…Como cada tarde el último minuto fue eterno…salió disparada
pensando en llegar a casa lo antes posible…el calor era ya insoportable y
prefería no pensar en el rato de espera en la parada del autobús…como cada
tarde buscó a la salida la cara que más deseaba ver, la imagen que pretendía en
su memoria de aquella otra tarde que sí la encontró…luego decía su nombre
bajito para que nadie pensara que estaba loca, pero en realidad si lo estaba…loca
de amor…por ella…la llamaba confiada que algún día tendría que interrumpir su
voz al quebrarsele la mirada en aquellos ojos que, bueno, eran todo…dejó que
vagara su mente lenta pero efectiva por los momentos, cada vez más intensos,
que sabía de sobra le sentaban bien a su ego, y caminó sin pausa, con prisa por
el atajo de los cisnes…el lago olía a humedad sudada y en la sombra de los
árboles las crías pequeñas dormitaban sus plumas bajo la vigilancia de sus
mayores, dos aves imponentes por su aspecto oscuro y elegante…entonces oyó su
nombre…se quedó parada de súbito con el corazón en la garganta…se volvió con la
esperanza cierta de reconocer el tono suave y concreto de ella…pero no había
nadie…gastó la mirada escrutar escondrijos y sombras, pero nada…y de repente
otra vez su nombre…sonrió segura en el fin de lo que supuso una broma que ya
cansaba…a ella le gustaba hacerlo…entonces delante de sus posibles pasos,
impidiendo su avance, aquel cisne blanco la desafiaba humanamente con gesto
amable…¡Dios mio esto es imposible!...el calor debe haberme afectado…el cisne
repetía su nombre y un discurso incomprensible a los oídos asombrados de quien
creyó estar soñando un sueño…consiguió calmarse un minuto después que la luz de
nieve de aquel pajarraco la invitara a seguirlo…empezó a andar vacilante y
perezosa…no podía ser…el cisne se adentraba en el lado quieto, y ella detrás…se
mojó los zapatos, los pantalones, y ya con el agua en la cintura, el cisne se
volvió con la vista perdida, cuando encontró la suya, naufragó en aquel iris
que conocía de memoria, el del mar de ella…asustada y trémula…miedo…sorpresa…luego
el pico fue su boca de miel, y las alas se extendieron en los cálidos abrazos
que la apretaban contra el pecho de su amada…cerró los parpados convencida de
querer ahogarse así, enamorada y llena de ternura…una mano sacudió violenta su
hombro…otra vez aquel último segundo se le había atragantado, otra vez la
ilusión de vencer la impotencia le había gastado una mala pasada, otra vez
recorrer el asfalto en busca de aquel cisne blanco…
Hace calor…los sentidos se derriten
lentamente, la memoria naufraga en gotas de sudor que inundan el olvido, mi
cuerpo lánguido y ausente flota en un aire rojo, de fuego…con los ojos sellados
en pasta de lágrimas, dudo entre que imágenes dormitar, entre que nombres
recatar la esperanza perdida, o que otras emociones me despertarán después…si
despierto…la única mota de ilusión, el susurro de tu nombre, que se me escapa
una y otra vez entre mis labios, que arden inútiles en la hoguera de tu ausencia…hace
calor…llueve espejismos de cristal liquido, y ya no hay respiración, ni
movimiento, ni pulso…ni locura ni razón que lata en mi alma, asfixiada por el
sopor inmundo de un verano imposible…y es que hace calor…las horas cansan los
relojes sin tiempo, los pasos confunden los caminos sin espacio y la distancia,
es el horizonte que anuncia el otoño…el que añora mi espera, mi ser…las hojas
caídas de agosto que bañan el mar de tu vida…que mutilan las olas de mi muerte…
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