Supuesto: ELEMENTOS A B C
Fecha 02/08/75 03/07/56 14/09/92
Lugar de Madrid Gran Vía Cava Alta Plaza Castilla
Árbol Abeto Olmo Olivo
Adverbio "mente" Intencionado Simple Dulce
Prenda de vestir Bufanda Medias seda Gorra rapero
Nombre masculino Jacinto Miguel Pablo
Nombre femenino Adriana Cordelia Carmen
INICIOS
a)
Me quedé mirando fijamente la
ventana y…
b) Hay
veces que sumas dos más dos y nunca son cuatro
c)
Ella pensó; Él pensó. Silencio,
risas y chocolate.
Me quedé mirando
fijamente la ventana y…escapé del presente. Pero es ahora, al ponerse el sol,
en alas de un viento quieto y hacía un horizonte inmóvil, cuando mi mente se
entrega a la aventura de una página en blanco… sé que probablemente los cuentos
vendrán de la mano de cualquier historia, cargando en sus palabras anchas,
sacos de letras infinitas y eternas, para después, jugar a los dados de la
inspiración, y dejarse llevar al azar por un río de tinta…entonces, recorreré con
el alma un universo espontáneo rico en esquinas y rincones, y encontraré el
tesoro escondido en el secreto de un corazón enamorado, en el misterio de un
crimen oculto o en la razón loca de una fecha de almanaque…y cautivo en mi
imaginación el destino fugaz con forma de memoria, un recuerdo olvidado
convertido en futuro escrito, para efímeramente compartir entre líneas, puntos
y comas, princesas con medias de seda,
un asesinato, y el 3 de Julio de 1956,
otro martes…doña Cordelia me deja
entrar por la puerta de atrás a su particular mundo de oropeles, espejos y
putas…me da unas cuantas monedas a la semana por algunos recados y cambiar el
agua sucia de los cubos en las alcobas…por el día soy aprendiz de zapatero en
el taller de abajo, los domingos limpio botas en las calle de los cines, y al
caer la tarde y sin horario, siempre acabo en el prostíbulo…
…Fui por primera vez
una noche de febrero cuando Miguel,
mi hermano mayor, me dijo que me regalaba su colección de cromos y
canicas, si le acompañaba a un sitio en la
Cava Alta y no se lo
contaba a nadie…sólo tuve que ver el recibimiento que le hicieron, para
comprender algunas de las broncas con las que mi madre desahogaba su
desesperación, empeñada en echar sapos y culebras por su boca, contra los
parcos argumentos con los que Miguel se defendía de las acusaciones de
sinvergüenza y pendenciero…mi madre limpiaba escaleras de portar en portal, no
conocí a mi padre, murió de una borrachera mal meada al salir de la cantina,
cuando ella estaba sola la fiesta de Reyes con Miguel de seis años, harta de
espera y dolores y a punto de parir…poco le quedó de paga y menos de ahorros
que se los llevó un entierro cristiano y
digno por el que dirán y el usurero de turno del Monte de Piedad que a cambio
del escaso valor de tres joyas le hizo sudar honra, saliva y sal…pero Miguel
pronto despuntó en sus maneras de pillo y el poco dinero que aportaba en casa
era el resultado de algún chanchullo que mi madre no aceptaba…así es que nos
resignamos a la miseria y a las necesidades como a los ecos de una posguerra
que bien es cierto empezaba a remitir a favor de algún claro en convivencia y
progreso…de hecho la ciudad se iba llenando de gente buscando trabajo y
oportunidad y ciertos negocios prosperaban por una mezcla de suerte, inercia y
censo…
Las mujeres que yo
conocía, recién cumplidos los catorce, no eran así, en aquel salón de
dimensiones teatrales con puesta en escena de cortinas y adornos excesivos y
recargados…se desarrollaba el fantástico espectáculo de la hombría y lo prohibido…en
el foso de la orquesta, la tentación, directora y madame del vicio, con gesto y
sonrisa de maquillaje, y al fondo en el patio de butacas, la seducción y el
pecado, como virtudes disfrazadas de clientes con el deseo y los billetes
verdes en el bolsillo…una docena de chicas, inquietas unas por falta de
costumbre, confiadas otras por haber abandonado el lado oscuro de la calle,
aguardaban, todas amaestradas en el arte del sexo y la discreción, que se
levantase el telón para salir al escenario…
Pero Miguel jamás
pagaba entrada, abonado a un palco fijo en la número quince, era dueño de sus
juergas, asuntos más o menos sucios y su tiempo…un bribón guapo y simpático que
supo ganarse respeto y hueco entre las paredes del burdel, la paciencia y el
cariño de doña Cordelia y el cuerpo de sus pupilas…
Aquel martes de
invierno, Miguel había quedado con un antiguo estraperlista que ahora dirigía
una banda dedicada al contrabando de documentos, medicinas y objetos
robados…supongo que pensó que llevándome con él le daría a la entrevista cierto
aire de responsabilidad y rebajaría el peligro a la altura de mi inocencia…Al
principio la charla era densa y aburrida, yo no entendía nada…cuando los
alientos supuraban alcohol, complicidad y carcajadas, cierta relajación
contagió el ambiente y pude escabullirme por aquel laberinto de pasillos
estrechos, escaleras difíciles y estancias dominadas por la intriga de sus
