domingo, 4 de enero de 2015

RESQUEMORES Y RECELOS






Entonces quiere decir...
—...pues que si no me hubiera visto obligada por la situación...
—Ya...que no hubiera venido...
—...más o menos...
—...la entiendo perfectamente...yo en términos generales no percibo nada por lo que preocuparse...todo está dentro de unos márgenes de relativa normalidad...
—...¿de verdad doctor?...¿aunque...?...
—...por supuesto Maravillas, por supuesto...

   Maravillas Resquemores se removía coqueta entre los cojines de aquel sofá, que en las últimas semanas había acogido su incertidumbre con abrazo cálido y amable...dibujó en su cara la mejor sonrisa de su repertorio y guiñó el ojo pícaramente a un sorprendido Cándido Recelos, que tuvo que tragar saliva con el consecuente atragante y ataque de tos...

—...y bien doctor...entonces, ¿ya no tengo que volver más a consulta?...
—...bueno, vera...todo es cuestión de sus vecinos y la denuncia interpuesta...
yo puedo aportar el informe correspondiente, favorable desde luego a su
estado de salud y sus intereses, pero...
—¡ya!...tengo que cumplir con determinadas normas y no descarriarme durante un periodo de tiempo que...
—...yo supervisaré convenientemente, no tanto con algo tan formal, como con alguna visita inesperada o entrevistas con alguno de sus demandantes...
—¡Pamplinas!...no puedo permitirme perder tanto tiempo dejando de ser yo misma...¿qué demonios les importará a ellos?...aquello fue una solemne  tontería...
—...Señora, tanto como una tontería...solemne sí, pero...

   A sus casi sesenta años, Maravillas conservaba un cutis envidiable, las pupilas claras y alegres, y el gesto descarado de quien desde muy joven, aprendió lecciones de supervivencia, a fuerza de unas circunstancias que nunca fueron derrochadoras en suerte y destino...a pesar de ello Maravillas Resquemores se consideraba una mujer feliz, aunque para llegar a ese punto de conciencia, siempre supo que a costa de dejar en el camino ciertas cosas, muchos sueños y un puñado de defectos y virtudes, que la hicieron ser, sin complejos y con orgullo, primero y por vocación de la miseria, huérfana, maltratada en la inclusa y abandonada en la calle con lo puesto, precisamente el mismo día que cumplía los diez, segundo y por casualidad socorrida por una prostituta de esquina y asfalto, que terminó adoptándola y que se jubiló como taquillera del teatro que llevaba su nombre, y tercero y por deducción y en orden: acompañante de baile, cantante de orquesta, artista de vodevil, actriz de segunda fila, extra de cabaret y hasta reserva principal en las zarzuelas más famosas de una época pródiga en espectáculos populares...sin embargo la edad y la crisis la había hecho reciclarse como “bailaora” de flamenco en locales para juergas y turistas...

—...antes de irme doctor, le puedo confesar algo...no puedo resistirme a un hombre guapo...
—...Cándido, llámeme Cándido por favor...
—...algunas veces cuando me miro en el espejo...no sé, algo no encaja...
—...¿a que se refiere?...
—...veo a otra persona...soy yo en esencia pero...me cuesta reconocerme en sus muecas, cuando mueve su cuerpo y sobre todo en su voz...
—...¿como?...¿también le habla?...
—...si claro...y esa es la razón por la qué...
—...no siga usted...dos meses intentando llegar al meollo de la cuestión y cuando parece que todo se reduce a extravagancia pura y dura...me suelta esto...
—...¿yo le resulto extravagante?...

   Ágil como una gacela, Maravillas saltó del asiento impulsada por un extraño resorte, que lanzó su empaque regordete contra aquella palabra odiosa y tan rimbombante, tantas veces escuchada a su paso y que se había quedado colgada de la expresión timorata y seria de Cándido...

—...no me malinterprete...es sólo qué...
—...entonces, está de acuerdo con los demás...estoy loca...¿no es eso?...
—...¡en absoluto!...pero entiéndame, soy un profesional de la psiquiatría y
debo ser riguroso con mis conclusiones...no me había parecido que me ocultara nada...y de repente...
—...una tiene el derecho a tener secretos que nunca compartiría con nadie, a menos que esa persona fuera de confianza...
—...me halaga que diga eso, pero tengo que insistir...cuénteme más sobre su...
como identificarla...
—...visita...es como una visita inoportuna y molesta que enturbia mi mente...
—...prosiga pues...

