Supuesto: Dos
espacios claros, concretos y distintos. Estados de animo contrarios y
contrapuestos. El personaje va
a caballo de uno y otro.
Supe la hora exacta
al coger las llaves...Marilyn Monroe guiñaba un ojo y me sonreía a las diez y
diez desde su altar eterno de reloj de pared…llegué cansada, pero con ganas y ánimos
suficientes como para preparar las cenas que faltaban, contar el cuento a la
pequeña, discutir con la mediana y dedicar algo de atención a las quejas de mi
marido, desesperado como todos los lunes por tener que afrontar a solas,
meriendas, deberes, baños, y mantener un orden que a priori ya no existía…
El cuarto de estar
era un desastre y la cocina, manga por hombro, me rogaba que urgentemente como
mínimo sacara la basura…así es que con el traje de faena y cargada con enormes
bolsas de plástico negro y opaco, que
casi me hicieron perder el equilibrio por las escaleras, salí del portal y
bordeé por la acera del parking hasta la estrecha puerta que daba acceso
peatonal a la urbanización, y entonces…frente a las rejas correderas que
dejaban entrar a los vehículos a buscar un aparcamiento escaso de por sí, el
coche que hacía apenas una hora me había traído de clase, se encontraba con las
luces encendidas y el motor en marcha, en el mismo sitio, que por costumbre
ocupaba, mientras mis compañeras y yo charlábamos y nos despedíamos…
Me quedé parada en
seco, con la confusión y la duda adueñándose de mi mente...el modelo y marca,
el color plateado, la matricula...incluso las ocupantes y los detalles de
alrededor, parecían una copia idéntica de la estampa y escena que se había
desarrollado hacía un rato, conmigo como una de las protagonistas y que ahora
delante de mis narices se repetía, pero conmigo como simple espectadora...es
verdad que no llegaba a definir muy bien ni los rasgos del rostro, ni otras características
de esas tres personas que también como nosotras lo habíamos hecho, conversaban
gesticulando con el ímpetu acelerado y somero de quien luego se saluda para
volver a verse al día siguiente...
Desde hacía más de un
mes, la primera jornada laboral de la semana y debido a un obsoleto programa
informático, debíamos compartirla al finalizar, con dos horas de un aburrido y
soporífero curso de Métodos y Procedimientos Estructurales, que un profesor al
que apenas entendíamos y pagado por la empresa, nos impartía, tan desmotivado y
fastidiado como los demás a quienes se nos alteraba la rutina sin tenernos en
cuenta y con la necesidad indecisa y titubeando...por que aunque era cierto que
la organización del Departamento de Archivos de la editorial donde trabajaba
era caótica y dejaba bastante que desear, hubiera bastado con una más barata y
práctica inversión en ordenadores nuevos y un cambio en la administración y
gestión de tiempos, modos y formas de la dirección, más empeñada en conservar
el estilo arcaico y rancio del control agobiante y para cada cosa doblar
esfuerzos, que en subsanar y modernizar los errores y la inutilidad de sus
añejos recursos y medios...
Pero enganchados al
asombro y la perplejidad se quedaron mis pupilas cuando como si de una limusina
se tratara, con el porte elegante de unos zapatos de tacón que yo no reconocía
y un vestido con corte de pret a porter, que nunca había colgado de ninguna de
mis perchas, una mujer con mi cara y peinada con mi cabello, salía del asiento
de atrás como una estrella de cine, tan igual y tan distinta que la cadencia de
sus pasos podrían haber sido mis toscos andares si no fuera por la gracia y el
garbo que imprimía a los contoneos y las huellas que iba dejando...
Sin saber que hacer
ante aquella contemplación divina en la que mi gemela pasaba de largo sin ni
siquiera mirarme, dejé los bultos en el suelo sin importarme el mosqueo de los
testigos y decidí seguirla...el camino que llevaba conducía preciso y directo a
mi casa, un piso de noventa metros cuadrados construido en los ochenta y qué
suplicaba por una reforma...colocada detrás de ella como su sombra invisible,
la vi revolver en el bolso de famosa etiqueta, tanteando un indiscreto llavero
dorado con la inicial de mi nombre y con incrustaciones de cristal de Swarosky,
después abrió el cerrojo con suma confianza y...
