Supuesto: Tres, cinco, siete horas marcadas, fechadas y mencionadas.
En ese tiempo:
- Tomar una decisión o no
(duda)
- Hacer algo o no (indecisión)
- Espacio del reproche
- Anunciar algo al personaje,
no se lo cree y poco a poco se va
cumpliendo
…Otro domingo a esta
misma hora, hubiese deseado que se parara el tiempo, hoy, a las tres y un
minuto parece que los relojes no andan… engreídos y ensimismados en su propia
precisión y en la eternidad del instante, se emborrachan de calma a la espera
del cortejo nupcial entre aguja y segundero, mientras mis ojos, cansados de
mirar el cristal, se pierden en el ansia de los pensamientos rápidos, los
recuerdos que dañan, y la necesidad de coger aire para llenar los pulmones y
poder respirar…
Entorno los parpados
a las tres y siete de hace veinticinco años…cuando mi hija recién nacida
lloraba con la fuerza derrochadora de querer vivir, y yo me desangraba en
lágrimas con su nombre, bastó la emoción del momento para sedar el dolor, pero
de alguna forma, adherido a mi ser, persiste, por que la memoria consciente o
inconsciente, superficial o profunda, todo lo guarda…
A las tres y doce no
aguanto más, ni el horizonte opaco de una pared blanca, ni esta silla de
tortura que condena los ánimos, me levanto y huyo de esta sala de desespere con
el estomago mordido por los nervios y la rabia colgando…el pasillo es
interminable como el espacio hueco que recorre un minuto en su circulo de
perfección…las tres y trece…ahora, unos pisos más arriba, curvado su cuerpo en
un interrogante abierto, como el final de la historia…como la duda…es ella y su
compromiso quienes tienen la palabra, y sé, que desde su sueño provocado, aún
malherida la esperanza en su cerebro durmiente, luchará hasta el infinito por
el latido de los dos…
Pero me carcome la
conciencia este sentirme mártir que me hace egoísta e injusta, y regreso con
los demás a las tres y veinticuatro…el hecho de haberla parido no me da ningún
privilegio aparte de sentirla…y decido sonreír a la suerte que me acerca a su
padre, compungido y triste, reducido a un guiñapo en un rincón, la expresión de
su cara despertando otra vez la sirena que anuncia al vértigo indeciso, al
picor de la incertidumbre…
… ¿Qué hacer? ¿Adonde
acudir?...en la esquina contraria como en un combate de golpes sordos, el otro
púgil de la contienda, mi yerno, está igual de derrotado, sus gestos tan
asustados y contraídos a las tres y treinta y siete como su voz al llamarnos
por teléfono al mediodía, con la urgencia y el pánico contagiando el bocado en
la boca…
Nunca me cayó
demasiado bien su aspecto desenfadado, no comprendía que mi hija hubiese perdido la cabeza por un niño grande
con ciertos aires prepotentes y sabidillos, y que me ponían los pelos de punta al
intentar encajar en una relación seria, de esas que ya no abundan, pero que
exigen sacrificios y responsabilidades…enamorado hasta las zancas fue al irse a
vivir juntos que me sorprendió con su entrega y dedicación…y al mirarle a las
tres y cincuenta, tan indefenso, tan desvalido, tengo que reconocer su esfuerzo
por convencerme y que en estas difíciles circunstancias sí que ha estado a la
altura requerida y merece mi respeto y cariño…pero apenas puedo demostrárselo
con una leve carantoña, sucumbir al sentimentalismo sería un error fatal, nos
arrastraría a los tres al espanto de la lástima donde nos convertiríamos en
victimas ejemplares de llanto y pena, en vez de lo que hay que hacer, remontar
contracorriente la preocupación y el miedo como reclamo y deuda del cronometro
al marcar el doce como punto exacto…y vuelvo a mi particular silencio con el
corazón empeñado en encogerse y el alma remando entre oraciones inútiles, hasta
que mi vista sale al encuentro de una enfermera y un médico…son las cuatro y
ocho…con el pulso estallando en mis venas, asisto a la lucha muda de los egos
masculinos, con el músculo y el coraje crucificados al triunfo en una mueca
sumisa y que como premio de consolación escuchan sólo una frase, la misma que
yo…una cesárea complicada, el bebé muy prematuro pero fuera de peligro, la
madre, es pronto, habrá que esperar…el mundo se rompe a mis pies como el
sentido de las horas…esperar…esperar…¿y después?...
