...Y tuve que decirte adiós, el corazón
encogido y las lágrimas ahogando en un nudo seco la garganta, un rastro sordo
de palabras calladas seguido por mudo silencio y los ojos cerrados, borrachos
de vida...fue en ese último abrazo que se me descosió el alma, herida para
siempre de verde y tierra, y siempre a tu vera, me fui marchando...me dejé en
tu piel recia el sabor del aire, en tus manos callosas el murmullo dulce de los
arroyos, y en mi mente un desbocado latido de rabia y propósito, volver cuanto
antes al recodo claro de tus fronteras, al canto melodioso de los ecos de tu
nombre, a la caricia tierna de las voces de tus gentes...y sé que me esperas,
paciente, en eterna quietud, como amante que se entrega a la desnudez de su
vestido de luz, y en un suspiro invisible enamora con la cierta promesa de
seguir allí...luego temblé de emoción, casi sin querer...los valles de tu
calma, tan cómplices de mi melancolía, salían al encuentro del regreso y de mis
pensamientos, mientras mi mente se iba llenando de imágenes de ti, y ese puro
sentir bordando el recuerdo, el machaqueo constante de sangre y nervios en un
vuelco del estómago cuando decidí parar, hacer un alto en el camino y abandonar
al horizonte infinito la mirada de mis pupilas...ya la recogeré otro día
empapada de bruma y rocío, o quizás, perseguirá mi nostalgia a través de
fantasmas perdidos en gris, si acaso el destino juega al escondite de tu mapa
conmigo...y sin vista me fui alejando, mi ansia en un rumor al borde del
precipicio, las ganas frescas soplándome escalofríos en el cogote, aplausos
tristes como testigos de finales rotos...y en este arrebato de terciopelo,
clamor y púrpura, apuro todos los instantes en este mismo momento, las agujas
en alto, los relojes parados y como no, a merced del tiempo y del espacio, que
de antemano vencida, me buscan, me provocan y me pueden, lamentando caprichosos
la dulce insistencia de mi memoria...que rebelde nunca renuncia...
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