…Elisa
fue el inesperado regalo de mi cuarenta y nueve cumpleaños. Ernesto, mi marido,
se había empeñado en ir a bailar después de la cena y yo accedí no de muy buen
humor, pero él como siempre, conseguía engatusarme inventándose historias, que
hablaban de leyendas y dichos de los lugares que proponía, y así despertó mi
interés más que curioso por aquel local caribeño donde, según se comentaba, la
práctica del vudú y la magia negra antes del amanecer, se había convertido en
un espectáculo que dejaba sin aliento, contagiando a los visitantes que
aguantaban hasta finalizar el ritual, de un hipnótico hechizo que cristalizaba
con una última danza en un animo eufórico y jovial…
El garito estaba en el centro, sin carteles
luminosos, ni porteros que delataran alguna puerta prohibida…la entrada era
libre y desde la esquina del callejón ya sonaba la música sabrosa que invitaba
a una fiesta de calor y ritmo…pensé que más que discoteca aparentaba por su vestíbulo
angosto y haciendo embudo, un cuchitril
sórdido con forma de cueva donde la oscuridad sería la reina de la sala, pero
para mi sorpresa un inmenso espacio de luces claras y asientos blancos devolvieron
confianza a mi sonrisa tan escondida casi toda la noche…
Ernesto me dejó sola mientras atravesaba la
pista de baile buscando una barra larga señalizada con luces verdes y con un denso
índice de población tanto de bebedores a un lado como de camareros al otro…imposible
calcular cuando volvería con las copas, me senté entonces en un sillón, mirando
sin ver los habitantes que se movían febriles y concentrados, intentando
sincronizar sus constantes vitales con las notas embriagadoras, que emanaban de
los gigantescos altavoces, custodios en los ángulos del
cuadrado
exacto de, en ese instante, el centro del universo…y la vi sin mirar, atrapé su
imagen
con el rabillo del ojo, y ya no pude hacer otra cosa que enamorarme, de sus
pestañas, sus dedos, sus dientes, la sombra de su anatomía y hasta de su nombre
desconocido, y su piel mulata vistiendo sus gestos de diosa…
A partir de ese momento, que sencillo ha
sido amarla…Ernesto y yo, hace tiempo que hemos dejado de ser un matrimonio
ejemplar, compartimos casa y amantes, cuenta millonaria en el banco y
confidencias, somos dos buenos amigos, cómplices sexuales de ternura y
fantasía, infieles y leales desde el aburrimiento hasta la tentación, seguimos
nuestras propias reglas y respetamos la independencia del otro, aunque es
cierto que en compañía casi todo se disimula mejor y los secretos de una pareja
no tienen por que condenar a una doble vida…por eso, por que a estas alturas,
la superficialidad e hipocresía que nos rodea es tan absurda, que las
apariencias ya no son importantes y por qué después de más de veinte años de
convivencia nos conocíamos de memoria, bastó aquella madrugada con un guiño
para que Ernesto comprendiera que había acertado en su elección, y respondió
con su aplauso a la mía…
Sin demasiado esfuerzo por mi parte, Elisa
se dejó seducir, y arrastrando la mueca del misterio hasta hoy, aún me pregunto
si adivinó su futuro en una cincuentona adinerada y caprichosa o como nunca ha
querido contestarme, yo fui, que oportuno mi afán, su vía de escape…
Una semana de emociones y sentimientos, un
cuarto alquilado en una maleta y tres cajas, y se mudó con nosotros, para
recordarnos a ratos la hija que no tuvimos, y en la cama, la maestra intima y
privada, experta en el placer del cielo en la tierra…pero pronto descubrí que
Elisa, el sexo, lo practicaba con la mirada, disfrutaba cuando Ernesto y yo,
despistados por la excitación, no hacíamos cuenta de su ausencia y atrapados en
un teatro imaginario de pasión y gloria, representábamos para ella, sin papeles
aprendidos, ni guiones previos, la escena justa y precisa que complacía su
goce…poco a poco, lección a lección, mi convencimiento sobre la sexualidad fue
adquiriendo tonalidades nuevas y sensaciones diferentes…Elisa me mostró, ella
detrás de mi, yo frente al espejo, el deleite de contemplar la desnudez madura empapando
de coraje la esencia erótica de mi ser, sacó de dentro los resquicios rancios
que pudieran quedar de pecado y vergüenza y me obligó entre susurros y caricias
a creer que al satisfacer mi deseo, soy consciente y hermosa…en unos meses,
gracias a sus enseñanzas, era una mujer segura y firme que se entregaba con
dedicación y libertad a la tarea recomendada, y a los ejercicios del amor en
cuerpo y alma…entre los brazos de Elisa desaparecía el mundo, pero para no
comprometer la ilusión y descumplir promesas cumplidas, aceptábamos de buen
grado que Ernesto y yo no fuéramos los únicos alumnos, y a condición de
sinceridad y transparencia nos hicimos responsables, y cada uno a su manera, de adaptarnos a una situación
distinta y digerir lo mejor posible el latigazo del veneno celoso en la sangre…
