Llueve.
Y a través del cristal sigue lloviendo. Miro sin ver, aterrada, tanto silencio
húmedo, mis ojos mojados se pierden el hueco oscuro que deja el agua del
tiempo...Debo moverme, salir fuera, pero no puedo...mis pies, invisibles hace
rato, no aparecen, mis manos siempre abstractas, se han desprendido sutilmente
con un gesto imposible, y huyen angustiadas de
mi
lado, ni siquiera encuentro mi voz, quizás en algún cajón, escondida en el eco
de cualquier palabra olvidada...El reloj marca como sin querer una hora que no
entiendo, y se que me esperan...tengo que irme...pero llueve.
El ruido sordo de mi propia existencia se
confunde con el llanto monótono de un cielo que hoy no es azul, y me vuelvo
naufrago a la deriva, en cada gota de lluvia como en la inmensidad de un
océano...Trato de imaginar mi nombre saliendo a nado a su encuentro, pero mi mente
se empapa otra vez, y sólo funciona, a secas, la memoria, el regreso cansino y
aletargado de un pasado que sin embargo, mi alma dibuja muy, muy lejano...
Y después sigue lloviendo. Resbalo en un
charco a la puerta de mis sentidos, y aunque se me antoja que la tormenta
hiriente, ya cesó en mi corazón, el viento frío se lleva sin piedad mi
sentimiento...
Anochece por el borde plateado de una luna
embarrada en impotente, que me devuelve como en un sueño, la estampa rota de
alguien que se va...y distraigo entonces la melancolía, jugando a doble o nada
con la verdad...mientras, disfrazada en una lágrima, se cuela sin avisar la
lluvia, calando por fin mi piel cuando me encuentra ahogando la calma, sola y
perdida...y sin paraguas.
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