domingo, 5 de agosto de 2012

Dieta milagrosa


   …Me llamo Isabelle, aunque todo el mundo me conoce como anorexia, y no es de extrañar, desde que me hice famosa mostrando mi cuerpo esquelético, represento como nadie la estética de esta moda, tan deseada para algunos, tan repulsiva para otros…mi imagen enfermiza se adapta perfectamente a los síntomas de un mal social y bastaría arañar superficialmente los carteles con mis fotos, empapelando edificios y sembrando carreteras, para comprender ahora después de muerta, como me han utilizado para habitar el asco y las conciencias…De todas forma, si después de esta broma inventada y patética,  alguien es capaz de mirarme bien y aguantar el tajo repelente y mortal de mi estampa, dirá que al pellejo y a los huesos apenas hay que hacerles caso, que quizás son mero reproche a una vida de excesos, basada en la belleza efímera del instante, en la confianza ciega de retener en cada momento lo que en realidad ya se ha escapado, y competir descaramente por seguir siendo una misma, sin querer darse cuenta que hay otra siempre empujando, que te devuelve más fuerte el mismo descaro y sin respeto, ni vergüenza…
    Pero también dirá que es mi rostro el que importa, el que enseña y cuenta la verdad…cuantas noches en vela, buscando los pedazos rotos de un sueño frustrado, cuantos días gastando el tiempo, deshojando la margarita hasta que el espejo te engaña diferente y entonces como eterna enamorada te dejas convencer y coqueteas con las trampas peligrosas que la razonable locura dispone en tu mente…ese alguien que observa mi retrato, leerá detenidamente mis ojos y verá que se esconden asustadizos en la timidez verde y profunda de un océano intimo y en calma…me pregunto si resistirá el envite de una nariz trazada a juego del espacio, pendiente y pérdida en mitad de mi gesto… y sé que pondrá nombre a las pecas de mi piel si soporta el mapa imposible que las dibuja, el color atrevido que las encuentra inocentes y desnudas… y no hay palabra que salga de mi boca, casi perfecta, si acaso las ganas de ofrecer aliento y espanto al que necesite escuchar consejo mojado en lágrimas, pero mis cejas están en alto, desafiando osadas la llegada de la nausea, la exclamación y el terror que esperan agazapados en la sombra y la sorpresa de quien intenta averiguar en minutos compasivos, el silencio y el rechazo de mi mueca…y es que ya no duele la soledad, ni escuece el alivio ajeno al pasar de largo, por que nunca fui tan distinta, tan igual…


  …Claudia estaba atrapada en aquel atasco, un embrollo de obras y semáforos obligó a desviar su coche a una calle paralela por la que nunca pasaba, pero la hora clave de la salida del colegio se encargo de convertir la situación en desesperante, media hora de lio y había avanzado solo unos metros…las prisas siempre exigentes con los nervios, abandonaron las expectativas de puntualidad y echada a perder la tarde, que mejor que disfrutar del paisaje desconocido y quieto a través de las ventanillas…armada de extraña paciencia, y envuelta en la música tranquila de una emisora recomendada, ojeó sin mucha atención edificios y escaparates…
   Claudia, sin embargo, prefería imaginar como sería la vida de quien caminaba por las aceras, y de cuando en cuando mezclaba su propia historia entre otras cosas, componiendo un mosaico gigante que le levantó dolor de cabeza…fue entonces al despistar la mirada que sintió el escalofrío que dio la vuelta a su estómago, sin apenas darse cuenta, los ojos y demás sentidos habían confundido la dirección y se dieron de bruces con aquel cartel…le pareció una broma macabra, una fotografía cruda e indecente la estaba mirando, y además le hablaba en ese idioma cruel y amargo de la verdad que tan bien entendía...su corazón, un disparate trémulo, iba latiendo lluvia en la misma proporción que disminuía el ruido de la radio, los motores en marcha, o las conversaciones que se colaban por las rendijas de su piel, y así en un momento, el diluvio inundó de ahogo sus ganas…la memoria asalta con golpe de estado las circunstancias de su presencia, y en un rato insustancial, el esfuerzo rebelde de su lucha en el pasado, se rinde a los recuerdos, impacientes por salir del agujero negro de la derrota, para invadir inmisericordes cada bocanada de aire, que su alma atada a la tormenta, necesita…Sin saber que hacer, inmóvil y sumisa al asombro de sus pupilas traidoras, apartó como pudo de su mente aquella escena frágil y delicada de atracción sutil, que le estaba provocando con agria condescendencia y rencorosa lastima…y se tapó de angustia invisible los oídos para no escuchar los susurros jurando amor eterno de la mentira burlona…por qué ella también sucumbió al encanto envenenado de la delgadez extrema, a punto de cumplir los dieciséis, y después de un desengaño como luego vinieron muchos…pero el cepo del lamento ya la carcome, ya le ha enganchado… …una maraña de luces hizo desviar su contemplación divina, tan ingenua unos segundos antes, para descubrir en el espejo retrovisor la cara mas oscura, la esencia del miedo… pero no era su rostro el que se reflejaba…   
   La cabeza grande, en proporción, de ovalo triangular, en otro tiempo casi perfecto, cabello anaranjado, seco, tan pegado al cuero cabelludo como si estuviera pintado a mano, raya blanca en medio dividiendo el recogido supuesto o una coleta intuida, frente despejada, justa y cejas altas apenas marcadas por una expresión expectante y valiente, parpados ignorados, pestañas desnudas y ojos grandes, profundos y verdes, nariz personal y chata, de pómulos marcados, vértices exactos de la barbilla pequeña y redonda, rematando el mentón en pico, para completar el equilátero, mejillas escasas, repletas de pecas, tez clara, pálida, transparente,  labios que acatan la belleza,  dibujados para callar y besar, dientes escondidos, boca entreabierta queriendo decir, orejas grandes, seguras de libertad, y al descubierto esperando escuchar palabras, carcajadas, su nombre…
  …Claudia no atinó a pronunciar las letras, una figura sin forma ni rastro, se acercaba a ella muda de gritos y agitando unos brazos que se movían demasiado deprisa para comprender lo que estaba sucediendo…de repente no había nada ni nadie, y creyendo estar hipnotizada todavía por el juego mágico de una quimera, con el escaso valor reunido, desperdigado por los recovecos de su pulso, volvió a interrogar al espejo…no llegó a reconocerse, los nudillos de alguien que machacaba el cristal y las insoportables bocinas despertaron su breve ensueño de suspiros rotos…antes de girar la llave, tan desconfiada como herida, había buscado el estimulo de aquella aparición con el aliento sobrecogido, en su lugar un anuncio de ropa interior masculina invitaba a la sonrisa… arrancó desconcertada y hueca, dejando que el viento empapara su llanto y se llevara consigo la complicidad de un testigo que se escapaba de su conciencia con el gesto fugaz de un niño travieso durmiendo…cuando el acelerador rugió su huida, un periódico recién editado que reposaba su buche en el asiento de atrás, se abrió de par en par, el reportaje especial sobre Isabelle Caro y la anorexia vomitaba salvaje y brutal el espectáculo despiadado y duro de su penosa muerte…


                                                               

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