viernes, 24 de agosto de 2012

Pídeme lo que quieras


—Pídeme lo que quieras, pero eso no—dijo el Pelanas con gesto serio.
—...vamos no digas tonterías, ¿que tienes que ofrecer aparte de tu conciencia de asesino?
—...mato gente, es verdad, pero no tengo por que tragar con los remordimientos y la culpa de quien me hace el encargo…
—…de eso me ocupo yo…tu sólo aprieta el gatillo, es así de fácil…
—No, he dicho que no…
   El Pelanas rechazó la pistola tendida y se marchó dando la espalda lentamente al escupitajo de soberbia convertido en amenaza…
—…¡¡Te arrepentirás!!...


   El Pelanas y Catarritos eran mellizos de distinto padre…en el barrio nadie sabía, pero todo el mundo sospechaba que algo extraño y más allá de lo físico, marcaba la diferencia entre uno y otro, aunque los dos nacieran y crecieran como hermanos…
   Coralines parió sola, en un colchón mugriento y sin tripas, que apenas sirvió para frenar el ímpetu con el que el primer niño salió disparado entre las ingles…anestesiada por el dolor y el caballo, Coralines ni sintió que una segunda criatura se le escurría, como una lágrima, por las piernas…
    Prostituta ocasional de monos y sobredosis, Coralines compartía cuchitril de patada en la puerta con un puñado de heroinómanos, que como ella, deambulaban por esquinas y rincones buscándose la vida, para luego colgados de una aguja, pico a pico, quitársela…
    Tres horas de llanto infantil después, desangrada y abandonada en el mismo sitio donde dio a luz, la encontró la policía, todavía con la jeringuilla pinchando la vena y el cordón umbilical, arrancado de cuajo, enredado en sus manos…
    Los dos criejos agotados de frío y hambre se durmieron en brazos de un agente hasta que despertaron desgañitándose en la habitación de su abuela, un mastodonte por fuera y por dentro que vio en la desesperación de su hija una oportunidad para depender, y así lo haría, de los servicios sociales…
   La Sultana, conocida así por su oronda figura y las ínfulas de grandeza que paseaba por el vecindario, tenía también acogida en su casa, un piso modesto de 60 metros, pagado por su marido, a la hija de este…una muchacha de la misma edad de Coralines pero a la que le faltaba un hervor y que le venía de perlas para tenerla como esclava…mientras ella presumía de desprendida y generosa…
   De pasado misterioso, la Sultana se instaló en el extrarradio cuando, decían las malas lenguas, cazó en el altar al tonto del Meapilas, un ignorante
fanfarrón que el único colín que se había comido se le había indigestado el mismo días que le dejaron, con una niña retrasada, y a la que por compasión adoptó, creyendo que era suya…encoñado de las tetas y las caricias fáciles de la Sultana, puso a sus pies lo que poseía y hasta que esta le había enterrado de una estoica borrachera hacía más de un lustro, su convivencia transcurrió entre palizas mutuas y el suplicio del rencor y el resentimiento,
enquistados por la necesidad de una cariño que ni siquiera existió al quedarse embarazada, ni al venir al mundo Coralines, una hermana entrañable para la Pilitas y un fastidio para sus padres, a la que tampoco quisieron, ni le dedicaron más tiempo y atención, que rellenar algunos formularios, como la partida de nacimiento o la matricula de la escuela, que
Coralines abandonó, como el infierno helado de su hogar, a los doce años…
   Ya desde pequeña, la niña despuntaba maneras en sus travesuras, y por su disposición a meterse en todos los charcos traspasó enseguida la fina barrera entre rebelde y descarriada y luego perdida…así, sin permiso ni control y demasiado desarrollados su cuerpo y astucia, se las ingenió para engañar a un panoli estirado y pedófilo al que había desplumado en el segundo encuentro para fugarse con su novio, un pijo sinvergüenza del que siempre estuvo enamorada y que la dejó tirada a las primeras de cambio en otra ciudad y una cuneta…a partir de ese instante, a Coralines sólo le importó sobrevivir…
   ...Dando tumbos, regresó a sus orígenes ayudada por la amiga de turno y correrías, y del Meapilas, que unos meses antes de morir había conseguido contactar con ella  para la firma de unos papeles de su ya esquilmado testamento, como una premonición del futuro de los dos y a la que por obligación y algo de pena envió calderilla y un billete de autobús…
   Coralines, tropezó en la misma tentadora piedra y recayó en el mismo hoyo de donde aún no había salido y entre malos consejos y peores compañías consumió su ya leve y fugaz esperanza de rehabilitación y dijo adiós a un efímero borrón y cuenta nueva…por que qué estuviera preñada fue lo de menos, que no supiera de quien tampoco la afectaba, pero el que ocurriría después con tantas responsabilidades y ataduras, la convirtió en carne de cañón de su propia debilidad e impotencia y antes de volverse loca, se entregó sin pensar a su puta suerte que con 19 y el sufrimiento cosido a su piel, se la llevó por delante dejando en su eterna ausencia, un regalo envenenado y sin envolver…
