domingo, 8 de septiembre de 2013

Segunda parte

Supuesto: Acciones y estados de ánimo
                Algo le ocurre a un personaje que le genera:
           a)Nerviosismo, desesperación, parálisis, abandono
           b)Curiosidad, excitación, peligro, caída
           c)Aburrimiento, sorpresa, tragedia, final feliz 




—…la decisión está tomada Eulogio…no puedo soportar más esta situación…mañana contaré la verdad…
—…pero Gregorio, ayer mismo hablamos del tema y acordamos que…
—…a las ocho en mi casa…no hace falta que venga usted antes…

   Después Gregorio había colgado sin esperar la respuesta, una replica o el más mínimo reproche, y Eulogio había sentido como su corazón daba un vuelco inesperado...quizás por eso estaba nervioso y por que no había dormido bien esa noche espesa y larga, la llamada de Gregorio le había dejado inquieto y con cierta preocupación a flor de piel…le entendía, claro que le entendía, pero había tanta firmeza en sus palabras, analizadas profundamente a posteriori, como algo secas, muy precipitadas y vulnerables, que no le dio tiempo como otras veces a intercalar duda alguna que le hiciera replantearse el asunto y su sentencia...habían sido casi dos meses de constantes visitas y charlas intentando ayudar a Gregorio en su nueva identidad...los consejos de acudir en la capital, a un colega suyo y especialista sensible en materia de aspectos tan delicados, no habían hecho mella en la cabezonería de Gregorio que a toda costa se empeñaba en enfrentarse a lo inexplicable en la superficie y a su manera, y eso implicaba desanimo y desasosiego ante cualquier quebranto imprevisto o inoportuno, pero Eulogio ya sabía de eso...al principio no podía creerse que Gregorio fuera la hermana gemela de Eulalia físicamente, pero que duro comprobar que su carácter era un calco de la que él había sido su enamorado durante tanto tiempo, no en vano Eulogio no había vuelto a amar a ninguna mujer como a aquella, o eso pensaba hasta estos momentos, en los que rebozada su memoria en el pasado, un claro de luz con la imagen de Gregorio vestido de dama frente a él, le hizo perder el equilibrio de su madurez y notarse instantánea la carne de gallina...mira que si...con el estremecimiento de un escalofrío honesto y un revuelto en el estomago que le impidió comer, Eulogio trató de concentrarse en su trabajo, tenía casos que resolver antes de asistir a casa de Gregorio gastada la tarde...pero un palpito de desesperación aceleró su latido...quedaba tanto...


   Adela ardía en curiosidad. Esa mañana al llegar a la Biblioteca había encontrado la nota de Gregorio junto al libro de “La Metamorfosis” de Kafka que ella misma le había recomendado...y desde que la leyera, una extraña excitación, cercana al entusiasmo se había instalado en su mente, que no dejaba de trajinar supuestos. Es verdad que hacía más de un mes que no le veía por allí, raro, teniendo en cuenta que últimamente le agobiaba bastante con su presencia continua de infantiles y vanas excusas, pero dio por hecho que se había cansado, y justamente, con tanto salirle por peteneras a su juego de seducción pasado de moda...de todas formas, ya había ocurrido otras veces, de repente desaparecía como si nunca hubiera existido, para sorprender como si tal cosa, mareando con el relato de una retahíla de acontecimientos, que desde luego a ella no le importaban un carajo, y el reconcome a cuestas de no haber avisado por su probable ausencia...pero esto era distinto, lo intuían sus tripas...por eso al descifrar aquellos garabatos con ínfulas de letras que la invitaban a una cena especial a las veinte horas en el número 3 de la Calle Mayor, y rogaban entre signos que más bien parecían incógnitas que por favor no faltara...Adela se ilusionó con ser la protagonista de una escena de película romántica en la que ella era el vértice inevitable de un triangulo obligado por las circunstancias...y en estas estaba cuando un mensaje en el móvil del maestro del pueblo de al lado, su actual amante, disculpaba sin explicación concreta y fácil pretexto la asistencia y compañía a la vera de su amada, y precisamente hoy, se la oyó protestar en alto...desvaneciendo así su fantasía, enredada entre geometría presumida y ángulos peleones, para volver a la realidad de papel y tinta, y guardarse el mensaje en el bolsillo con el regusto amargo de un plantón, y el pulso vital e inquieto de quien entiende de artes imaginativas y del mundo ficticio de los ensueños y las quimeras...