Esperé que cumpliera
un mes, que el color de su iris se definiese, el primer papá y el primer
diente, andar a gatas y sujetarse sola hasta dar un paso…la guardería, el
colegio, los compañeros, reconocerse patito feo en el espejo de los demás,
crecer con sus hormonas y los amigos, el instituto, el primer novio, la primera
decepción…
A las cuatro y media
he rellenado en mi mente el álbum completo de su infancia…aíslo a los otros de
mi ayer y con el disco duro del pasado a medias reinicio el sistema de
rememorar en sesión continua desde su adolescencia hasta la universidad, el
primer trabajo y…
Son las cinco menos
veinte, por los altavoces nos avisan que podemos subir a la planta de
neonatos…una mezcla de excitación, entusiasmo y alegría invade el pesimismo que
se había instalado sin autorización previa desde la piel a los huesos y aunque
no combina demasiado con la resignación y el remordimiento por la ausencia de
mi hija…abandonamos
fugazmente el santo suplicio de la paciencia y la confianza
sin creer, sin tener fe…
Tengo delante a mi
nieta y faltan cinco para las cinco…como en un escaparate de lujo, las
incubadoras ofrecen el tesoro de su contenido envuelto como el mejor regalo, a
familias que como la nuestra repiten incansables el ritual de sonrisas de oreja
a oreja y sollozos sensibles…pero no me atrevo a batirme en duelo con el destino,
mientras contemplo, la baba tatuada en el labio, kilo y medio de ternura
exigiendo valiente y dulce su futuro…
El rato se me va sin
darme cuenta…ha sido breve el encuentro, como la ilusión que adorna mi cara al
cruzarme con el reflejo de mi imagen, y me paro para observar detenidamente
como se distorsiona desgastada, como se desdibuja con el sufrimiento y hasta la
esencia de simplemente existir traspasa la frontera de la madurez para
identificarse en las manchas y arrugas de lo físico…
Cada uno por su lado,
nos reunimos a las cinco y once en el centro del presente, rodeados de una
atmosfera fría e impersonal los cuadros se tuercen en su despiste y los
sillones juegan a ocultar los rostros en su anonimato…algún que otro detalle
confunde el ambiente cargándolo de angustia…una conversación en susurros, el
ruido de unos tacones, una ventana al cerrarse, devuelve algo de normalidad a
este universo callado de preguntas sin respuesta, lamentos cómplices y cafés de
máquina…
En este dejarse ir
diferente, tartamudean los apellidos como metralletas…desconecto el
entendimiento para evitar, a las cinco y veintitrés, que el pulso tiemble
desquiciando mi razón…y como un castigo sin culpa, enumero, haciendo un
irremediable ejercicio de supervivencia, anécdotas y sucesos con una única
protagonista…las recurridas vacaciones en la playa, el consecuente viaje de fin
de curso, una fiesta de pijamas muy especial, aquella borrachera con coma
etílico incluido, la transformación en cisne, el tabaco y su pasión por las
compras, un Erasmus en…
Se interrumpe mi
verborrea en el cerebro con el sonido y la armonía del anuncio más hermoso…de
repente y de refilón, son las cinco y treinta y seis…caminamos en trío,
descoordinados y cada uno en lo suyo…buscamos la habitación 612…dirigida por el
afán de una cita con lo más importante, se paralizan mis miembros al abrir la
puerta…las seis menos cuarto…y ahí está, esposa e hija, una mujer enredada a
tubos, sabanas, cables y objeto de vigilancia de un aparato con cámara que
graba y mide suspiro a suspiro, las ganas de su aliento…
Indiscreta y sin
protocolos, acaricio su mano, empapo sus mejillas con las mías, le hablo al oído de sentimientos y
sensaciones…confirman a mi insistencia el éxito de la operación, aunque retumba
un ser precavidos que se tambalea como idea vacilona que perpleja se da a la
fuga…por que vence el deseo de abrazar a mi marido, a mi yerno…que sonríen
raros, distintos, y en una tibia felicidad, se adelanta el mañana a otras
cuestiones como la recuperación, el reposo, el peso de la niña y se me escapa
la carcajada tensa, cuando por fin a las seis y uno desde sus pupilas
entornadas murmura madre, y llora con la fuerza derrochadora de querer vivir…
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