domingo, 14 de septiembre de 2014

VENUS




   Ana es tan ingenua como se lo permite la realidad, a la que cierra sus ojos grises siempre que puede, para abrirlos por dentro, y vivir su vida en su propio mundo, hecho a la medida de su afán y sus ilusiones...lo sé por que me lo cuenta cada atardecer, su sombra recortada en la ventana y yo observando sus gestos sinceros, infantiles, entonces como si nadie pudiera verla o mejor aún no le importara, despliega los encantos inocentes y dulces de la sorpresa, la admiración y la alegría a la que se somete puntualmente cada puesta de sol, cuando contempla un horizonte infinito y perfecto donde perderse dejándose llevar...
   Apenas ha cruzado una palabra conmigo en todo este tiempo de coincidencias, miradas salpicadas de casualidad y encuentros fortuitos a los que gracias a Venus, mi perra, he escuchado el sabor grave de su voz y he degustado el aroma fresco y jovial de su piel, comprendiendo, casi sin darme cuenta que mi existencia inadvertida a su alrededor, me hace testigo consciente de su persona y su historia, por que de repente la busco en mi soledad y la indiferencia de los momentos, la anhelo en las horas melancólicas de ausencia, y a mi pesar, la deseo en la intimidad cruda de mis sueños...
   Añoro la curiosidad de la primera vez, el recorte de su estampa tranquila tras el cristal, en la esquina milagrosa donde confluye la esencia de un parque orientado a la despedida dorada en colores del astro rey, toda envuelta en amarillo, sonriendo la emoción de un regalo inesperado, desde su habitación, donde la imagino disfrutando de la penumbra de la mañana y los rayos ocres, lánguidos y desvanecidos mientras anochece, pintando las paredes que quiero desnudas de un eterno arco iris...pero el plano de las suposiciones es más intenso que el convencimiento de su descripción, forma menuda y redonda, proporciones exactas a imagen y a escala de cualquier boceto de escultura clásica, rasgos serenos, bien dibujados y en continuo movimiento...así la percibo, inquieta, revolviendo el aire marcado por el paso de sus huellas, a las que se rebela, quiero pensar como a su destino...del que dicen huye como de un pasado repleto de malas experiencias...
   Acerté su nombre, confirmado una primavera de espera y paseo...alguien la llamó cuando acariciaba a Venus, y hubiera dado cualquier cosa por prolongar la nostalgia de su eco y entregárselo después a solas, con susurros mimosos entre los rizos cuidados, castaño claro, de su media melena brillante, suave, espesa...
   Preguntarle fue más fácil, romper la barrera de un silencio espectral en su presencia con un “¿vives por aquí?” trémulo y ansioso al que ni siquiera contestó...se alejaba deprisa, con una mueca señalando la terraza donde en tantas ocasiones le había visto tender la ropa, por defecto pensativa y ensimismada...
   Así es qué no tuve posibilidad de concentrarme en su boca de labios simétricos, torcidos levemente en perenne ironía, dirigiéndose exclusivamente a mí, no a Venus a la que colmaba de atención y cariños...y me aproveché en las semanas siguientes de las circunstancias y me acerqué a la idea de construir también en mi mente su particular universo, dejando un resquicio para que la razón entrara y otro para escapar por si me volvía loco...
   Por que a partir de ahí, olvidé la sensatez y el sentido común y disimulé con fingida naturalidad ser el mismo de antes, insulso, vulgar, otro vecino ...pero la verdad distaba bastante, latía dentro de mi una necesidad física, enfermiza, de evocar las líneas del instinto de su ser, y a trazos invisibles se me pasaban las horas recordando los detalles, las luces encendidas, apagadas, el reflejo de la televisión, un ordenador, intentando dilucidar si estaba con alguien, si llegaba tarde a nuestra cita violeta, de árboles, arbustos y columpios...y conseguí averiguar para mi fantasía que la tinta y el papel llenaban los ratos que la casa vacía se quedaba a oscuras...ni su jornada  estaba sometida a horarios que apretasen, ni sus fines de semana eran dormilones, temprano asomaba el saludo a Venus y su “¡Hola! ¿qué tal?”, arrancaban de mi impaciencia la correspondiente cortesía, educada, callada, con la barbilla clavada en el pecho...y como penitente con la cruz a cuestas intentaba mantener las pupilas fijas, por si acaso en un despiste intuía sus caprichos, sus manías, su orden caótico, sus despabilados impulsos, las tripas de sus frustraciones, la réplica a semejanza de su ensueño mágico, los números de su suerte, las caras de sus remordimientos, la timidez de sus miedos, su signo del zodiaco, el matiz de su culpa, tan femenina...
   Pero la oportunidad abrazó al azar en un otoño convidado de piedra, y una apuesta servida en bandeja engalanada de sentimientos como otra ocurrencia incauta, con la lluvia y el viento como excusa, un paraguas para usar juntos y un camino corto hasta el portal, y por fin, el espontáneo atrevimiento a entablar una conversación breve y somera, esta vez sin Venus...mi corazón terminó de sucumbir, no había ninguna duda, el entusiasmo saltaba por mis nervios como el pulso aceleraba la sangre de mis venas...no es extraño que allí parados, en medio de la tormenta, las frases del diálogo, se quedaran colgadas de un suspiro fugaz y en mi memoria, en una nube de algodón blanco...
   “...Trabajo desde aquí...en una biblioteca virtual, corrigiendo textos y leyendo borradores que luego subo a la red...con fecha de caducidad, apenas tengo tiempo de nada, los amigos se quedaron en la ciudad, como él, estoy separada...vine a empezar de nuevo, lejos también de una hermana, mi única familia...¿pero por qué te cuento todo esto?...eres un desconocido...bueno casi...está Venus...sola...no...Simplemente me protejo, para curarme mis heridas, despacio...tal vez...¿un café?...me llamo Ana, bueno pero tu ya lo sabes...”
      Y al descubierto, sin careta, en el renuncio de la incertidumbre y el desasosiego, fueron pasando los meses, y allí seguía encadenado a la esperanza entre interrogaciones y a aquel primer piso frío y húmedo, ojala un hogar aún por llenar, con toma directa de sal y tierra, mientras en mi interior se desmoronaban las estructuras de mi espíritu, débil y cobarde de fábrica...las ganas no eran suficientes y el alma enamorada no podían competir todavía con el ocaso más hermoso, orgulloso, posesivo, constante...





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