   Hacía una semana que la secretaria del ayuntamiento se había tenido que marchar del pueblo por motivos familiares y Avelino se aburría...no lo podía evitar, lo que había empezado siendo sólo una aventura se había convertido y casi sin querer en su única razón para levantarse, ser y seguir siendo...y además sin ningún remordimiento cruel, por que se equivocaba quien sospechara que su esposa Loles era victima del engaño, y se confundían los cuchicheos, que si bien cada vez clamaban más argumentados, se extraviaban en las costumbres y el convencionalismo, y carecían de la información autentica y veraz de un secreto que evidentemente él no iba a descubrir...por cuestiones morales y ambiciosas y sobre todo presionado por el ala más católico e hipócrita del partido, le había interesado seguir manteniendo el estatus de hombre casado para conseguir el puesto de alcalde, aunque hacía más de dos años que la Loles y él habían firmado los documentos del divorcio, pero un pacto es un pacto, y con dinero de por medio se cumple sin miramientos...compartían techo, actos oficiales y una cuenta corriente, pero ni cama, ni presente, ni futuro...sin embargo las expectativas resultaban decepcionantes y ya se estaba hartando, y la Loles también...sin hijos que bendijeran el matrimonio estaba obsesionada con viajar de Misiones al África necesitada y ya le había amenazado con tirar de la manta si no se inventaba algo...así es qué al despedirse de la secretaria dejó colgando en el aire del despacho el vacío, con una oportunidad y la consideración de que a su regreso dejarían de esconderse, y ella había respondido con el silencio travieso de quien lo estaba buscando y una sonrisa pretenciosamente inocente que había herido de ternura y amor el alma del Avelino, y aburrimiento al minuto siguiente cuando ya la echaba de menos...la entrega de un sobre sin membrete oficial y sin remite, y con su nombre en mayúsculas, le sacó del letargo...reconoció los trazos irregulares de Gregorio y todavía con el cerebro en otra parte echó un vistazo a la carta, abrió su agenda y anotó los datos, la dirección no hacía falta...entonces reaccionó...coño, Gregorio...si lleva un montón de baja...¿para que demonios querrá que vaya a verle?...

   Gregorio había preparado a conciencia el discurso que dentro de un rato tendría que ofrecer a tres espectadores, uno de ellos más bien cómplice pero no por ello ajeno a la dificultad que suponía saber utilizar las frases concienzudas y precisas que se requerían para semejante empresa...y es que entre suicidarse o alejarse de allí había una línea a menudo imperceptible que Gregorio cruzaba insistentemente desde hacía unos días...al mirarse en el espejo una mezcla de reflexión, cavilaciones y sentimiento, se le daban la vuelta para postrarle en un cambio de humor caprichoso, que lo mismo le daba la esperanza alegre de un comienzo o el miedo espantoso a un fin...y si había terminado por aceptar que no había marcha atrás y de algún modo asimilaba su estrenada condición femenina, no llegaba a vislumbrar más allá de las emociones que pasaría con los demás...¿como responderían?...¿comprensión?,¿pena?,¿saldrían corriendo?,¿rechazo?...y se rebelaba a la resignación de acatar las ordenes del destino...por eso cuando sonó el timbre a menos cinco, su ensimismamiento despistó el inicio del primer párrafo y tuvo que echar mano de eso que hubiese preferido evitar...lo espontáneo...

—...pero Eulalia que sorpresa...tu por aquí...¿y el capullo de tu hermano?...¿era esto para lo que me has hecho venir bribón?...¿donde estás?...¿cuanto hacía Eulalia, seis, siete años?...
—...bueno, verás...precisamente de eso tengo que hablarte...
—...¿qué te pasa Eulalia?...te estás poniendo blanca...
—...Avelino...no soy Eulalia...soy Gregorio...

   Avelino se tuvo que sentar, gotas de sudor le resbalaban por la frente despejada en exceso por su incipiente calvicie...se quitó la chaqueta y con los ojos fijos en las tetas de Gregorio le dio un mareo...

—...la puerta estaba abierta...vaya Eulalia...¿cuando has vuelto?...ya podías haber avisado a las viejas amigas...¿qué le ocurre al Avelino?...

   Adela había entrado con precaución por si acaso sorprendía a Gregorio en un renuncio, pero el cuadro que encontró con Avelino tumbado en el sofá y Eulalia abanicándole no era exactamente lo que esperaba...

—...¿y Gregorio?...¿ha salido a buscar a don Eulogio?...¿traigo un vaso de agua?...
—...no Adela, gracias...eres muy amable, pero por favor ponte cómoda en ese sillón tengo que decirte algo...

   Gregorio era incapaz de ceñirse al guión que con tanto ahínco había estudiado, el caos y el descontrol se habían apoderado del ambiente y de su persona en unos segundos descabellados...y al borde del precipicio, se dejó caer...

—...pero...¿qué ha pasado aquí?...¿Gregorio has empezado sin mi?...
—...no Eulogio...no...es qué...
—...¿como qué Gregorio?...pero si esta es Eulalia...yo creía que Gregorio había ido a llamarle...
—...bueno, yo no se que decirle Adela...
—...escuchen los dos...esto es un poco más complicado, olvidemos las apariencias...
—...me callo Gregorio...
—...no entiendo Eulalia
—...no soy Eulalia, soy Gregorio...

   Don Eulogio se había quedado paralizado, las prisas por llegar puntual, las ansias de admirar en Gregorio a su Eulalia y la angustia por una posible repetición de la perdida habían desencadenado un cortocircuito en su sistema neuronal...de su boca solo salían suspiros y tieso como un garrote permanecía de pie a instancias de la confesión de Gregorio, que muy digno mantenía el tipo y aguantaba el tirón con la melena rizada y los labios pintados, una falda de tubo de los cincuenta y hasta un collar de perlas salvajes con el que se había tropezado por casualidad en el armario intacto de su madre...

