Supuesto: Acciones y
estados de ánimo
Algo le ocurre a un personaje
que le genera:
a)Nerviosismo,
desesperación, parálisis, abandono
b)Curiosidad, excitación, peligro, caída
c)Aburrimiento, sorpresa, tragedia, final
feliz
—…la decisión está tomada Eulogio…no puedo
soportar más esta situación…mañana contaré la verdad…
—…pero Gregorio, ayer mismo hablamos del
tema y acordamos que…
—…a las ocho en mi casa…no hace falta que
venga usted antes…
Después Gregorio había colgado sin esperar la respuesta, una replica o
el más mínimo reproche, y Eulogio había sentido como su corazón daba un vuelco
inesperado...quizás por eso estaba nervioso y por que no había dormido bien esa
noche espesa y larga, la llamada de Gregorio le había dejado inquieto y con
cierta preocupación a flor de piel…le entendía, claro que le entendía, pero
había tanta firmeza en sus palabras, analizadas profundamente a posteriori,
como algo secas, muy precipitadas y vulnerables, que no le dio tiempo como
otras veces a intercalar duda alguna que le hiciera replantearse el asunto y su
sentencia...habían sido casi dos meses de constantes visitas y charlas
intentando ayudar a Gregorio en su nueva identidad...los consejos de acudir en
la capital, a un colega suyo y especialista sensible en materia de aspectos tan
delicados, no habían hecho mella en la cabezonería de Gregorio que a toda costa
se empeñaba en enfrentarse a lo inexplicable en la superficie y a su manera, y
eso implicaba desanimo y desasosiego ante cualquier quebranto imprevisto o
inoportuno, pero Eulogio ya sabía de eso...al principio no podía creerse que
Gregorio fuera la hermana gemela de Eulalia físicamente, pero que duro
comprobar que su carácter era un calco de la que él había sido su enamorado
durante tanto tiempo, no en vano Eulogio no había vuelto a amar a ninguna mujer
como a aquella, o eso pensaba hasta estos momentos, en los que rebozada su
memoria en el pasado, un claro de luz con la imagen de Gregorio vestido de dama
frente a él, le hizo perder el equilibrio de su madurez y notarse instantánea
la carne de gallina...mira que si...con el estremecimiento de un escalofrío
honesto y un revuelto en el estomago que le impidió comer, Eulogio trató de
concentrarse en su trabajo, tenía casos que resolver antes de asistir a casa de
Gregorio gastada la tarde...pero un palpito de desesperación aceleró su
latido...quedaba tanto...
Adela ardía en curiosidad. Esa mañana al llegar a la Biblioteca había
encontrado la nota de Gregorio junto al libro de “La Metamorfosis ” de
Kafka que ella misma le había recomendado...y desde que la leyera, una extraña
excitación, cercana al entusiasmo se había instalado en su mente, que no dejaba
de trajinar supuestos. Es verdad que hacía más de un mes que no le veía por
allí, raro, teniendo en cuenta que últimamente le agobiaba bastante con su
presencia continua de infantiles y vanas excusas, pero dio por hecho que se
había cansado, y justamente, con tanto salirle por peteneras a su juego de
seducción pasado de moda...de todas formas, ya había ocurrido otras veces, de
repente desaparecía como si nunca hubiera existido, para sorprender como si tal
cosa, mareando con el relato de una retahíla de acontecimientos, que desde
luego a ella no le importaban un carajo, y el reconcome a cuestas de no haber
avisado por su probable ausencia...pero esto era distinto, lo intuían sus tripas...por
eso al descifrar aquellos garabatos con ínfulas de letras que la invitaban a
una cena especial a las veinte horas en el número 3 de la Calle Mayor , y rogaban entre
signos que más bien parecían incógnitas que por favor no faltara...Adela se ilusionó
con ser la protagonista de una escena de película romántica en la que ella era
el vértice inevitable de un triangulo obligado por las circunstancias...y en
estas estaba cuando un mensaje en el móvil del maestro del pueblo de al lado,
su actual amante, disculpaba sin explicación concreta y fácil pretexto la
asistencia y compañía a la vera de su amada, y precisamente hoy, se la oyó
protestar en alto...desvaneciendo así su fantasía, enredada entre geometría
presumida y ángulos peleones, para volver a la realidad de papel y tinta, y
guardarse el mensaje en el bolsillo con el regusto amargo de un plantón, y el
pulso vital e inquieto de quien entiende de artes imaginativas y del mundo
ficticio de los ensueños y las quimeras...
