Aquella noche de abril, doblada la mayoría de
edad, salió de su agujero de lata y olvido a pedir tabaco a la cantina,
donde sus compañeros de ron triste y carcajadas, que no de fatigas ni embarque, celebraban por fin la travesía transatlántica al amanecer en el mercante “Luarca”, hacia las antiguas Indias de Colón.
Juan se entretuvo más de lo necesario para su salud mental con las conversaciones que hablaban de asaltos piratas, tierras desconocidas y tesoros ocultos y por primera vez sintió que el deseo de entregarse a los misterios del océano de su corazón era más fuerte que el miedo de su estómago y el pánico a la profundidad del infinito azul, y sin pensárselo dos veces se dejó llevar por la dulce y emotiva ilusión de flotar en una quimera, y desafiando su trémulo secreto, bien sabido hazmerreír, se decidió…
donde sus compañeros de ron triste y carcajadas, que no de fatigas ni embarque, celebraban por fin la travesía transatlántica al amanecer en el mercante “Luarca”, hacia las antiguas Indias de Colón.
Juan se entretuvo más de lo necesario para su salud mental con las conversaciones que hablaban de asaltos piratas, tierras desconocidas y tesoros ocultos y por primera vez sintió que el deseo de entregarse a los misterios del océano de su corazón era más fuerte que el miedo de su estómago y el pánico a la profundidad del infinito azul, y sin pensárselo dos veces se dejó llevar por la dulce y emotiva ilusión de flotar en una quimera, y desafiando su trémulo secreto, bien sabido hazmerreír, se decidió…
Juan, marinero de
secano y por imaginación, regresó a puerto y amarró el alma y el milagro en el
noray, un mes de agosto, cinco años después de aquella mágica borrachera…apenas
si recordaba la tormenta del tercer día, el desastre del “Luarca” y el
naufragio de su cuerpo, no de su cerebro, a la deriva casi una semana, agarrado
a dos tablas manchadas de sueños truncados, de lo que sucedió entonces poco
habla…ni de una isla verde, ni de la soledad tendida al sol y a la luna, ni del
rescate desesperado cuando ya no tenía ni idea de como se llamaba…
Ahora por Juan ya no
responde…conserva la barba y algunos harapos de la aventura, y la compañía
inesperada de un perro viejo al que llama Viernes cuando mendiga cariño y
limosna entre barcos carcomidos por el tiempo, varados en la nada, y si alguien
pregunta, al compás de unas monedas y al calor de una sonrisa, le cuenta la
historia de su verdadero nombre y que empieza…”Yo Robinson Crusoe o eso creo…”
Saltos temporales (cinco años en medio folio)
ResponderEliminar09 Mayo 2011