ARENA Y SAL
…A mamá le gusta la
playa; a mi hermana también…pero a mí no, como a papá…él prefiere levantarse
temprano para ir al puerto, volver con pescado fresco de la lonja, y desayunar
al mediodía en el patio leyendo el periódico tranquilamente. Todas las noches
me promete que a la mañana siguiente le acompañaré, y me guiña un ojo cómplice
mientras me arropa, y yo pongo cara de creerle aunque sé que mamá, como todo el
mes de agosto y antes de las once, me obligará a ponerme el bañador sin hacerme
la remolona, y a darme prisa rebuscando entre los juguetes que me voy a llevar
para hacer un castillo más grande…claro que papá, como es mayor puede hacer lo
que le dé la gana, y yo no quiero enfadarme con él porque se pone triste…ya no
nos cuenta esas historias de marineros valientes y monstruos gigantes que se
tragan las olas, ni nos lleva de la mano al paseo cuando anochece para saltar a
la luna de espuma…y yo me enfado, y lloro mucho cuando mamá insiste que se nos
hace tarde y papá no dice nada...aunque las tres sabemos que aprieta los
dientes con rabia, y que rompe las esquinas de algunas hojas del periódico por
no levantarse, y sin mirarnos se queda allí, balanceando la pierna cruzada
sobre la otra sin hacer ruido, casi sin respirar...y yo tengo que conformarme
con su silencio para callar mi llanto, y me rindo en mi protesta dando la mano
a mamá, que siempre la tiene fría...entonces mi hermana empieza a hacer
tonterías y me hace reír, y me convence entre gestos de burla y cruce de ojos
que hoy no me dejará sola cuando lleguen los primos, y que seré la primera en
recibir las atenciones de mamá en la ducha...porque me pica la sal y la arena y
me dan ganas de salir corriendo, y mamá, me tiene que buscar debajo de alguna
sombrilla, o meterse otra vez en el agua y sacarme a la fuerza, soltando su
retahíla de regañinas, como dice la abuela, y soltando algún que otro pescozón
que se le escapa...aunque a mí no me importa porque luego, debajo del chorro
dulce que significa el fin del castigo, mamá me acaricia restregándome suave
sus manos por cada rincón de piel por donde se haya podido esconder el último
escozor...pero entonces allí está él, aquel hombre del albornoz azul, sonriendo
con una mueca bobalicona, y pendiente de cualquier movimiento que hace mamá...y
yo quiero marcharme ya cuando se acerca como si nada y empieza a susurrar cosas
al oído de mamá, que sigue a lo suyo, pero también sonríe y se pone
tonta...como sí de repente le diera vergüenza no estar vestida o bien
peinada...y mi hermana se convierte en victima de unas bromas que a mi no me
hacen gracia, aunque a ella le hagan partirse de la risa y así entre carcajadas
y miradas absurdas, yo echo de menos a papá...y pienso en su espera para comer
juntos, sentarme a su lado sin sol y con la ropa seca y escuchar sus frases
parecidas a las de ayer, pero nunca iguales...por que algunas no se lo que
quieren decir, pero es como si tuvieran eco y punta, y se clavaran en el
aire...aunque hay cosas que no entiendo, nadie las explica y mama no
contesta...permanece tranquila y seria, como si estuviera sorda, y solo se
dirige a nosotras para que terminemos el plato sin rechistar...luego mi hermana
y yo nos vamos a la habitación, tenemos que echarnos la siesta, pero yo no
puedo dormir...así es que abro la puerta y escucho por una rendija algún grito
que llega desde la sala, luego una palabra que es pecado y el portazo...y vuelve
el gusano en la tripa al descubrir las lágrimas y los suspiros de mamá otra
vez, ella no soporta que la veamos así, por eso no me acerco, ni la
abrazo, ni siquiera se entera que estoy detrás...como aquellas navidades que yo
estaba enferma y ella creía que estaba en la cama…también hubo gritos, y
palabras que eran pecado y más portazos...por que en invierno, en la casa de la
ciudad, mamá tampoco es feliz...pero no sé si lo intenta, por que a veces por
las tardes después de darnos la merienda, desaparece sin despedirse, atusándose
la alegría en el espejo de la entrada...y es que se pone muy guapa y se pinta
mucho...le preguntamos y nos dice muy contenta que va con las tías a tomar una
limonada, o de compras aunque cuando vuelva no traiga paquetes, ni bolsas, ni
regalos...y papá se pone nervioso, por que deja de fumar su pipa y cierra el
libro que está leyendo para asomarse una y otra vez por la ventana y no estarse
quieto, y mi hermana le dice que tenemos hambre y él se arrasca la cabeza, y
nos mira como si no nos conociera...entonces llega mamá, y papá regresa de su
mundo pero con la frente arrugada y cara de malo...y mamá propone salir los
cuatro a tomar un helado, y papá protesta...y nosotras brincamos y damos palmas
cuando mamá prepara los vestidos de flores y las sandalias blancas...y se va el
gusano de la tripa, y se me olvida la pena de mamá, y las malas pulgas de
papa...y me acuerdo de lo bueno que es el niño Jesús cuando le rezo y le pido
que todo vuelva a ser como antes de esas Navidades tan feas, y que el verano
que viene papá se venga a la playa con nosotras...y que el señor del albornoz
azul se muera...
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