Hacía una semana que la secretaria del ayuntamiento se había tenido que
marchar del pueblo por motivos familiares y Avelino se aburría...no lo podía
evitar, lo que había empezado siendo sólo una aventura se había convertido y
casi sin querer en su única razón para levantarse, ser y seguir siendo...y
además sin ningún remordimiento cruel, por que se equivocaba quien sospechara
que su esposa Loles era victima del engaño, y se confundían los cuchicheos, que
si bien cada vez clamaban más argumentados, se extraviaban en las costumbres y
el convencionalismo, y carecían de la información autentica y veraz de un
secreto que evidentemente él no iba a descubrir...por cuestiones morales y
ambiciosas y sobre todo presionado por el ala más católico e hipócrita del
partido, le había interesado seguir manteniendo el estatus de hombre casado
para conseguir el puesto de alcalde, aunque hacía más de dos años que la Loles y él habían firmado
los documentos del divorcio, pero un pacto es un pacto, y con dinero de por
medio se cumple sin miramientos...compartían techo, actos oficiales y una
cuenta corriente, pero ni cama, ni presente, ni futuro...sin embargo las
expectativas resultaban decepcionantes y ya se estaba hartando, y la Loles también...sin hijos
que bendijeran el matrimonio estaba obsesionada con viajar de Misiones al
África necesitada y ya le había amenazado con tirar de la manta si no se
inventaba algo...así es qué al despedirse de la secretaria dejó colgando en el
aire del despacho el vacío, con una oportunidad y la consideración de que a su
regreso dejarían de esconderse, y ella había respondido con el silencio
travieso de quien lo estaba buscando y una sonrisa pretenciosamente inocente
que había herido de ternura y amor el alma del Avelino, y aburrimiento al
minuto siguiente cuando ya la echaba de menos...la entrega de un sobre sin
membrete oficial y sin remite, y con su nombre en mayúsculas, le sacó del
letargo...reconoció los trazos irregulares de Gregorio y todavía con el cerebro
en otra parte echó un vistazo a la carta, abrió su agenda y anotó los datos, la
dirección no hacía falta...entonces reaccionó...coño, Gregorio...si lleva un
montón de baja...¿para que demonios querrá que vaya a verle?...
Gregorio había preparado a conciencia el discurso que dentro de un rato
tendría que ofrecer a tres espectadores, uno de ellos más bien cómplice pero no
por ello ajeno a la dificultad que suponía saber utilizar las frases
concienzudas y precisas que se requerían para semejante empresa...y es que
entre suicidarse o alejarse de allí había una línea a menudo imperceptible que
Gregorio cruzaba insistentemente desde hacía unos días...al mirarse en el
espejo una mezcla de reflexión, cavilaciones y sentimiento, se le daban la
vuelta para postrarle en un cambio de humor caprichoso, que lo mismo le daba la
esperanza alegre de un comienzo o el miedo espantoso a un fin...y si había
terminado por aceptar que no había marcha atrás y de algún modo asimilaba su
estrenada condición femenina, no llegaba a vislumbrar más allá de las emociones
que pasaría con los demás...¿como
responderían?...¿comprensión?,¿pena?,¿saldrían corriendo?,¿rechazo?...y se
rebelaba a la resignación de acatar las ordenes del destino...por eso cuando
sonó el timbre a menos cinco, su ensimismamiento despistó el inicio del primer
párrafo y tuvo que echar mano de eso que hubiese preferido evitar...lo
espontáneo...
