Supuesto: Tres
ventanas, cada una dotada de una cualidad.
Hoy, sin saber por
qué, he vuelto al lugar del crimen, poco parece haber cambiado desde
entonces…los edificios se mantienen erguidos a duras penas, es verdad, pero sus
esqueletos de hierro y hormigón conservan intactos en su silencio, los
vestigios de lo que hace casi 40 años sucedió aquel agosto asfixiante, y en el
que yo por única vez en mi vida he sido protagonista de algo…
Crecí entre estas
ventanas abiertas de par en par, los reflejos en los cristales y el ruido
protestón de subidas y bajadas de persianas según despuntaba el alba, se intuía
la luna o era la hora de la siesta…
Ahora, ciegas unas,
huidos los destellos de sus espejos rotos, y ausentes otras, el espíritu
desafiante y provocador de sus fantasmas, invitan a mi memoria a un ceremonial
improvisado en el reencuentro solemne y riguroso con mis recuerdos…
1971. En la mente de
un niño de quinto de e.g.b, su barrio era su mundo y la calle la escuela de
juegos y experiencias, que le enseñarían a afrontar la realidad cuando llegase
el momento…pero para la mente de un niño de quinto de e.g.b, debilucho y
enfermizo que apenas podía salir de casa, el horizonte de la mirada era su
universo y la imaginación su profesora espontánea y condescendiente…
En tierra de nadie,
entre ciudad y costa, se instaló la periferia en cuarto creciente y a la sombra
de la recién nacida industria de los sesenta, numerosos inmuebles y viviendas
fueron construidos sin orden ni concierto para atajar la masiva demanda de
familias enteras, como la mía, que con recelosa ilusión debajo del brazo y en
la mayoría de los casos con lo puesto, llegaba al calor de un empleo y acababa
habitando en uno de estos bloques del extrarradio…
Aquí, después del
desbarajuste inicial y por fuerza de la costumbre, los días transcurrían
iguales, como fotocopias borrosas y desdibujadas de un original ya demasiado
usado, y en fase de desgaste…y con mi cuerpo, una mala calcamonía de uno sano,
transitando endeble y cansino, de la cama al sofá y de este al cuarto de baño…
aunque a veces me dejaban asomarme al balcón y entonces…entonces todo
cambiaba…podía entretenerme contemplando el afanoso quehacer de Marcelino
empeñado en el invento de construir jaulas sin soldaduras y el mínimo alambre,
con sus pájaros cantarines revoloteando a su alrededor, y con el pico presto al
alpiste o migas de pan que con tanta paciencia les preparaba…
Marcelino, vivía con
su hija viuda en el portal de la acera de enfrente, y según mi padre que nunca
comprendía nada, aparte de las estancias fugaces de dos nietos que inmigraron a
la capital en busca de otras alternativas y nuevas oportunidades, era incapaz
de explicarse como Marcelino con prácticamente el piso a su disposición, había
convertido aquella terraza larga y estrecha en una peculiar reserva
ornitológica, y su morada habitual…pues otra cosa que mi padre tampoco llegaba
a concebir, era lo del colchón en el suelo para dormir al fresco…pero yo sí lo
entendía…
Era cuando Perico
venía a verme por las tardes al salir del colegio, en aquel rato que se me
hacía tan corto, que nos encerrábamos en mi alcoba y con la excusa de los
apuntes y deberes aprovechábamos cada segundo para intercambiar información, yo
de mi análisis minucioso de los movimientos y comportamientos de Marcelino, y
él de los cuchicheos y habladurías que las bocas cotillas, ávidas de enredos y
mentiras a medias, trataban de imponer con su ley despreciativa y tramposa…
Decían que había sido
pescador en un pueblecito cercano y que debido a un accidente en alta mar, su
yerno se ahogó y él quedo impedido...las conjeturas pasaban por cada órgano
interno y por cada miembro de su anatomía, para luego encoger los hombros con
ignorancia y soltar las lenguas sibilinas, ahondando en las supuestas causas de
lo sucedido como si estas fueran las claves de un misterio por resolver, y lo
que más importaba...
Pero a Perico y a mi
nos fascinaba no solo la leyenda que hablaba de insultos, forcejeo y
borrachera...queríamos descubrir cuál era ese impedimento físico por el cual
contaban, en un arrebato de desesperación y locura, quemó sus pertenencias y se
quedó mudo...por qué ningún oído le había escuchado jamás ni un misero gruñido,
pero yo le había visto mover los labios susurrando al viento mientras
acariciaba las alas libres de sus jilgueros, gorriones y canarios...
