de su mano en mi piel tampoco
dolía, ni por fuera, ni por dentro, y el calor que devoraba mis tripas era
otro, ese que después he saboreado tantas veces, el de la decepción ingenua, el
darse de bruces con lo esquivo de la realidad, y sentir como de repente la
rebeldía tiene sentido, uno bordado de enormes y blancas alas...y aunque no
quisiera, aunque me resistiese, aquella noche de sábado, de golpe me hice
mayor.
Lo recuerdo ahora, delante de un espejo que
me ha devuelto el guiño de mis trece años, en una mueca pueril que se esconde
traviesa en mi sonrisa, y no sé que me oculta la razón, pero hasta llegar a ese
momento en el que cinco minutos de retraso bastaron para desafiar mi confianza,
todo parecía haber discurrido como siempre...bueno casi...por eso se me
iluminan los ojos con perlas grises, me late el corazón más deprisa y me busco
en una imagen de mujer adulta que aún guarda las ganas y el reposo de esa
época...