...Nunca
sabrán desde donde...ellos, él...yo sí...no traías equipaje...aquella
chaqueta...y debajo, debajo calamidad, frustración y frío...mucho frío...el
invierno permanecía pegado a ti aunque el sol quemase...y al alba te gustaba
refugiarte en mi cuerpo...las heladas y la niebla sembraban la tierra con el rocío,
y tu carne tiritaba leve, sumisa al roce de mi amanecer...¿y hoy?...es sudor el
que empapa tu mirada...miedo...el odio existe cuando hay razón...y sonreía...su
cara se transformó en el mapa de la felicidad...pero tu ya lo sabías...no te
costó reconocerle...y la canción...en un pueblo pequeño, ¿qué
esperabas?...todos te dieron la espalda...él no, ni yo...yo sigo aquí sin
pretender, sin querer...curioso destino...huir...has vuelto para huir...yo te
he visto regresar y sucumbir a la tempestad de los reproches...no los de él...pobre...a
los bordes afilados de las suspicacias...¿donde vas a ir?...no tienes camino
que andar...
...No tenías camino que andar...fue por eso
que accediste a una aventura lejos...él no te ofrecía lo que tu necesitabas...y
tu sueño, ese retrato en tu habitación...el mar, un barco...¿quien era ese
hombre que te señalaba?...
apenas habías
cumplido los veinte, pero para alguien con alas tan extendidas, estas cuatro
casas y un cielo tan bajo, resultaban una jaula...él te la forró de oro...y tu
falda corta...y el primer pintalabios...tu pelo es blanco...tienes arrugas en
el cuello y manchas en las manos...aún no es tarde para regresar...tu casa, tu
nombre...al mediodía, los pájaros callaron y el sol se ocultó...él subía al
desván como un autómata, los truenos incluidos en la tradición, amenazaban
ya...buscaba algo en que ocupar el lastimoso sopor que intuía en la
experiencia...el periódico amarillento asaltó su estupidez imprudente...trece días
sin bajar de allí...rodeado de polvo...convertido en uno más de tantos trastos
inútiles...sin comer, sin beber, sin dormir...no sintió...pensaba en ti...
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