…Ahora hace una año del milagro, del
despertar y tantas vivencias, así es que aquí estoy, en la puerta de un hotel
para celebrar que cumplo cincuenta, y mi puesta de largo en este arte singular
y atípico de parecer observar sin parecer ser observado… me gusta mirar y ellos
lo saben, por eso Elisa con una pizca de perversión y la chequera de mi esposo
ha preparado este juego, una dádiva que rompa la costumbre y la rutina para
provocar, aún más si cabe, una razonable exclamación y una corazonada de latido
loco…
El
salón es magnifico, lo suficientemente amplio para pasar desapercibida y
acogedor en la medida perfecta de sonido, luz y decorados…el grupo de personas
que me recibe, no muy numeroso, destaca la elegancia de sus galas y la
impertinencia de una mascara que cubre parcialmente el rostro, imitando los
rasgos necesarios del animal que identifica…en el ambiente flota un halo
conocido, familiar, pero no sé distinguir, quizás por el estupor, los detalles
que matizan la intranquila expectativa de mis nervios, desisto pues y me dejo
llevar…
…Me llama la atención el águila, alto y
enjuto, de boca fina y nariz errante, gesticula rápido cada frase y asiente
confiado al cruzar mi huella por su mirada, me tiende unas manos anchas,
francas, cálidas, que asoman sin recelo de una chaqueta exquisita, corte de
sastre y marca exclusiva…estalla mi mente adivinando un hombre cariñoso y
servil, dispuesto a cualquier acto a cambio de dejarle presumir de acompañante,
puede ser un coleccionista o un filántropo generoso, aunque obsesivo y vivaz,
lo presiento sin hijos y retraído a la hora de declarar sus temores…paso esquiva
y me doy de frente con la jirafa, que contraste, una mujer pequeña y oronda me
sonríe, deja al descubierto una boca grande de labios gruesos y rematada por
una hilera de dientes nacarados y simétricos, de cuello corto y ancho, destila alegría
y carcajadas cuando alguien se acerca y, sobona, toquetea hiriente, el pudor
del ingenuo que acude al embrujo de su risa, ¿será una encantadora de
serpientes, una bruja en extinción, una renegada madre superiora?...la examino
bien, pecho lechero, brazos cortos, manos mullidas y escritas, sin casi uñas,
el traje azul no favorece ni el color rojizo de su cabello, ni la línea perdida
de su cintura, ¿dos, tres, cuatro, cinco, seis hijos?...la dejo en paz con su juerga
y avanzo en dirección contraria, la ardilla me corta el camino de tajo…me
sorprende su silueta esbelta dibujada en rojo, zapatos y labios del mismo color
y unos ojos negros, profundos y temerosos que insinúan el alboroto rebelde de
su conciencia…de cuello estrecho y tenaz, los pómulos caídos declaran a favor
de un pasado mejor, sus manos duras, extensas, curadas de espanto, se abandonan
maniáticas sobre los rizos castaños de su melena, quizás rechazando el miedo o
peor amenazando tormenta, huyo al furor de los truenos y relámpagos de una
supuesta gobernanta, matrona, enfermera…pero
no tengo descanso, debo seguir la pauta marcada, Elisa me apremia para que
salga de mi refugio y siga buscando…escoger tres invitados, con la vista y la
imaginación, que casualidad, que simple…la lechuza se resigna interesante a su estado
de vigilia, el tigre deambula desorientado exigiendo caza, la rata se escurre
sibilina y sutil por los rincones, el caballo, la gaviota, el cerdo, la
grulla…llega el limite establecido de la medianoche y he tomado mi decisión, en
un reservado aparte, confieso a los oídos de mis amados amantes la lista de los
preferidos y me hacen subir despacio por una escalera alfombrada, al borde del
precipicio de la impaciencia vendan mis ojos, y adentran mi peso, sujetando mis
muñecas, en el paraíso sin paisaje de, intuyo, una suite, y entre empujones
dulces y palabras serias, me leen la siguiente instrucción…el delfín, la gata y
la pantera, me dicen, permanecen quietos, sin antifaz, sin prisas y con el
reproche tranquilo de quien apuesta lluvia y pesca en río revuelto… utilizando
cuatro sentidos seleccionar el ganador que respirará hálito y lecho con ellos,
mezclará gemidos y orgasmos, conmigo
presente y pendiente de la independencia del cuadro, su marco y su retrato…
Callada y trémula, opto por tomar las
riendas y alargo el tacto hacía la primera figura, deduzco que es la pantera,
huele a sudor salvaje, a planta exótica,
su roce es suave, su beso intenso de labios rebosantes y gusto espeso, mimo su
cabeza de pelo corto, rizado, áspero, ¿ raza negra?…la prenda que ciñe su
escote menudo y el contorno de sus caderas, es tan liviana como el ruego de mi
voz suplicando que desaparezca, y toco su estampa de carne, ¿casada,
soltera?...según avanzo por sus piernas, delgadas, lisas, trazo en el boceto de
mis ganas sus músculos, esculpidos, ágiles, ¿atleta?, y que se borran en el
desenlace de su sexo, carbón encendido, puro fuego que seca mi garganta cuando
