...Descubrió
el sol a la vuelta de aquella esquina, es cierto que la luz cegó sus ojos, pero
su piel percibió el contacto tibio de sus dedos...y se quedó parada, así de
repente, los pies pegados al piso y su cuerpo inmóvil, sólo su bolso siguió su
camino, y sus pensamientos que se le fueron cruzando la calle y saltándose el semáforo
en rojo...lo demás vino en punto y aparte al compás de aquel recuerdo, de también
aquellos otros dedos largos y tímidos que recorrieron un día, ya muy lejano en
el otro tiempo, cada rincón de su ser, cuando no hacia falta descubrir el sol,
por que él lo hacía solo rompiendo la oscuridad de golpe, como un martillo que
clavaba la mañana...se abandonó, que iba a hacer si no, meciéndose en el aroma
que aún impregnaba su memoria y se dejó hacer como se dejaba antes, en aquella
playa, en aquella casa, en aquella ciudad...
...Le falló el aliento, y después el pulso,
sus ojos se cerraron a si mismos y su piel se contagió del blanco níveo de otro
invierno...el ruido al caer despistó a la calma, transeúntes anónimos
tropezaban con su nombre pero nadie sabía como ayudarla...entonces las palabras
enfurecieron su dulce silencio y decidió, así, en un segundo, desplegar sus
viejas alas y naufragar...naufragar volando en la conciencia de otras
sensaciones, otras almas, otras vidas...
...No quiso reconocer su forma en la mancha
gris que se hacía cada vez más pequeña, ni derramar lágrimas cómplices de
impotencia, como aquellos ya diminutos personajes que se empeñaban, inútiles y
desesperados, en explicarse que extraña magia les había sorprendido en un reloj
sin hora...una mujer, una calle, el sol que todo lo cubre y una paloma blanca
que busca el mar y que surgió de la nada...
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