martes, 14 de agosto de 2012

Ausencias


   …Llegaron a la ciudad la misma noche que la sorpresa de la nieve en primavera, arrastrando un secreto enredado en sus sombras, sin equipaje y envueltos en pena…en el alma una esperanza, en el bolsillo una fotografía en blanco y negro, cuarteado el cartón de tanto mirarla…con el corazón empapado en recuerdos, y la manos trémulas de hielo, la mujer leía un periódico sin letras, ni titulares…buscaba concentrada un único suceso, enmarcado también en el gris oscuro de la tinta dramática, que escribe su historia desde entonces, a su lado el marido se distraía con unos naipes que iban apareciendo al azar, como cada día de su existencia después de aquello…y fue en aquel tugurio con ínfulas de cafetería, tan atemporal, tan sórdido, donde según el destino les vieron llorar, nadie supo del misterio, pero las lágrimas que llovían sobre el café con leche, fueron el preludio de un cuento, triste y amargo, pero qué encendió la vida de los bultos sin nombre, esbozos de clientela,  que como espectros habitaban el frío de esa madrugada…

   En un pueblo olvidado entre montañas y viento, existía una maldición, los más viejos del lugar recordaban muy bien cada detalle del hechizo, los más jóvenes…bueno, no había más jóvenes…en realidad era una aldea destruida por la desolación, la desgracia y el miedo del momento…Antes de la guerra un bullicio frenético llenaba sus calles y los fines de semana duplicaba el censo por el, famoso en la zona, mercado de ganado…tras la contienda, por los caminos sólo corría un reguero de sangre y en jornadas de fiesta y descanso, perezosos fantasmas salían de los rincones, y ya no hubo nada…en pie cuatro piedras para reconstruir las casas, las pocas ganas de los que quedaron y un nuevo alcalde impostor y su séquito de mercenarios con traje, chivatos del régimen que abusaron de sus armas y su poder para imponer la ley del mas fuerte…pasaron los años y el tiempo, los aldeanos volvieron a ser población con ajetreo y feria, pero en los campos y huertas de la memoria la siembra del rencor y el odio dieron su flor y fruto…espoleado por el alcohol de la borrachera y alentado por la inmunidad de su camisa azul, el hijo de la Mochuela, viuda y serpiente del Marqués del Valle, a carcajada de chiste y como si fuera una gracia, violó, protegido por la juerga y cobardía de sus secuaces, a Palomita, la hija adolescente de Pedro el Palomo…a la mañana siguiente, en la parte más soleada de la plaza, Pedro hizo justicia con los cartuchos de su escopeta, y con el cuerpo del sinvergüenza a vista de todos, aún caliente su mueca de desprecio y quieto el gesto de asombro, se entregó sin resistencia a la guardia civil…
   La Mochuela, víbora con piel y empaque de dama, desató su cólera y repartiendo brebajes y juramentos por cada era y esquina, preparaba su venganza de bruja…congregado de urgencia el pleno del ayuntamiento, al que acudió con los ojos secos, más amarillos y espantados que nunca, anunció entre gritos de sofoco y rabia, su amenaza tan terrible como perversa: “…los niños engendrados en estas tierras, jamás cumplirán diez inviernos…”
   …En el bar del milagro, el silencio calla el ambiente de tos y humo, el pasado enmudece…la mujer de aspecto enfermizo y frágil se levanta de la mesa y da voz al presente: “…Yo soy la herencia errante de aquel pecado, el testimonio hiriente de la maldad, la nieta ilegitima de la Mochuela y el Palomo…nadie hizo caso de la advertencia venenosa de la vieja, nadie creyó las palabras rotas por la ira y el dolor…al décimo aniversario del trágico acontecimiento, mis compañeros de juegos fallecían uno a uno, por causas desconocidas, entre el terror y la confusión …sin explicación posible, sobreviví a la vil condena de una escuela abandonada, a la fuga detestable de un berrinche en boca de arpía, pero no escapé al estigma del enojo y del rechazo, que los amigos y vecinos marcaron a fuego de furia en mi mente, y tuve que huir, junto a mi madre, del desasosiego de la conciencia y para siempre de aquel paisaje…luego supe que la mayoría también se había marchado, permanecieron allí, inquietos y puros, los espíritus y los que cuidaban en un cementerio docenas de tumbas blancas…
   …Antes de irnos, mi abuela en su lecho de muerte, me confirió la dignidad en un retrato niño de mi padre canalla, y anudado a un lamento remordido, un suspiro de ansia, otorgó: “…tu hijo no morirá, si vuelves al principio…” persona enrevesada como simple, máscara de genio y eminencia, así se fue al infierno, retorcidas las pupilas y consumiéndose sibilino el aliento… Y entendí, a pesar de mi inocencia, que el último vestigio de ponzoña anidaba en mis entrañas, y no la salvación en el latido de mi brisa…Y desde ese segundo que evoco de estampa macabra, he vagado sin descanso buscando el entorno y el sentido de aquella frase, de la imagen instantánea, legada como un tesoro en papel descolorido y ajado…
…cuando me quede embarazada sin querer, mi esposo y yo naufragamos en la desesperación de nuestra penitencia, en la locura de un futuro incierto con trampas y castigo, pero  reanudamos la investigación en horas cómplices de un reloj alado e iluso…hace unas semanas, una noticia con foto, publicada en un diario de malos augurios nos devolvió el pulso de la razón: “…en un barrio marginal de las afueras, mediado el mes de las flores, aparece todos los años, como por arte de magia, un niño corriendo detrás de una cometa, sale debajo de un balcón donde un hombre tiende la ropa y se pierde a la entrada de una cantina…”
   La mujer interrumpe su relato, se dobla su figura por una contracción salvaje…la sirena de la ambulancia coincide con el bostezo vago del amanecer, no da lugar a más…el llanto de un recién nacido llena de alegría la estancia entre rostros expectantes dibujados por el vaho y las palmas de los aplausos…con el caos de la situación, el sitio se queda vacío, como aquella comarca con leyenda, de emociones y sentimientos,  y en el suelo, caídas, testigos mudos de la escena, dos metáforas en negativo cobran semblanza, haciendo acto de presencia en esta narración y su fábula...la más antigua, casi sepia, tiene un apunte: “ 10 Cumpleaños. 19 Mayo 1964”…la otra, se esconde en un rotativo caduco, fechada el 19 de Mayo de 2005”, en ambas el niño que corre tras la cometa ya no está, ha desaparecido por el portón franco de una taberna que se cierra despacio, encima, un cartel luminoso parpadea a ratos: “Cada mochuelo a su olivo” como  mensaje final de una casualidad o el origen real de una quimera …sigue nevando, el camarero en la barra, victima de un espejismo, da la bienvenida a un nuevo numero del calendario, 19 Mayo 2006…mientras un mochuelo rebelde y una cometa abandonada, sobrevuelan el cielo despejando los sueños y el cansancio…


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