   Maravillas se calmó ante la mirada tierna de aquel caballero canoso y agradable que la invitaba con sus modales respetuosos y educados a confiarle lo que nunca había contado ni siquiera a sus amantes, ni siquiera a sus amigas de profesión, ni siquiera a ese novio que tuvo y al que amó hasta el extremo de aceptar casarse con él, si no hubiera sido por que una enfermedad repentina e incurable, se lo llevó por delante antes de decirle el sí...

—...cuando era niña en aquel infierno de hábitos y varas, hambre y frío...una se buscaba la vida también para que el cerebro no se muriese...una noche me levanté a escondidas para ir al retrete, si te veían más castigo, y es que no
me podía aguantar, y dormir con las sabanas encharcadas...ya me contará ust...Cándido...el caso es que allí estaba...aquella imagen mía, pero como rara...adormilada creí que eran imaginaciones...pero luego empezaron los acontecimientos...
—...me tiene usted en vilo, Maravillas...¿como es posible que...?

  ...Pero Maravillas Resquemores se había perdido entre las letras de su relato...Cándido dejó la pregunta sin terminar, sabía por experiencia que era mejor dejarla a su aire...no interrumpir y esperar que volviese del mundo paralelo donde ahora mismo probablemente se encontraba, para intentar aplicar sus conocimientos en la difícil ciencia de los humanos y su mente...

—...a partir de ahí, siempre que aparecía, el silencio se llenaba de música, distinguía a la perfección las notas de un piano, y el violín me ponía los pelos de punta...y los colores cambiaban...sobre todo en el jardín y el huerto...las monjas no nos dejaban acercarnos, pero yo me pasaba las horas detrás de la reja observando como crecían los rosales o estallaban los tomates en las ramas...un día las margaritas eran azules, otro las calabazas rojas...y el olor, un aroma fresco a hierba recién cortada invadía las estancias oscuras y sucias, que apestaban...luego cuando me acostumbré a su presencia, disfrutaba más del roce de la lluvia...era como llenarse de energía, empaparse de emoción, mojar la piel era lo más cercano a una caricia...

   Cándido se incorporó de su postura relajada, sin duda algo en aquella personalidad y su historia le resultaba familiar...había aceptado que fuera su paciente por petición expresa de su sobrino...un administrativo del ayuntamiento al que había llegado la queja de La Corrala el 23...en el documento certificado que había leído con detenimiento, no daba muchos datos anteriores o precisos, pero sí describía que Maravillas, se paseaba con poca ropa cuando diluviaba...que a horas intempestivas las sinfonías de Mozart invadían la paz del patio o que en pleno invierno las ventanas de su casa permanecían abiertas de par en par, para que según ella...con la corriente entrara el perfume a campo, a bosque, a naturaleza...que ilusa, en el centro de una ciudad rodeada de adoquines y cemento...el papel, también hacía hincapié en la manía de pintar las flores o teñir las verduras...
...y que su extravagancia había llegado a tal punto que recogía gatos de los callejones, a los que alimentaba y cuidaba, mientras les buscaba cura si estaban heridos, un buen hogar o un cobijo seguro...Finalizaba el expediente con un reclamo general de hartura y con la sugerencia de valorar las aptitudes cívicas de la demandada...la otra copia adjunta del juzgado remitida a Cándido después de haber sido compulsada por admisión de trámites...

—...una mañana de tristeza y soledad...me habló...muda durante tantos años y...o vete tu a saber a lo peor había sido yo la sorda...era parca en sus
exclamaciones, escueta y concisa en sus frases, pero ese acento...andaluz...
si señor...yo que no recuerdo, claro que tampoco tengo mucha idea de mis
antepasados...lo cierto es que tenía una gracia...total que a lo que decía, carcajadas y más carcajadas...hasta que me dí cuenta que así como el que no quiere la cosa hacía todo lo que a ella le venía en gana...ahora que si unas velitas a la Virgen del Rocio, después que si unas raciones de “pescaito frito”...nada que tuve que aprender sevillanas, y hasta a tocar las castañuelas...venía, se iba..que curioso sus ausencias coincidían con los meses de más trabajo, o cuando tonteaba con algún admirador pesado que no me dejaba ni a sol ni a sombra...

   ...lo que hubiera dado Cándido por reconocerse en la identificación de uno de esos admiradores, no los pesados, los otros, fieles inadvertidos...como él...una coincidencia había hecho que la escuchara cantar siendo una chiquilla en la fiesta del barrio, y aunque había llegado tarde para ser su pareja de baile, se reencontró con su apellido en cartel, en obras de teatro donde actuaba de reparto, en revistas, de extra...que guapa estaba disfrazada de alemán de la Gestapo...y aplaudió a rabiar en aquella zarzuela...¿de quien era, si ese autor...hay una plaza?...bueno que más da...hasta hoy que la ha seguido sin faltar uno por todos los “tablaos” de Madrid...