Aquel no era mi
hogar...me pellizqué con inquina, parpadeé hasta que saltaron chispas de las
pestañas y me eché cabreada la bronca por no haber sido capaz de haber dicho
esta boca es mía...ahora ya era demasiado tarde...el vestíbulo de lo que supuse
una mansión era tan grande como mi dormitorio, solo la lámpara sobre el
recibidor debía costar lo que los muebles de mi comedor entero, alfombras
importadas y tejidas con la delicadeza de expertas y dulces manos,
probablemente valoradas en el sueldo bruto de quinientas de mis nóminas,
dejaban al descubierto trozos de suelo tan relucientes como el brillo de
cientos de estrellas efímeras dándose a la fuga...y fue al observar como mi
doble se atusaba en un espejo de geometría indeterminada y esculpido en bronce
con el sello y rubrica de una obra de arte, cuando comprendí que mi ente había
desaparecido y mi recién adquirida identidad fantasmal se convertía en garantía
única, al comprobar que la imagen de mi ser no se reflejaba, por más burlas
infantiles que se me ocurrieran para diferenciar su evidencia de la mía lejana
y absorta...sin embargo una extraña tranquilidad invadió mi angustia y las
ansias del razonamiento se quedaron adormiladas al dar prioridad a la idea
inteligente de estar soñando, y deducir que mi otro yo y sus circunstancias
eran el producto de una fantasía...así es que pretendiendo disfrutar del
espontáneo e improvisado panorama que me ofrecía el azar, la intromisión en el
mundo del dinero, la distinción y el lujo no podía ser más oportuna y atrevida,
aunque debo admitir que por el revuelo en las entrañas y algún destello lúcido
y perspicaz, siempre intuí, con los pies en la tierra, la verdad y el amarre a
la realidad del momento...
Alelada, aturdida,
alucinada...adjetivos ignorados en mi otra vida de barrio obrero si no para expresar con muecas de estupor el
relativo civismo del vecindario, los descuidados parques o la suciedad y
deterioro acumulados por el derecho a no preocuparnos por los lugares
comunes...y que en un instante, con revalidado significado y renovadas señas de
desconcierto y estupefacción, adornaban el deleite de mi mirada con el
espectáculo en letras mayúsculas de lo que en revistas de moda, ajenas a las
dimensiones de nuestra humildad, insistían con temas y consejos para una
maravillosa decoración interior...y no exagero si digo que el majestuoso salón
donde me encontraba cortó mi aliento...yo, la original, transparente y quieta
al trasluz de un magnifico ventanal de muro a muro, mientras la luna juguetona
y revoltosa dibujaba contra el esmalte de su nácar la silueta perfecta de mi
duplicado...y ahí no quedó el asunto, al encender algunos interruptores,
disimulados con el tono ocre de la pintura, varios ambientes se iluminaron a
los focos estratégicamente dispuestos para su calidez y realce...me llamó
poderosamente la atención una esquina despistada que distraía un rincón,
naufrago en el azul del océano de las paredes, y que aparte de una colección de
láminas sin enmarcar con bocetos de arena, espuma y olas, daba el paso a un
jardín, retocado y coquetón, con fronteras infinitas al verde de los cuatro
costados...ya ves y yo con cinco tiestos en mi terraza acristalada, mimándolos
con agua clara y palabras tiernas como el mayor tesoro de la naturaleza...en
estas estaba y por qué no comparando los conjuntos de sofás, de cuero, a rayas,
cómodos, sofisticados, de uno, dos o más cuerpos con el mío, tapizado por
segunda vez en rustico naranja y que aguantaba todavía como un jabato el trote
de los cinco, cuando la buena señora se perdió por un pasillo eterno que
desembocaba en los peldaños marmóreos de una escalinata, rematada por una
barandilla de orfebre sutil y un pasamanos de madera caoba pulida y barnizada
artesanalmente...subió los escalones con agilidad y presta a quitarse la
ropa...¿en cuál de aquellas increíbles habitaciones?...
Recordé
minuciosamente cada centímetro de las alcobas de mis hijas, como habíamos
intentado que dentro de los márgenes posibles de presupuesto y espacio,
eligieran...como las permitimos su propio universo de sabanas y colchas y que
fueran ellas quienes decidieran los limites de adornos, trastos o pósteres...así
la mayor reinventó la pulcritud y la armonía, la mediana estalló en estampados
rebeldes y la pequeña se dejó llevar por el empalagoso pasteleo del rosa...y
allí estaban en su ausencia, representados su personalidad y carácter en una
especie de apartamento individual, con cuarto de baño privado y vestidor a
medida, sin embargo los modernos estores, el pulcro escritorio, y hasta las
simétricas estanterías delataban lo artificial de las estancias, como regalos
sin contenido, sin alma, sin uso...