—...pero Eulalia que sorpresa...tu por
aquí...¿y el capullo de tu hermano?...¿era esto para lo que me has hecho venir
bribón?...¿donde estás?...¿cuanto hacía Eulalia, seis, siete años?...
—...bueno, verás...precisamente de eso
tengo que hablarte...
—...¿qué te pasa Eulalia?...te estás
poniendo blanca...
—...Avelino...no soy Eulalia...soy
Gregorio...
Avelino se tuvo que sentar, gotas de sudor le resbalaban por la frente
despejada en exceso por su incipiente calvicie...se quitó la chaqueta y con los
ojos fijos en las tetas de Gregorio le dio un mareo...
—...la puerta estaba abierta...vaya
Eulalia...¿cuando has vuelto?...ya podías haber avisado a las viejas
amigas...¿qué le ocurre al Avelino?...
Adela había entrado con precaución por si acaso sorprendía a Gregorio en
un renuncio, pero el cuadro que encontró con Avelino tumbado en el sofá y
Eulalia abanicándole no era exactamente lo que esperaba...
—...¿y Gregorio?...¿ha salido a buscar a
don Eulogio?...¿traigo un vaso de agua?...
—...no Adela, gracias...eres muy amable,
pero por favor ponte cómoda en ese sillón tengo que decirte algo...
Gregorio era incapaz de ceñirse al guión que con tanto ahínco había
estudiado, el caos y el descontrol se habían apoderado del ambiente y de su
persona en unos segundos descabellados...y al borde del precipicio, se dejó
caer...
—...pero...¿qué ha pasado aquí?...¿Gregorio
has empezado sin mi?...
—...no Eulogio...no...es qué...
—...¿como qué Gregorio?...pero si esta es
Eulalia...yo creía que Gregorio había ido a llamarle...
—...bueno, yo no se que decirle Adela...
—...escuchen los dos...esto es un poco más
complicado, olvidemos las apariencias...
—...me callo Gregorio...
—...no entiendo Eulalia
—...no soy Eulalia, soy Gregorio...
Don Eulogio se había quedado paralizado, las prisas por llegar puntual,
las ansias de admirar en Gregorio a su Eulalia y la angustia por una posible
repetición de la perdida habían desencadenado un cortocircuito en su sistema
neuronal...de su boca solo salían suspiros y tieso como un garrote permanecía
de pie a instancias de la confesión de Gregorio, que muy digno mantenía el tipo
y aguantaba el tirón con la melena rizada y los labios pintados, una falda de
tubo de los cincuenta y hasta un collar de perlas salvajes con el que se había
tropezado por casualidad en el armario intacto de su madre...
—...ay que me vuelvo a marear...explícate
majo y dame un coñac que debo tener la tensión por los suelos...
—...¿como que eres Gregorio?...esto es una
broma macabra ¿verdad?...Gregorio venga...¿donde estás?...sal ya...
Adela recorrió ofuscada las habitaciones, la cocina y el baño, incluso
inspeccionó el patio y se asomó a los balcones...cuando la calma la dejó
respirar con normalidad la alerta de peligro se dibujó en su cara...
—...esto no se hace a la gente que se
quiere...
...y se lió a puñetazos con un cojín ya de
sobra deformado...
—...por no pegarte a ti...embustero,
embaucador...travestí...
—...cálmate Adela...si me dejáis os
detallaré el...como llamarlo, incidente, suceso...¿tu qué opinas Eulogio?...
Eulogio como un poste mudo no daba crédito a lo que estaba padeciendo en
sus entrañas, experimentaba un calor abrasador que le estaba advirtiendo,
barruntaba el desastre, palpaba en la atmosfera la tragedia...