Terminaba Julio como
había empezado, sudando a chorros y con las visitas de Perico cada vez más
breves y esparcidas...las vacaciones de verano engalanaban las agujas del reloj
con su lentitud, y se pavoneaban presumidas desfilando jocosas delante de mi
aburrimiento...a la caída del sol, mi madre me arrimaba hasta la barandilla con
la esperanza de que corriera algo de aire y mi fiebre crónica se
templase...sentado en un taburete, fijos mis ojos en la estampa de Marcelino
concentrado en liarse su cigarro de antes de la cena y tan ajeno al bochorno
del estío...la fantasía tomaba las riendas de mis pensamientos, y desataba
amarras, contestando las preguntas sin respuesta que tantas veces Perico y yo
nos habíamos hecho...
Marcelino, lo supe
luego, a su manera también había sido una victima del desarraigo...su ser
empapado en tristeza y soledad, iría cosido inevitablemente, al remordimiento
que su figura tosca y huraña, como tallada en un tronco seco, arrastraba desde
la fatalidad del destino, hasta ese papel que le declaró inútil para desempeñar
un trabajo, y le obligó al cobijo amargo e inhóspito de sobre todas las cosas,
una esposa rencorosa y resentida, en un páramo del interior, lejos de su alma
atrapada ya para siempre entre arena, sal y olas...
Después de cenar, con
las pupilas dilatadas, claras y transparentes, Marcelino parecía deleitarse con
el espectáculo nocturno de la estrellas componiendo danzas imposibles en el
cielo, y los dibujos tiernos que sus aves amigas le dedicaban con vuelo
limpio...yo volvía a mi habitación, agotado por el esfuerzo de soportar la
monótona rutina de otro día más y con la atmósfera cargada y húmeda de canícula
y sofoco...
Me desperté muy
temprano una mañana de sábado con el estrepitoso ajetreo de una mudanza...por
espacio de unos meses, los cuartos frente al mío, se adivinaban huecos y vacíos
tras unas correderas metálicas y cortinas sucias que dejaban entrever sus
paredes desnudas...al mediodía los dormitorios completos del matrimonio Luján y
de su hija Florita presentaban credenciales a mi curiosidad con el envidiable
aspecto de pintura y muebles a estrenar...después de aquella transformación
delante de mis narices tocaba averiguar que pócima mágica había que tomarse
para resultar invisible a la atención de aquella muchacha que enseguida cayó en
la cuenta de mi interés, y me dirigió una sonrisa efímera, de frágil consistencia, y se ofreció a la luz
amarilla con belleza oscura, nublada por un extraño halo de desdicha y pena...
Los Luján ocuparon
los ciento veinte metros cuadrados del quinto a, del número 36 contiguo al
nuestro, el número 34 y separados del quinto b, por un patio de luces con forma
de U, conocido por la herradura de la suerte, aunque los metros cuadrados que
nosotros pisábamos se reducían a la mitad...
Antes siquiera del
pestañeo del amanecer, Ciriaco Luján ya estaba levantado...era imposible en la
callada madrugada, no escuchar el chirrido defectuoso del cajón de su mesilla,
o el fino y elegante taconeo del tafilete de sus zapatos, mientras el motor
indiscreto de un coche de empresa, rugía su espera con bocinazo y chófer del
tamaño de un armario empotrado...Adela, su esposa, se revolvía inquieta, y
presurosa con gesto aprensivo y tímido, le señalaba con el dedo en mi
dirección...
Decidí espiarles
desde el mismo instante que Florita a la voz grave y autoritaria de cómo
gustaba que le llamasen, don Ciriaco, borró aquella sonrisa y su semblante
juvenil se tornó retraído y asustadizo...no me caían bien...las ínfulas que
aparentaban también echaban leña al fuego de los chismes y en el vecindario, no
se tardó mucho en colgarles el sambenito de estirados, en un examen meticuloso y
detallado del mejor de los estudios de psicología social, y que retrataba
perfectamente algunos de los defectos clasistas de la época, por ejemplo la
envidia de los unos y la hipocresía de los otros...
Don Ciriaco era el
flamante director adjunto de una fábrica textil de la zona, ascendido por
meritos propios, los de un chivato y un lameculos, y que debido a su fama de
retorcido, manipulador, falso y otros adjetivos no tan suaves, tuvo que
buscarse otro domicilio por que unos cuantos obreros a los que traicionó se la
tenían jurada...por eso también le pagaban un guardaespaldas con carnet de
conducir y gorra de plato...
