Dicen, que bordeando las ruinas del viejo
molino, serpenteaba el rastro desdibujado de un estrecho sendero, que
desembocaba en el recodo oscuro, donde hacía eco el sonido de un cauce vacío...
y allí, al amparo de sombras salvajes y con la incertidumbre trémula de un
camino de tierra cortado, había que cerrar los ojos y dejarse llevar por la
emoción, el vértigo y la osadía...si no, estabas más que perdido...
Cuentan, que jugando al escondite entre
angostos cañaverales y juncos secos, merecía la pena arribar a la otra parte
del río, aparecido de la nada de repente, fugaz y espontáneo, meciéndose entre
el blanco y azul de la fuerza de la corriente, enganchado en las crestas
espumosas, para romper el espacio y el tiempo contra las rocas gigantes, vigías
de aquel paisaje aireado de madera, cielo y verde...
Algunos añaden, que si la noche te cae
encima sin haber atravesado el bosque, puedes sentir en la nuca el calor húmedo
que desprende la respiración ansiosa de alimañas siempre invisibles,
persiguiendo incasables
Y siguen con la narración del crujir de
aquella casona, un aserradero abandonado donde antes casi todos
trabajaban...eran años vivos, de los que se contagió un pueblo adormilado y
perezoso, indiferente y esquivo por su situación privilegiada en un mapa de
naturaleza ideal, alejado entonces de cualquier conato de civilización ajena a
sus propios habitantes y a sus costumbres y reglas...pero con el rumor llegó la
certeza de un entorno majestuoso y rico, y con ella la ambición, el secreto y
la venganza...por eso los más ancianos del lugar insisten...nadie debe subir al
monte, muchas preguntas y ninguna respuesta...y colgando en el pasado los
restos de un misterioso accidente que se llevó por delante el espíritu febril
de una estampa enmarcada en perfecto, para rellenar su hueco gris por dudas,
miedo y muerte...
Y enumeran uno por uno los nombres que se
ahogaron en el agua, parientes y amigos que aún deambulan como fantasmas entre
paredes y esquinas, pasillos y rincones, arrastrando en lo imposible el
resentimiento y la culpa...
Es cuando el más valiente calla y después
del silencio mudo empieza a narrar con detalle...el sol estaba en lo alto y su
manto amarillo cubría de oro el horizonte, las sierras asesinas echaban humo y
los troncos de los árboles mutilados se amontonaban en orden, esperando
incautos el acuchillar de su inocencia, los hombres canturreaban la alegría de
la primavera en flor y preveían el descanso del cercano domingo con una sonrisa
de fiesta, engalanada de vino y baile... aún olía al barniz de las tablas
recién pintadas, a masilla de los cristales nuevos en los ventanales, al
frescor de los remolinos bañando ramas y raíces...de pronto una niebla espesa
envolvió el aire y un viento sin escrúpulos arrancó de cuajo cualquier atisbo
de claridad, por que una invasión de nubes teñidas de negro, empañó el futuro
de penumbra, temor y tiniebla...se pararon en su eternidad las fechas del
calendario, las agujas de los relojes...
Con la voz atravesada en la garganta, nudo de
razón y conciencia, la mirada extraviada y turbia escapándose en una pausa sin
fin y el revuelo de sensaciones latiendo en las tripas, el testigo retoma la
palabra enredado en recuerdos tan imaginarios como reales para atajar los
remordimientos de quien sobrevivió al espanto, del que nunca regresó al
infierno sin salir de allí...
...un estruendo atroz estalló en los
tímpanos, miles de leños apilados en distintas alturas soltaron sus cadenas y
como un batallón estratégicamente organizado avanzaron sin misericordia y
cuartel, aplastando el ánimo, la carne y el grito de quien encontraban a su
paso...las máquinas estallaron en fuego y ruido, las vigas del techo cedieron
al peso del rencor y el remanso
del
torrente, acogió en su abrazo de odio fluvial los cuerpos rotos y heridos de
una nómina elevada a cientos, enterrada en la profundidad opaca del caudal
tranquilo del olvido y la memoria....
Una lágrima de escarcha, vence el gesto
ajado y duro del rostro, moja con parsimonia el pergamino de su piel cuarteada,
y salpica de sal unos labios demasiado finos, intuyo su existencia por el
movimiento de una colilla perenne, cosida al rictus amargo de la melancólica
nostalgia...
Y con las pupilas nubladas de calma y
tristeza, fijas en mi...prosigue el relato de lo sucedido con un poso de
esperanza que alivia la intensidad del momento, para relajar también ganas,
músculos y nervios, y así darle al ocaso sentido y rumbo con dirección al
amanecer...
...No hicimos caso de los avisos, de las
advertencias, de las amenazas, nos creímos los amos, los dueños, señores
absurdos de un universo de plata y serrín...meses y meses sangrando la savia,
extirpando la extirpe vegetal de un paraje fantástico...aniquilando el único
pulmón que nos dejaba respirar su oxigeno, fastidiando el hechizo de las
leyendas, torturando la moraleja de sus cuentos, sacrificando la historia de su
subsistencia...sobra el después de los acontecimientos, las causas, las
consecuencias...la montaña permanece...necios los que se aventuran a tentar la
suerte despistada entre follaje, semillas y espesura para buscar qué...
La sutil interrogación colgada en mi mente
ida, las cabezas quietas pendientes de mi espectral explicación, y mi reflejo
presente solo en el espejo de lo que fui...un rocío infante, con gotas de sudor
helado, lava la cara de la madrugada, las piedras bostezan con sueño el
despertar de las calles, se aproxima la hora de mi partida, aprovechando la
dulce mañana con su caricia y su ronroneo...
Hablan y hablan y continúan hablando...otra vez
he bajado del aserradero en vano, inútil para escuchar los epitafios de tantas
tumbas, aguantar sus quejas y reproches o desahogar en mi transparencia el
lamento tierno de su rito y credo...ni siquiera puedo posar mi mano en su
hombro para acompañar cómplice el rosario de su desgracia...y es que por más
que me miran, en mi soledad, nunca me ven...
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