Lola deja que
su gata ronronee a su alrededor mientras lee...le gusta sentir la suavidad de
su pelo tricolor, y la calidez lanosa de su presencia...Nevasca maúlla y Lola
levanta la vista de aquel mamotreto que le aburre soberanamente: “...Según
el análisis transaccional, una caricia es cualquier tipo de manifestación de
una persona, ya sea verbal o no verbal, que implique el darse cuenta de la
existencia de otra. Son formas de reconocimiento de los demás y son vitales
para sobrevivir y vivir, tanto física como psicológicamente, si son insuficientes
en cantidad o calidad, pueden surgir trastornos graves...“,
por un momento entorna los ojos y su
concentración se transporta en alas de la memoria...Artemisa contempló
impaciente su regalo a Mausolo, rey
de Caria, el hombre al que amaba y al que ahora, aún después de su muerte, se
empeña en demostrarle respeto y veneración eternos, con ese sepulcro
monumental, que sin que ella intuyera, llevaría por siempre su nombre...Lola
piensa otra vez en Juan, un nudo en el estomago matiza el recuerdo, respeto
cada instante, veneración un día a la semana, el lunes, cuando se
conocieron...Nevasca, presintiendo el frío, busca su regazo para acurrucarse,
una corriente de aire espontáneo ha cerrado una ventana de golpe, y el libro,
nuevo ser viviente, se escurre de las manos de Lola, que sin darse cuenta esta
tiritando...en su mente, intenta taparse con el edredón de rayas naranja que
cuelga alegre del respaldo del sofá pero...qué
deprisa sucedió todo...la propuesta, la decisión, el proyecto, la preparación
del viaje...el hielo se instala en su interior y los escalofríos corren libres
por su cuerpo...el pijama parece papel de fumar cubriendo su piel temblorosa, y
los pies descalzos se encogen como el latido de su corazón, con esa sensación
fugaz y extraña que ha rozado los caracoles amarillos de su cabello...Numa,
segundo rey de Roma, sucesor de Rómulo, le erigió un templo y altares...Juan se
lo había contado tantas veces...
la fidelidad se da a conocer por la
llave que porta, el vestido blanco impoluto, y el perro que permanece a su lado
y quieto...esta tan enamorada que no se hace a la idea de no esperarle, en
casa, en un restaurante, en el aeropuerto, “...la sombra
es uno de los arquetipos principales de lo inconsciente colectivo, según la
psicología de Jung...sombra designa al aspecto inconsciente de la
personalidad...está constituida por el conjunto de las frustraciones,
experiencias vergonzosas, dolorosas, temores...”; aquel
domingo, hace casi tres meses, Lola le esperaba ilusionada y nerviosa como una
chiquilla...Juan nunca regresó de su sueño arqueológico, de su idilio con la
historia...su nombre sin contenido como un número sin valor, se quedó
suspendido en una fecha del calendario...macabra, maldita, mortal...el espanto
inunda las lágrimas de Lola, sumisa a la melancolía que enreda y revuelve,
abandonada a la nostalgia triste...
Nevasca, sin explicaciones, salta de
su confortable refugio para huir despavorida por el pasillo...Lola se
sobresalta con el portazo...un lazo de ausencia invisible se desata de sus tobillos
y sus muñecas al afán ansioso de levantarse...camina confusa...reflejos de
rencor y reproches salpican sus huellas, ni siquiera hubo un último encuentro
que vaciara la incertidumbre, los relojes, el pasado, ni un último adiós con
beso para arropar con verdad silenciosa la angustia del alma...el remordimiento
se estrella a un paso del despacho de Juan...no ha entrado desde entonces...la
soledad repentina, como sabor amargo que empaña el aliento fresco, disfraza su
razón de duelo necesario, y aunque en su rebelde naturaleza, cabe ese osar
contra el destino, ni puede, ni ha querido franquear las ya inútiles fronteras
de ese, el todavía mundo imposible de Juan...Lola es consciente al forzar el
picaporte que él no va a volver, ni la ocasión perdida de hablar la tarde
anterior al accidente por teléfono...se había tenido que marchar de la consulta
por una emergencia y un mensaje en el contestador no era suficiente para
arrancar la culpa...unos minutos, tan solo unos minutos y hubiera escuchado su
voz, grave, armónica, quizás susurrándole palabras con formas cariñosas
empapadas del capricho de sin embargo en la distancia, tenerse...traspasa la
línea y la oscuridad...poco a poco sus pupilas se acostumbran a la penumbra de
los rincones, las tinieblas de las circunstancias más absurdas se han apoderado
de la habitación y una punzada en el echarle de menos le obliga a encender la
luz...Nevasca se esconde convertida en bola perfecta en su cojín...el mensaje
grabado en el contestador repiquetea en su sien...”...he
pensado mucho en lo que hablamos, aceptar el puesto de profesor, formar una
familia...tengo muchas ganas de verte...falta menos para mañana y...”,
pausa, pitido, pitido, pausa...las cosas de Juan están tal como las dejó, el
desorden de su mesa de estudio le hace sonreír...observa las estanterías
repletas de tomos antiguos, carpetas, apuntes...las paredes con fotografías de
excavaciones, trabajos, murales...a Lola le llama la atención uno enorme sobre
los quimeras, una obsesión en la que Juan creía convencido...los llamaban los
tiburones fantasmas, peces mitológicos que habitaban en mares templados a gran
profundidad...en un aparador de madera negra, un compacto antiguo custodia
entre sus altavoces los discos preferidos de Juan, Lola se acerca para ponerlo
en marcha...su carne percibe clara la brisa que la ha tocado y se le eriza el
vello...la música y los estribillos argentinos de Tormenta invaden el ambiente con ritmo lento, con letras que se le clavan
como sentencias...como escuecen las heridas del animo...gira para salir, no
aguanta el eco hueco del llanto impotente....no se fía de las trampas
misteriosas de su imaginación, pero algo le hace detenerse y dudar...un olor
dulzón marea su entendimiento...”el amor es un árbol pequeño de la
familia de las Malváceas, de ramos cubiertos de borra fina, hojas acorazonadas,
angulosas y con cinco lóbulos, pedúnculos casi tan largos como la hoja, y flor
cuya corola es blanca por la mañana, algo encarnada al mediodía y rosada por la
tarde...”, apenas perceptible detrás de un caótico montón de
trastos apilados, la maceta asoma con su planta recién regada...Lola conjura a
la locura de sus visiones y parpadea sin moverse, buscando en la intensidad de
su voluntad el significado de aquellas gotas de agua que rocían el tiesto...entonces
vuelve a notar un soplo de espacio...como un abrazo volátil de deseo tierno,
como una pasión delicada, entrañable y acogedora en su propia sensibilidad,
como una conexión secreta e intima entre emociones sinceras...un segundo, diez
minutos, una hora...Lola no sabe cuanto tiempo ha estado allí, tampoco le
importa, tiene los músculos relajados y la conciencia tranquila, nadie canta y
la luna insiste en adornar la noche...Nevasca acude al lío de sus piernas y se
restriega egoísta...una ráfaga de viento rezagado, se lleva por las esquinas el
único suspiro resentido que le queda a su garganta...entonces Lola, aferra a
Nevasca contra su pecho, deja la puerta del infinito posible de Juan, abierta
de par en par, y retorna, el gesto en
paz contra el olvido y la esencia en calma, al tedioso suplicio de su
lectura: “...Según
el análisis transaccional, una caricia es cualquier tipo de manifestación de
una persona...”
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