En esos minutos
perezosos, justo después de despertarse, me obsesionaba la idea de indagar a
través de los incautos visillos, cuando doña Adela ventilaba la privacidad de
sus aposentos...y describía en alto solo para mis orejas, los rasgos precisos
de ese habitáculo que sospechaba espeluznante y tenebroso, con color crudo en
las tapias, crucifijo cruel y gigantesco colgando, y una decoración chabacana,
tan clásica y recargada de artesanado poco noble y tonos sombríos, como
delatando el a veces reñido maridaje entre el dinero por el dinero y mejor
cuanto más caro...
Pero la intimidad de
Florita era distinta...un oasis rosa palo de cenefas con flores de pétalos
delicados y maderas blancas inmaculadas, se revelaba como un paraíso de cuento
cuando ella estaba, entonces las estanterías repletas de libros hacían
reverencias y el escritorio con cortés pleitesía desplegaba educadamente su favor
y respeto, desafinaban la armoniosa cadencia del ambiente, los cuadros
infantiles con su gracia pasada de moda, ella sin embargo los rezaba como
objetos sagrados o los invocaba como presa de un conjuro...el significado de
tanta devoción no estaba a mi alcance, pero un vuelco en las entrañas me avisó
de su guiño cómplice y aprendí a valorarlos desde la nostalgia y la melancolía…una inspección
profunda desde el embobamiento descifró el enigma, ángeles guardianes que regresaban
del olvido como si se hubieran puesto de acuerdo con los sentimientos, los de
ella y los míos, para hacernos compañía, y permanecer custodiando el secreto
especialmente guardado, del hogar dulce hogar infernal...
Por qué allí había
gato encerrado...la lámpara de Florita se mantenía encendida hasta que don
Ciriaco se marchaba, ¿por qué cuando el portazo devolvía la paz y las ansias,
se apagaba el resplandor eléctrico como el encantamiento de un
hechizo?...suponía que era entonces cuando ella podría conciliar el sueño, pero
¿y mientras tanto?...
Salí de dudas a falta
de cinco días para septiembre, abrasaban los rincones y las esquinas y sólo se
respiraban ascuas ardientes...al principio fue solo una discusión como otra,
las voces se percibían acusadoras y nítidas, don Ciriaco, como el ogro de una
patraña malévola, se quejaba de no se qué de los deberes conyugales, y doña
Adela con el llanto mojando la colcha, le suplicaba con el miedo contrayendo el
rostro...Ciriaco Luján le arreó una bofetada con el reverso y Adela cayó al
suelo con la sangre salpicando la alfombra...Florita detrás de su puerta
intentaba contener las lágrimas, alterada por los gritos, un temblor nervioso
conquistó su persona y se metió en la cama...don Ciriaco cruzó el limite como
los soldados invasores la frontera, desarropó a Florita enfurecido y con
alevosía y violencia, la forzó ..Florita no se resistía...no hubo quejas, ni
lamentos, aguantaba tiesa las embestidas de la fiera y sin parpadear, perdida
su conciencia en los matices carmesí que teñían el blanco y el rosa...
Incrédulo por que no
podía creer semejante barbaridad, asistí hasta el final del acto, condena y
calvario incluidos...don Ciriaco saciado de lujuria, sin arrepentimiento ni
vergüenza ante la indefensión y debilidad de su hija, comprobó calculador las
evidentes marcas de su atrocidad al confirmar en una caricia engañosa con
pretensiones amables, el producto del temor, pero sólo palpó el asco...el golpe
sonó soberbio y salvaje, retumbando por toda la colmena con el eco rabioso de
la cólera iracunda..Impactado por el súbito escándalo, quiso cerciorarse por el
mirador que no hubiese habido testigos de su imperdonable despiste y de aquel
espanto, pero Marcelino, perenne en su puesto de vigía, se fumaba un pitillo en
la diagonal exacta al escenario de su fechoría…
Y mientras Florita se
deshacía en gemidos y suspiros, el latido de mi corazón aceleraba el pulso y
desgarraba de impotencia las ganas de justicia...
La venganza de don
Ciriaco llegó con el ocaso siguiente...motorizado y con traje azul marino
servil, un gorila musculoso y de dimensiones colosales comparado con la menuda
complexión de Marcelino, derribó obstáculos y asoló en un santiamén el refugio
del anciano...destruyó sus jaulas, asesinó a sus pájaros y hasta descuartizó el
colchón a navajazos...entonces me percaté, por los aspavientos torpes de un
Marcelino incapaz y confundido entre patadas con saña, plumas arrancadas y
amenazas de odio, que era invidente...que casual calamidad, un ciego en el país
de verlas venir...