—...venga macho...si al final resulta que
eres maricón vaya tontería...tanto misterio para esto, y nos recibes vestido de
mujer...
Avelino se incorporó y bebió de la copa que Gregorio le había
ofrecido...parecía recuperado del sincope traicionero...
—...veréis...hace casi dos meses...me
desperté una mañana de miércoles y...
Gregorio no ahorró comas, puntos seguidos, suspensivos ni aparte,
tampoco ocultó sus sensaciones, los desvaríos y los insomnios provocados por su
transformación, mientras observaba detenidamente los rasgos, señales y
movimientos de su publico testigo...Eran más de las doce cuando acabó de
exponer, demostrar e interpretar, su enigma sin solución...
—...¿y ahora?...
—...supongo que me marcharé...
Avelino no dejaba de tragar alcohol como si fuera agua, rojo como un
tomate se había quitado la corbata y desabrochado la camisa...
—...pues antes podías enseñarnos las
bragas, no te jode...venga ya...eso es un cuento chino...uno no cambia de sexo
de la noche a la mañana...
—...que burro eres Avelino...como siempre
el tacto en el culo y el respeto en el ojete...y encima borracho...
Adela extenuada por la lucha consigo misma hizo un esfuerzo sobrehumano
para contestar al alcalde...
—...no hagas caso Gregorio...por qué ¿Qué
hacemos te seguimos llamando Gregorio?...
—...y yo que sé Adela...y yo que sé...
Un
manto de desaliento cubrió rincones, esquinas y huecos del cuarto, desperezando
la intervención del azar al gusto de su sombra...
—...abandono Gregorio...yo tampoco puedo
más...tanto tiempo juntos...no superé lo de tu hermana y tu eres su vivo
retrato...temo cometer una locura si seguimos siendo amigos, hagas lo que
hagas...yo no puedo...para mi eres una mujer y qué mujer...
Con la frustración de los vencidos, y signos abstractos de áspera
derrota, don Eulogio se tiró al abismo del sufrimiento desnudando su anhelo, su
deseo, la pasión que confiaba muerta y en un impulso fugaz dejó escapar una
caricia de terciopelo que solo fue apreciada por otras pupilas, asombradas y
oscuras...
—...me duele el pecho y este brazo se lo
están comiendo las hormigas...
Avelino interrumpió la triste despedida con sus quejas chillonas y de
aroma antiséptico...devolviendo al clima las porciones convenientes de absurdo,
disparate y desatino que presagiaban lo insensato, lo irracional, lo ilógico...
—...¡le está dando un infarto!...
Adela estalló desde el infierno de resentimiento donde había
caído...cabreada, confusa, melancólica...se había hecho un lío con sus propios
pensamientos...
—...¡Dios mío!...Eulogio haz algo, eres
médico...
Eulogio sonrió levemente la insistencia de su...bueno que más daba...y
se puso a la tarea de salvar la salud de otro impresentable que no la
merecía...
Al
cabo de media hora de masajes en los pulmones y las costillas, calcular
inhalaciones y su precisión cronometrada y otros auxilios básicos que don
Eulogio, ágil y raudo, ejercía a la perfección...Avelino masculló un ruido y
entreabrió los parpados...
—...Gregorio prepara la furgoneta...hay que
llevarle al hospital...Adela moja unas toallas por si la fiebre ataca...
Como una familia bien avenida, un equipo minuciosamente
compenetrado...todos se pusieron en marcha...Adela dejó aparcado su ego,
orgulloso y egoísta y Gregorio en su huida hacía delante prescindió de sus
complejos nostálgicos y espantó de un manotazo valiente la añoranza...quizás ya
no tuviera que irse...y es que el roce intimo con el muslo de Eulogio no había
sido accidental, era la consecuencia mágica de aquella mirada suave salpicada
de seda y ganas...
—...mi secretaria...llamen a mi
secretaria...quiero casarme con ella...
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