habitantes…los gritos y golpes de una pelea, interrumpieron mi paseo por
recibidores y habitaciones…Miguel había desaparecido, dejando en el suelo un
reguero de sangre y a doña Cordelia, una deuda, que como dama curtida en mil
batallas de supervivencia había desarrollado una intuición lista y sagaz y que
me hizo pagar a mi, secuestrando mi testimonio a sus tejemanejes y engatusando
mi despertar al placer y los sentimientos con el uso y disfrute de
conversaciones y mirillas…y dado que doña Cordelia había observado como
invisible a los ojos de meretrices y visitantes me deslizaba como una sombra,
supo también muy bien utilizar esa peculiaridad en beneficio propio para
prevenir rebeldías, fugas, y algún que otro mamporro como pago presumido o
cosas peores de esas de las que los cobardes confunden con ser hombres…
Y fueron pasando los
meses, de Miguel ni pío…mi madre lloraba sin lágrimas el silencio de su
ausencia y yo me fui convenciendo de que no estaban tan mal las circunstancias,
hasta que aquella mañana de mayo, doña Cordelia recibió una postal sin saludos,
ni despedidas, un paisaje con mar, y una frase de agradecimiento con
advertencia, que la puso de mal humor y alborotó sus nervios…su semblante
alegre y vivaracho se tornó en ojeroso y melancólico…nadie comprendió el suceso
y sus consecuencias, su discurso inteligente cayó en el vacío y su figura
altiva y orgullosa en una caricatura de si misma…Encerrada en su despacho la
sorprendió el miedo y el calor…apenas si me dirigía un leve aspaviento al
cruzarse conmigo en vez de gruñir o darme ordenes…su soberbia y poder dejaron
de ser osados para ser los más temidos…
Aquel otro martes del
relato, ese 3 de julio del 56…pasada la medianoche sentí un escalofrío, retrasé
mi marcha y me dejé guiar por la identidad fantasmal de mi presencia, el cuarto
de Miguel estaba ocupado…valiente, miré por la cerradura, a fin de cuentas ese
era el fin de un propósito y mi cometido, el estomago me dio un vuelco…doña
Cordelia yacía en cueros, al amparo de las embestidas de un traje masculino que
no reconocí hasta que con cuchillo en mano, sin dudas y sin clemencia, levantó
el brazo para asestar la puñalada mortal…
Doña Cordelia no
recibía invitados, como le gustaba nombrar a los que se dejaban caer por
allí…de edad incalculable, las malas lenguas la situaban en los cincuenta, las
envidiosas la tildaban de vieja y arrugada y las que eran beneficiadas con sus
favores la dejaban en la frontera entre los treinta y los cuarenta…a mi no me
importaba, me parecía la más hermosa…a menudo me sorprendió espiándola incluso
en la más intima y desnuda soledad, pero callada se limitaba a rozar sus labios
suavemente con el dedo índice exigiéndome el compromiso de mis colores en la
mejilla y el bulto de la entrepierna, así es que aprendí de lealtades a fuerza
de sentir como el pulso se me aceleraba al pensar en ella y como los latidos de
mi pecho amenazaban con estallar, si cruzaba el guiño de su mirada…
…Así es que no tuve
mucho que decidir, franqueé la entrada como un toro de furia embistiendo a
Miguel, que aturdido por tanto ímpetu no pudo reaccionar, ni tampoco quiso al
impulso celoso y caótico de los puñetazos, ni al afán inconsciente de querer
seguir pegándolo cuando ya estaba casi muerto…
Entre los brazos
maternales de doña Cordelia desahogué mi ira, me acunó en su regazo con la nana
inventada del merecimiento justo, era un canalla, una sanguijuela…huí de la
finca comprado con parte del dinero por el que los dos habían llegado al limite
del odio, y grabada en mi conciencia a fuego remordido, con una profunda
herida, la idea de una quimera falsa, un sueño de engaño que reventó de
mentiras cuando doña Cordelia se hizo cargo de todo sin verdad, sin testigos,
sin la guardia civil, e iluso iba comprendiendo sus ambiciosas artimañas, aun a
costa de crear en mi, un asesino…
Cada uno a su manera,
los dos fuimos victimas de una trampa, y mi madre subió al cielo ignorando que
Miguel aunque para reclamar lo que era suyo, sí había vuelto…
Me quedo mirando
fijamente la ventana y…escapo del pasado. Amanecía, al borde del abismo
penitente, tan cercano que lo mismo nombraba como repudiaba, simplemente presté mi pluma trémula al
vestigio, enredado entre la tierra y las raíces de una pobre herencia, una
confesión, y aquellas marcas que nunca cicatrizan, en equilibrio imposible, una
pirueta perfecta de armonía desde el espanto, la nostalgia y cualquier martes
perdido en el calendario…
Y es que desde
aquella madrugada, cargo con el peso tortuoso del suplicio, y arrastro los
pasos cansados de mi culpa, que encerré con mi vida en esta celda, en el
monasterio más apartado, desde donde contemplo el imponente olmo, tan solitario como yo, y que custodia los restos, juntos
y unidos, como último homenaje de tristeza y arrepentimiento, a mis seres, que
ojala escuchen esta humilde oración, más queridos y amados…
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