martes, 14 de agosto de 2012

Moneda de cambio


   Los mercados internacionales estaban de enhorabuena, celebraban con gran boato y festejo la nueva incorporación de una moneda única que economistas, financieros y sobre todo políticos veían como una esperanza para la vieja Europa o la más moderna Unión Europea.
   Faltaban apenas unas horas para la medianoche y el ambiente prometía por lo menos incertidumbre, pero mientras todos se preguntaban como sería el estreno del novato billete después de las campanadas, el champán y las uvas, en la cámara acorazada del Banco de España, el acontecimiento se presumía especial y la nochevieja distinta a la de otros años…
­­—¡¡¡Asuuuuuuuucar!!!car!!!

—Nunca lo conseguirás Dólar, por mucho que te empeñes el Bolivar siempre desentona…
—No me cabrees más agorera, que bastante tengo encima.
La Libra tiene razón, insistes en imponer tu ritmo autoritario y a la fuerza, y no puede ser, se necesita ser más tolerante, más mano izquierda, que cada uno es de su padre y de su madre, y tú hala a mangonear…
—Vaya, el que faltaba—el Dólar enfurecido, al ver acercarse al Marco, rompió las partituras, esparciendo sus trozos en el suelo.
   El coro de Divisas Iberoamericanas, cansadas de tanto ensayo, aprovecharon el despiste para romper filas y tomarse una breve pausa y de paso un piscolabis…
—Si es que ya lo decía yo, eres un engreído, prepotente e ignorante—la Libra se sirvió una copa de ginebra con la carcajada en los labios.
—…bruja borracha, colonialista ladrona, por que peinas canas que si no…
—¡¡¡Qué, qué!!!—la Libra oronda y burlona, salió disparada y desafiante de detrás de la barra—¿me vas a declarar la guerra retrasado neocon?.
—Señores, señores, tengamos la fiesta en paz…—el Marco, con el ímpetu y vigor que le caracterizaba se interpuso entre los dos justo en el mismo momento que…
—¡¡¡Ya vienen!!!¡¡¡ya vienen!!!
   Un Yen kamikaze sobrevoló el falso techo gritando el aviso como una amenaza, para estrellarse contra el archivo de actas e inventarios de la sección nacional, con el consecuente estruendo y alboroto y jurando en arameo consignas que nadie escuchaba acostumbrados a no entenderle…
—Sanguinario, recoge los bártulos y escóndete…los demás a sus puestos, ¿y la Lira y el Franco?—el Marco, organizador y maestro de ceremonias, en un periquete dispuso con gestos enérgicos y voz firme la estrategia de la situación.
—Rubia, ¿estás preparada?.
—Ozú, mi arma…aquí estoy dispuesta pa lo que tu dispongas.
—¡¡¡Pelota!!!—se oyó decir por las rendijas de un arca de madera inmensa que reposaba descolocada debajo de un letrero con mal augurio: FUNDICIÓN
—Cállate, Duro mariposón, exiliaoooooo…—el Dólar bravo y crecido, se volvió con sorna de su tarima de director de orquesta y su insulto resonó con eco por cada rincón de la estancia…
—Ah, no, eso sí que no…con mi amigo no se mete ni dios, y menos tu, yanqui de pacotilla, mal nacido…
   La Peseta, pizpireta y con paso decidido salió de una esquina y recogiéndose hasta los muslos la bata de cola y lunares, se fue hacía la tribuna a encarar con un vis a vis los piropos del norteamericano…
—Así no hay manera de montar nada, es imposible, ¿no sois capaces de hacer un esfuerzo?...llevamos semanas intentando que esta gala de navidad sea un éxito, y estoy harto, nunca os ponéis de acuerdo, lo que empieza como una broma tópica, acaba en rencor y reproche…—el Marco se desesperaba tirandose de los pelos.
—…es la mala leche de ese sinvergüenza arapahoe, con él no hay forma, solo busca gresca…¡¡¡hip!!!¡¡¡hip!!!—la Libra bebió de un trago otra copa a la salud del Dólar, que apretando los puños reprimió quien sabe qué impulso, pero por lo menos asesino…