—...ese domingo había llorado mucho...mis gatos sospechaban que no me encontraba muy bien y ronroneaban a mi alrededor, para postre el cielo se puso negro y se rompió con una tormenta de ruido y luz...por la noche el sábado no me aseguraron otro contrato en La Cava y...me había levantado con un dolor de huesos que no se lo saltaba un gitano...y voy al baño, que si vómito o no y zas...ella... nunca había soltado un discurso semejante...que si esto, que si lo otro...más cabreada que una mona y va y me acusa de ser una cobarde...figúrese...¿yo?...así es que me cansé y dí un puñetazo al cristal y en esas chorreándome la sangre por la mano...va y se burla de mi...me la quedo mirando fijamente y...coño, soy yo partiéndome la boca de la risa...y no lo pienso más, me desnudo, salgo a la calle y me llevo a todos mis gatos, los amarillos, los verdes, los marrones...y la que se arma...entre el chaparrón, los coches, la gente...vaya lío...los de las tiendas que si vaya espectáculo, los conductores que si va a haber un accidente, y los mequetrefes del portal que llaman a la policía...
   ...Maravillas gesticulaba como de mentira, interpretando la verdad de un guión escrito a trazos medidos y exactos de su biografía larga e intensa...Cándido como por arte de magia, se había trasladado a un rincón melancólico de su memoria, él también hacía mucho, proyectó su soledad en un reflejo que le hacía compañía...entonces, sus hermanos, sus padres, sus compañeros, sus pocos amigos...decían que era un tanto excéntrico...¿qué diferencia había con el extravagante encanto de Maravillas?...¿por qué?...¿porque estudiaba o era callado y obediente?...¿porque solo en unas cuantas ocasiones rompió las reglas?...¿porque lo ha superado estando más solo?...¿era esto un esbozo de la nostalgia?...

—...Cándido, doctor, Cándido...¿me escucha?...
—claro, claro...pensaba en el cartel que la requisaron en comisaría incitando
a la rebeldía y jaleando la revolución, y en los pobres gatos, alterados con
tanta bocina y tanta agua...arañando a diestro y siniestro a los pobres viandantes...y en ese artilugio de la era prehistórica que según declaró el sargento, sonaba estupendamente, atronando los oídos con La Novena de Beethoven...y también según señalan los testigos, ese pulverizador que usó
como una pistola, regando de colonia elaborada por usted misma de sus tiestos, el aura de los que interceptaban sus pasos...
—...¿es grave?...

  Maravillas, alma y corazón, sensibilidad y chispa, entornó los parpados esperando el veredicto final...Cándido sabía que o aprovechaba el momento o
jamás tendría otra oportunidad...

—...nada que no se pueda solventar compartiendo una cena...¿aceptaría mi invitación para este viernes?...el dueño de La Cava me debe un favor y creo
que estará gustoso de nuestra cita...

   Maravillas Resquemores por fin había dicho un sí...se buscó expectante por si acaso en el espejo de la entrada a la consulta, se descubrió sin esfuerzo y sin remilgos,  y  contempló conforme los rasgos de su rostro y las trazas de su estilo original y único...los collares de coral y aguamarina, realzando su palidez, pulseras que repiqueteaban como campanillas, los anillos que engalanaban dedos romos y uñas de carmín, abalorios varios, repartidos por prendas y zapatos, estos de tacón bajo adornados con puntilla y flecos, la blusa de topos naranja que entonaba ideal con la diadema de mandarinas, como no se le había ocurrido antes, para sujetar una media melena caoba violeta, y la falda de gasa morada, tan volátil y vaporosa que si daba vueltas, contagiaba la sensación de volar…

—...por cierto...Maravillas, ¿le puedo confesar yo algo a usted?...
—...que disparate Cándido...faltaría más...
—...la extravagancia no importa si lleva una media de cada color...
—...se ha dado cuenta pillín...qué travieso es usted...

   Cándido Recelos se apresuró a despedir a Maravillas Resquemores, carne de gallina, cortes y cariñoso, por fin dejaba la comodidad de su sillón de cuero y el escudo de su bata blanca, de mil amores los cambiaba, por los nervios recientes del atrevimiento y por el pulso acelerado del instante pasado, tan fugaz y espontáneo como el asome de sus calcetines, uno verde pistacho y el otro negro tizón, por el bajo pesquero de los pantalones...






1 comentario:

  1. Me encantan los personajes, estan super bien conseguidos, que bueno leerlo de nuevo y por cierto este va al pelo con el supuesto de ayer¡¡bss

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