De repente la
melancolía se me atragantó mojada en saliva, su sabor era amargo y triste, y eché
de menos la inocencia de sus peluches, las fotografías siendo bebés enganchadas
a los pomos, y el olor perenne a caramelos, cariño y risas...
Sentí como una
lágrima furtiva se escapaba emocionada de mi corazón y quise abandonar el
absurdo proyecto de descubrirme a mi misma a través de un plagio de categoría
superior y clase alta, quería irme, regresar al origen de la aventura...ya no
me importaba comprobar si su nido de amor, tan caro y millonario, contenía la
esencia mágica y enamorada, que respiraba el colchón del mío, tan barato y
pobre...ni quise averiguar si en su mesilla como en la mía descansando entre el
anhelo y la pasión, el retrato favorecido del hombre al que amábamos también
era el mismo...
Dejé a mi melliza y
su estela desvistiéndose para darme la vuelta por donde había venido, embriagada por los sentimientos, y los
efectos retardados y devastadores de los posos del derroche, la fascinación, y
un cierto espanto que iba consumiendo lentamente mi energía, pero me equivoqué
de atajo y me di de bruces con una biblioteca completa, además de mesas de
estudios y sillones orejeros, un despacho inglés con cuadros de talones
firmados con seis cifras, y una colosal cocina de diseño, planificada desde la
cuarta dimensión en rojo, bermellón y carmesí, e impregnada, y eso no podía ser
por que era mi secreto, del inconfundible aroma del café con zanahorias...era
una desfachatez estrujarse el cerebro en mis condiciones con un concienzudo
análisis o una falsa conclusión, no lo pensé más, había que huir del
misterio...y amén de con las prisas no poder fijarme en los solarium, la
piscina, el jacuzzi y otros excesos de la opulencia que contrastaban con los
modestos fastos de mis caprichos como la azotea para tomar el sol, una bañera
redonda con ducha de dos velocidades a presión e impresión, y las sales marinas
haciendo burbujas, estas determinaron con pompas de imaginación y quimera
llenar mi cabeza de nostalgia cuando ya casi rozando el picaporte de mi meta,
escuché sus voces acercándose...
Los nervios hicieron
torpe mi equilibrio cuando el temblor de mis piernas no supo donde esconderse,
el golpe acabó con los recuerdos borrosos en la parte más oscura de la memoria
y cortó de cuajo los flecos de la conciencia...
―mamá, mamá...¿estás bien?¿qué te ha pasado?...¿te has
caído?...¿cuanto llevas así?...¿me escuchas?...soy yo...¿no me reconoces?...tu
hija mayor...si, ¿ya?...vaya susto...
Bajé del coche
precipitadamente y convencida de que lo que había visto había sido un
espejismo, pero ahí estaba ella, con mi cara y peinada con mi cabello, un calco
impecable con mis muecas y mis gestos, mirándome extrañada con aquella pinta
tan vulgar, vistiendo un chándal común, desgastado y viejo, y zapatillas
corrientes de andar por casa, desde luego sin ningún gusto... cargaba con unas
enormes bolsas negras, intuí que de basura y al reconocerse en mi se quedó parada
como yo no supe lo que hacer al reconocerme en ella... pero entonces lo
decidí...me acerqué despacio y trémula le pregunté su nombre...me contestó con
el mío, y supongo que suspiré por la casualidad
de las circunstancias, lamentando inconscientemente que hubiera tenido que ser
así y precisamente en ese momento, justo cuando se desmayaba, nuestro
inevitable encuentro, que fatalidad del destino, que sucediera en este juego de
espejos entre pasado y futuro, con lo bien que estaríamos las dos
intercambiando información sobre nuestras vidas y pareceres y tomando lo que
seguro más nos gustaría, nuestro café con zanahorias...
Pues sí, me ha gustado... esa posibilidad de encontrarse con el otro yo, nuestro alter ego, otra versión de nosotros mismos en otras circunstancias, dos mundos contrapuestos y un café... con zanahorias por ejemplo.
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