Marcelino, consumido
paulatinamente, por la litúrgica añoranza marinera de agua y espuma, se fue
evaporando con su esencia, hacía las nubes de puerto y playa, según el dolor
por lo ocurrido resumía su existencia a la minima expresión, su nombre...una
madrugada se le encontró la lluvia muy quieto, la piel renegrida pálida, con
las pupilas dilatadas, claras y transparentes retando al dios del firmamento,
abrazado a un calendario posado en su pecho con fotografías de nidos y árboles
y con una mueca orgullosa de infinita calma…
Esa misma madrugada
don Ciriaco desapareció...yo le narré a la guardia civil la historia de los
acontecimientos, episodio por episodio relaté como tras la bronca con Adela y
Florita, Ciriaco Luján las abandonaba con un par de maletas y en su flamante Citroen
tiburón esta vez sin conductor y con rubia platino dentro...se tomó declaración
a los implicados, y se desestimó la denuncia que el consejo general de la
compañía textil había interpuesto por apropiación indebida...a mediados de
septiembre a los comentarios dejaron de sacarle punta y una reseña con titular
y tres líneas en el periódico local selló el sumario sin juicio ni sentencia, y
las noticias editadas en esa fecha... “Directivo se da a la fuga con su
secretaria. Dos delitos en un incidente le persiguen: Fraude y adulterio”…
Me sentía como
premiado con un sobresaliente, levitando por lo acontecido y lo que acababa de
experimentar...pero duró poco el entusiasmo, no tanto la energía renovada que
fue sanando sin prisas y sin pausa mis pulmones, terminando de reponerme,
cuando a mi padre le destinaron a un pueblo de la meseta y mis deudas se
escaparon conmigo de aquí...
Doña Adela y Florita,
liberadas del tormentoso cautiverio y de la tortura sistemática a la que fue
sometida su razón, me agradecieron eternamente la ayuda, latente entre besos y
carantoñas la felicitación por ser un héroe intrépido y audaz…y para los demás
cumplieron con el compromiso de una exquisita merienda y la sorpresa de una
asombrosa pareja de periquitos verde chillón, y que anudaron mi garganta con
sus roncos trinos…todavía con las gracias pegadas al paladar y en honor al
bueno de Marcelino corrí a regalárselos a su hija, extenuada por el duelo,
marchita por tanto luto y qué, aunque con rara determinación, se entregó a su cuidado
con el mismo amor y cariño escatimado a su progenitor…
En el entierro de
Marcelino, me despedí de Perico sin confesarle siquiera que el castigo por los
pecados del viejo le había arrebatado la vista...me escribió alguna carta leal
y valiente en su intento por destapar el suspense y la intriga de ciertos
asuntos pendencieros, y aún pendientes sus consecuencias entre los dos...pero
no fui honesto, ni le contesté...lo último que recibí de él fue la invitación
de boda, a la que vencido en mi derrota, no asistí, Florita era la novia con
quien se casaba…
Hoy he vuelto al
lugar del crimen... ya no hay melancolía ni nostalgia…el proyecto de un
complejo hotelero de lujo con casino y campo de golf ha sido financiado en un
elevado tanto por ciento por la entidad bancaria que contrata mis servicios
como economista titulado...sin saber por qué, tal vez el veneno y la ponzoña,
los cimientos descontrolados se fueron pudriendo, y el deterioro contagió
alcantarillas, tuberías y pavimento...las fachadas se desplomaban y las
cornisas se caían...otro suburbio deshabitado, terreno para invertir,
beneficios para el ayuntamiento...los planos del arquitecto indican que en los
antiguos números 34 y 36 y su patio de luces con forma de U, va emplazado un
magnifico parque de diseño como entrada al ostentoso campo de golf...enterrados
abajo en el sótano, debajo de las baldosas y el cemento y bajo el solar con
perfil de letra, la inapelable herradura de la suerte, subyacen los restos
muertos, putrefactos y malditos de don Ciriaco...que las huellas de sus pasos
no abra cicatrices ni heridas, que lo ridículo que tenía de humano abone con su
polvo mortal la hierba, y que ojala esta se pueda pisotear...
Quizás, de un modo u
otro los caóticos versos del refranero no se equivocan, son las meras
circunstancias las que hacen volver al culpable al lugar del crimen…o no, y son
solo palabras que sangran a borbotones y se las lleva el…
No hay comentarios:
Publicar un comentario