—...ay que me vuelvo a marear...explícate majo y dame un coñac que debo tener la tensión por los suelos...
—...¿como que eres Gregorio?...esto es una broma macabra ¿verdad?...Gregorio venga...¿donde estás?...sal ya...

   Adela recorrió ofuscada las habitaciones, la cocina y el baño, incluso inspeccionó el patio y se asomó a los balcones...cuando la calma la dejó respirar con normalidad la alerta de peligro se dibujó en su cara...

—...esto no se hace a la gente que se quiere...

...y se lió a puñetazos con un cojín ya de sobra deformado...

—...por no pegarte a ti...embustero, embaucador...travestí...
—...cálmate Adela...si me dejáis os detallaré el...como llamarlo, incidente, suceso...¿tu qué opinas Eulogio?...

   Eulogio como un poste mudo no daba crédito a lo que estaba padeciendo en sus entrañas, experimentaba un calor abrasador que le estaba advirtiendo, barruntaba el desastre, palpaba en la atmosfera la tragedia...

—...venga macho...si al final resulta que eres maricón vaya tontería...tanto misterio para esto, y nos recibes vestido de mujer...

   Avelino se incorporó y bebió de la copa que Gregorio le había ofrecido...parecía recuperado del sincope traicionero...

—...veréis...hace casi dos meses...me desperté una mañana de miércoles y...

   Gregorio no ahorró comas, puntos seguidos, suspensivos ni aparte, tampoco ocultó sus sensaciones, los desvaríos y los insomnios provocados por su transformación, mientras observaba detenidamente los rasgos, señales y movimientos de su publico testigo...Eran más de las doce cuando acabó de exponer, demostrar e interpretar, su enigma sin solución...

—...¿y ahora?...
—...supongo que me marcharé...

   Avelino no dejaba de tragar alcohol como si fuera agua, rojo como un tomate se había quitado la corbata y desabrochado la camisa...

—...pues antes podías enseñarnos las bragas, no te jode...venga ya...eso es un cuento chino...uno no cambia de sexo de la noche a la mañana...
—...que burro eres Avelino...como siempre el tacto en el culo y el respeto en el ojete...y encima borracho...

   Adela extenuada por la lucha consigo misma hizo un esfuerzo sobrehumano para contestar al alcalde...

—...no hagas caso Gregorio...por qué ¿Qué hacemos te seguimos llamando Gregorio?...
—...y yo que sé Adela...y yo que sé...

   Un manto de desaliento cubrió rincones, esquinas y huecos del cuarto, desperezando la intervención del azar al gusto de su sombra...

—...abandono Gregorio...yo tampoco puedo más...tanto tiempo juntos...no superé lo de tu hermana y tu eres su vivo retrato...temo cometer una locura si seguimos siendo amigos, hagas lo que hagas...yo no puedo...para mi eres una mujer y qué mujer...

   Con la frustración de los vencidos, y signos abstractos de áspera derrota, don Eulogio se tiró al abismo del sufrimiento desnudando su anhelo, su deseo, la pasión que confiaba muerta y en un impulso fugaz dejó escapar una caricia de terciopelo que solo fue apreciada por otras pupilas, asombradas y oscuras...

—...me duele el pecho y este brazo se lo están comiendo las hormigas...

   Avelino interrumpió la triste despedida con sus quejas chillonas y de aroma antiséptico...devolviendo al clima las porciones convenientes de absurdo, disparate y desatino que presagiaban lo insensato, lo irracional, lo ilógico...

—...¡le está dando un infarto!...

   Adela estalló desde el infierno de resentimiento donde había caído...cabreada, confusa, melancólica...se había hecho un lío con sus propios pensamientos...

—...¡Dios mío!...Eulogio haz algo, eres médico...

   Eulogio sonrió levemente la insistencia de su...bueno que más daba...y se puso a la tarea de salvar la salud de otro impresentable que no la merecía...

   Al cabo de media hora de masajes en los pulmones y las costillas, calcular inhalaciones y su precisión cronometrada y otros auxilios básicos que don Eulogio, ágil y raudo, ejercía a la perfección...Avelino masculló un ruido y entreabrió los parpados...

—...Gregorio prepara la furgoneta...hay que llevarle al hospital...Adela moja unas toallas por si la fiebre ataca...

    Como una familia bien avenida, un equipo minuciosamente compenetrado...todos se pusieron en marcha...Adela dejó aparcado su ego, orgulloso y egoísta y Gregorio en su huida hacía delante prescindió de sus complejos nostálgicos y espantó de un manotazo valiente la añoranza...quizás ya no tuviera que irse...y es que el roce intimo con el muslo de Eulogio no había sido accidental, era la consecuencia mágica de aquella mirada suave salpicada de seda y ganas...

—...mi secretaria...llamen a mi secretaria...quiero casarme con ella...





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