—...vale, vale, tengamos la noche en paz…que la Pela es la Pela y aguanta lo que la echen—dijo la Peseta dándose la vuelta con la rabia en la garganta, y mirando con lágrimas en los ojos el hueco vacío del Duro en el estante de arriba—además, tarde o temprano ese será nuestro destino.
—Por favor, el Franco, la Lira…¿Dónde están?—el Marco, carácter de hierro y genes cuadrados y herméticos, repuesto al segundo de su desanimo, chillaba caminando de un lado para otro con la cabeza negando lo evidente…—el coro, la Peseta
—Oh, la la…yo no puedo ponerme el traje de torero monsieur, me queda demasiado estrecho…—el Franco, acicalándose el bigote, apareció de repente en calzoncillos provocando la mofa y risa de los que esperaban ordenes para continuar.
—¡¡¡Huevón!!!—exclamó el Duro desde su encierro.
—¡¡¡Hueeeeeeeeeeevón!!!¡¡¡von!!!—siguió la replica socarrona del coro, por fin en su sitio.
—Otra vez tú…—el Dólar pataleaba su mala suerte
—…el chavito venezolazo te ha salido rebelde—gangosa, la Libra ya iba por la quinta ginebra— ¡Viva la Revolución!
—Ya está bien, se acabó el cachondeo…Franco tienes que ponerte el traje como sea, lo del Duro fue un triste imprevisto, tu eres el único que tiene tipo y empaque, por cierto ¿y la Lira?...la última vez estaba contigo—el Marco acompañó con una mueca expectante los ojos de asombro del Franco, le había pillado en un renunció…
—Vamos Franco, no seas modesto que está muy buena…yo también…—el Dólar, obsceno, sacó la lengua.
—¡Mequetrefe impertinente!...te vas a enterar—el Franco lanzó la montera al aire.
—Estoy aquí, Marco, estoy aquí…
   La Lira, de rostro perfecto y cuerpo de escándalo, sorprendió con su presencia en paños menores cortando de cuajo la retahíla de improperios…la respiración general se alteró con suspense, paralizando la escena y enmudeciendo las frases derretidas en belleza y calma…
—Estaba…bueno, ya sabéis—coqueta, señalaba con mirada dulce hacía donde desaparecía el Franco para vestirse.
   No dio tiempo a más…el ruido seco de unos pasos precisos mojó el instante con lluvia de intriga y al abrir el portón blindado, cada uno desde su cartera, quietos, muy quietos, pudieron comprobar con la emoción del nudo en el estomago, el enorme cajón de metal que cuatro operarios portaban y que llevaba grabado en la tapa un nombre: EURO.
—Harakiri, ¿ya se han marchado?...
—Sayonara baby.
   El Yen tuvo que aterrizar de emergencia en el compartimento de las valijas diplomáticas, a punto de atravesar el peligroso límite de las cajas de seguridad con doble alarma.
—¡¡¡Huyyyyyy!!!¡¡¡yyy!!!—el coro se adelantó en falsete al fracaso del plan.
—Japo, por el emperador Hirohito quita ese cacharro de mi vista, Libra las luces, Rubia no te equivoques con la coreografía…—el Marco se desgañitaba dando voces, ya no sabía que hacer—venga, Franco, Lira, mucha mierda, ¿listos?...
   Con el jaleo que había liado el Yen, el Dólar cobarde se había asustado y corría despavorido con la batuta en movimiento, el coro le seguía a corta distancia cantando y bailando al son loco de los aspavientos que el americano dibujaba en su fuga…la Peseta con las palmas del Duro, bailaba una rumba, la Lira y el Franco no podían evitar esa atracción fatal cuando estaban juntos y suspiraban encendidos de pasión detrás del telón…y la Libra…dos botellas de ginebra después, roncaba la borrachera con la nuca apoyada en un taburete.
   Ante el caos de semejante espectáculo, el pobre Marco…cansado de que le ninguneasen, se bajó los pantalones y les enseñó el peludo trasero, y ni así le hicieron caso…