me trago el ruido alado de su suspiro…un leve tropiezo y caigo en los brazos
firmes y masculinos del delfín, que agradable sensación, derretirme con este
saludo, sin pausa para el arrepentimiento,
desabrocho su camisa y restriego las mejillas ardientes en el vello lanudo
que siembra su torso, tejido de vigor y acero, mis manos rebuscan su cara y
releo con mis dedos su cabello lacio pero engominado, las cejas anchas, las
cosquillas de sus pestañas y el poder de su nariz, y caigo en la trampa de su
boca provocadora, insinuante, lasciva, de beso arrogante que sabe a sospecha herida…por
sus manos abiertas sé que es joven, un artista que empieza con el descaro de
quien, sometido probablemente a un complejo adolescente, acata cualquier
trabajo que confirme su ego, su estima…intenta retenerme componiendo con
enérgico empuje la estrategia del victimismo…pero el daño de su alma repele mi
impulso, y le dejó de rodillas, afligido por la ofensa, con el verso de su
encanto destrozado, vencido por la pena y la lástima…
La alarma de un reloj en algún sitio
atraviesa las paredes y en el sobresalto me estrello con ella…tiene que ser la
gata, ojala de ojos rasgados y verdes, ojala de labios preciosos y eternos,
ojala de cuerpo mojado en seda, ojala de lunares frescos que hielen las
confusas silabas, ojala la pasión de su cintura me acune al vaivén de la nana
que tararea, certeza de causa atrevida y efecto sensual, al recién nacido que
duerme feliz, después de haber mamado de los pechos que yo estoy lamiendo,
¿remordimientos, lágrimas?… harta de este fatal recreo, quiero quitarme la
venda, ya no aguanto más esta broma macabra...el silencio se hace dueño de mi
grito y antes que el descontrol arme su furia, cuento hasta diez y simulo con
semblante mareado el ímpetu de mi infantil rabieta…
Elisa y Ernesto, listos, inteligentes,
sabios, advierten quizás algo decepcionados, que el fin y final de la partida
está cerca y distraen mi atención hacía el baño y sus cuidados…Elisa me
acurruca en su ansia y Ernesto desaparece en la duda…en un cuarto de hora la
habitación se ha llenado de voces, movimiento, gente…empiezo a entender, Alfredo,
el águila, es el ingeniero contratado hace seis meses por Ernesto y que he visto
sólo de lejos, recuerdo que tiene tres hijos…Amelia, la jirafa, es la carnicera,
agradable y divertida, de impoluta bata blanca y moño recogido, y habita piso
con un viudo sin hijos…Ana, la ardilla, es la camarera desquiciante, se tomaba
el tiempo con tanta calma, del restaurante donde comimos ayer…¿qué está
sucediendo?...
…Alrededor de una original tarta de
cumpleaños, mis amigos, conocidos, y algún que otro extra contratado para la
ocasión, comentaban exaltados y jocosos la gracia de la ocurrencia, la buena
idea, y se felicitaban por ser participes de mi asombro… Recuperada ya de la primera impresión, del
susto, del ridículo, soy capaz de mantener el tipo, e intrépida, no me dejo
apabullar por el colofón de la farsa…Ernesto ejerció de director de orquesta y
en un breve discurso agradece la cooperación de todos en esto de fingir a ratos
y seguirme la corriente y me ofrece en bandeja de plata, literalmente, un
dvd…la ofrenda tiene bemoles, han grabado desde mi entrada al hotel hasta…hay
que convenir que el truco tiene los ingredientes de una gran estafa, unas
cuantas mentiras repartidas con precisión, algo de engaño en cada secuencia, la
ensoñación torpe del alcohol, y un horizonte sin fronteras plagado de
entretenimiento, infinitos activos y pasivos de la verdad… y entre el jubilo de
tanto bullicio, ellos, los dos vértices restantes del triangulo, tan poseídos y
orgullosos del impacto, relatan a la minima el cuento, los datos más valientes,
y matemáticamente planificados de la travesura, por cierto…la pantera, otra
osada pupila de Elisa al rescate de un auténtico flechazo, es jugadora
profesional de voleibol, y el delfín un modelo que cotiza al alza, que luce el
palmito del dinero fácil, y que acaba borracho de ambición olvidando sus
fracasos, pobre, demasiado sensible, tan afeminado…
No me compadezco de la espectadora que aprueba
raspando y por los pelos mientras cada uno está a lo suyo, y no hay rencor ni
venganza, aunque ninguno sabe que la película no está completa por que aún no
ha terminado…con la excusa del sueño y el cansancio abandono la reunión para
acudir al encuentro somero de la brisa, persiguiendo el eco latente de un reclamo que
como puñalada en la nuca, no sé en que capitulo de la serie, me declaró con
efímero maullido - “sin cámaras, habitación 515” -…una actriz en paro de
veintitantos, una escandalosa delicia, abre la puerta tibia a la esperanza de mi
entusiasmo y al regocijo y la dicha de alguna arruga, cuando unos ojos rasgados
y verdes me cantan un especial y peligroso feliz cumpleaños…
Descripción de un observador, tres personajes.
ResponderEliminar14/02/2011