—No te preocupes muchacho, aunque no lo parezca, son buena gente.
   Una voz grave y embriagadora embelesó la reacción tímida del Euro, que permanecía en estado de alucine, impresionados sus nervios todavía por el influjo de aquella representación,  contemplando como un bobo pasmarote el devenir de las circunstancias…
—¿Quién es usted?—el chaval buscaba con la mirada el origen de aquel consejo.
—Alguien con ganas de estar tranquilo, que como ya te habrás dado cuenta, aquí es imposible—la pequeña moneda escapó de un estuche de terciopelo negro que había pasado desapercibido a la primera inspección del chico—soy un Céntimo antiguo, veterano de la segunda republica, pertenezco a una colección privada que custodia, entre exposición y exposición, una aseguradora…
—¡Vaya! Quien diría que es de otro siglo...está usted estupendo, yo me llamo Euro, vengo de…
—…la mente de algún soplagaitas—la voz musical del Céntimo, se adelantó al saludo amistoso de los dos—…el dinero, siempre el dinero, no se cansan de inventar cadenas para esclavizar, por dentro y por fuera, a los ilusos humanos…
—No le entiendo…yo…me han creado para fines legales y dignos, me han ideado con planes de futuro, una solución para…
—…Bla,bla,bla,bla...comida de coco del sistema, defecto de fábrica…¡Bah!,eres un crío…
—Oiga, ¿como se atreve?...no me conoce—el Euro dio un paso adelante, discreto y educado.
—…te equivocas, he conocido a muchos como tú—el Céntimo doblaba las esquinas despacio—comparto casa con ancianos que también disfrutaron de eventos y juergas y subieron tan alto su estima que cuando otros vinieron a sustituirles, incrédulos y destrozados, no supieron como rehacer su vida…los más afortunados, piezas raras o únicas, sobrevivimos al olvido…los comunes y efímeros, se suicidaron, precipitándose por agujeros y alcantarillas o se abandonaban al amparo de su perdición y al capricho de los bolsillos, intuyendo un horizonte sin recuerdos ni memoria…
—A mi no me va ocurrir, me han diseñado con la tenacidad que da ser símbolo de unidad y progreso—el Euro vaciló orgulloso su argumento.
—Tampoco ellos pensaron en su presente ya pasado que hoy tú les quitarías el puesto…—el Céntimo miró a sus cómplices camaradas con la ternura del cariño y la sabiduría de las arrugas expertas…—…y mírales, saben que tu eres el cambio, que has venido para relegarles a montones y fajos vaticinando hogueras y sin embargo, ahí están, sin miedo al ridículo, valientes contra el porvenir, con la jarana a cuestas para darte la bienvenida a este nuestro mundo, con verbena y alegría…
—¿De verdad?...—el Euro agradecido por tan simpática noticia, sonrió a un falso público que imaginaba divertido y atento—…entonces, ¿no me darán la espalda?.
—¿Pero tu te has fijado bien en los personajes de este cuento?—el Céntimo confió su mejor discurso—…increíble o no, nosotros somos el deseo de muchos, la imagen figurada del universo de las envidias, la ambición y el poder…por poseernos se hacen las barbaridades más inconfesables, malas y feas, las simples, las nimias, las más sencillas también, se corrompen gobiernos, se chantajean personas y estados, se soborna al orden y a la ley…se compran asesinos, armas y droga…se venden prostitutas, chaperos y traidores, ante nuestra estampa se han rendido reyes, generales y emperadores, se han invadido tierras, países y estrellas...y sin embargo…
—…anheláis tener valor por vosotros mismos, dar sentido al tesón y voluntad de vuestro trabajo, eligiendo la inversión de cada propósito…bondad, caridad, corazón y alma y por encima de todo…
—…ser leales al sentido común y al sentimiento—el Céntimo asintió convencido.—…anda es hora de que te presentes a tus compañeros, ya tendremos ratos de sobra para conversar.
   El Euro dudó de genio y compostura, cuanto había aprendido en tan breve charla, como se habían evaporado los presuntuosos humos que adornaban sus rasgos de serie, que necesaria la verdad de la palabra, regalando sueños enamorados de latir y aventuras de magia y color…
—¡¡¡Gracias!!!—exclamó en alto para que se le oyera, y fascinado aún por la acogedora sensatez del abuelo, se dirigió hacía el escenario, entregado ya a la cautivadora fugacidad de las prisas y dispuesto en su osadía, libre de precintos, a cualquier avatar.
   Un reloj lejano devolvió el infinito a la realidad con doce llamadas y un siempre…a la vez que desperezándose el silencio se escuchaba:
—¡¡¡Maaaaaaaaaaaaaaaaambo!!!bo!!!



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