   Fue la Pilitas quien se hizo cargo de los chiquillos, fue ella quien les dio ternura y cuidados, mientras su madrastra, la Sultana, se dedicaba a diestro y siniestro a pedir ayudas, haciendo gala de un encanto natural rayando en el desparpajo y si fuese necesario, no tardaba en mostrar, en el escaparate de su rostro excesivo en facciones y maquillaje, un estudiado registro de lloros, lamentos, y su famoso suspiro que desarmaba hasta el más pintado…
   De sus nietos, ni pío…por no malgastar palabras, ni los puso nombre…tuvo que ser la Pilitas, con sus inocentes entendederas , quien los empezase a llamar como datarían en el Registro Civil…Pelanas y Catarritos Ramirez Calvo, de madre Coralines Ramirez Calvo y padre desconocido…
   El Pelanas era peludo y rubio, de ojos claros y boca siempre dispuesta, tanto a decir las cosas claras como a besar los labios que se pusieran a tiro, o a los que les hiciera falta…era tan hijo legítimo de su madre, que manifestaba desde el principio igual que el envoltorio de pelusa en el que llegó un aura mágica, su mismo perfil indómito y las mismas formas revoltosas de enfrentarse a la realidad…
   Catarritos por su parte, asomó de casualidad a la existencia, enclenque y enfermizo, arrastraba como una sombra pesada y oscura, su pálida tez y la huella profunda de sus ojeras…pero a pesar de permanecer casi entera su infancia postrado en una cama pendiente del termómetro y el jarabe de la tos, era una muchacho vivaracho que adoraba a su hermano menor y al que le unía un vinculo especial repartido a medias entre la devoción y la envidia…
   La Sultana se rompió la cadera aquel verano, el Pelanas y Catarritos, adolescentes inquietos a jornada completa, andaban enamoriscaos de la Princesa, la chica más guapa del arrabal…les dejaba sin sentido al pasar junto a ellos en el parque con sus amigas, el Pelanas liándose un porrillo mientras su hermano repasaba los apuntes del próximo examen…su melena negra ondeando al viento, su sonrisa nívea, abierta y esa mirada verde, fresca, que olía a brisa, a mar…se contoneaba con aires de superioridad sin medir, ni calcular, que aquel meneo de caderas, con tanto garbo y salero, tendría sus fatales consecuencias…
   La Pilitas tuvo que ser ingresada en un centro especial, empezaba a ser un estorbo, la pobre ya no podía ni con su alma, otra vez la Sultana interviniendo solicita ante una molestia más, y allí se quedó, en aquel cuartucho gris, un hueco en el espacio, vacío y sin ventana, relamiendo boba y feliz su tranquila soledad…sin visitas, con escasos recuerdos y poca cordura…
   A los 14, el Pelanas no aguantó la situación, la Sultana inmóvil y empotrada en una depresión fingida, la tomó con ellos y con el genio característico, a la minima soltaba mamporros y exabruptos sin venir a cuento…los chavales hartos de su brutal conducta y de padecer aquel calvario, decidieron por su cuenta hacer lo que consideraron mejor para cada uno, o levantar el culo y ahuecar el ala o capear el temporal con la cabeza metida en el agujero…así el Pelanas la primavera del 92, hizo mutis por el foro, con insultos y reproches como preciadas pertenencias en la mochila de su corazón, el dedo pulgar entrenado en el arcen de la carretera y algo de dinero ahorrado a base de picardías y trapicheo…
   Del Pelanas no se volvió a tener noticias hasta que apareció, muchos recurrieron al azar, en la boda del Catarritos, pero los enterados dicen que fue este quien le había avisado, aprovechando las influencias de su puesto de alto ejecutivo en aquel conglomerado de oficinas y empresas, donde, los que le trataron comentaban que se movía como pez en el agua…”quien te ha visto y quien te ve”… le vociferaba su abuela, la tarde de la semana que se dejaba caer por el suburbio en mercedes con chofer y gafas de sol, maqueado con traje elegante confeccionado a medida y corte de pelo de asesor de imagen…
—…que te crees que no sé que solo vienes a ver si me he muerto…
—…abuela, no digas eso…
—…tu y tus negocios porculeros…menos mal que de algo ha servido mi sacrificio…pero quieres que me muera para quedarte con lo poco que tengo…
—…ya no tienes nada abuela, sólo este piso…
—…no eres un drogadicto como tu madre y como tu hermano, pero ellos eran buenos, tu eres una serpiente, rastrero y sibilino…antes lo vendo pero no te daré el gusto de que me robes con tus enrevesadas artimañas…
   Catarritos con suma paciencia soportaba como un jabato los envites de la vieja y asentía dándole la razón y por que en el fondo era más que lista y acertaba en los propósitos y pensamientos de su nieto…
—…el piso no abuela…la manzana entera…—susurraba ambicioso…
   La Sultana falleció un mes antes de la boda de Catarritos con la Princesa, aunque hubiese dado igual, no hubiera ido…lo decidió al despedirse de él un anochecer sin luna…
—…esa mujer no es para ti…si estuviera aquí el Pelanas…hasta en eso te quieres parecer a él, pero no puedes…la Princesa siempre le pertenecerá…la has convencido con tu labia ponzoñosa  y la has comprado por un talón en blanco, pero yo no voy a seguir tu juego de pompas y encajes mentirosos, una falsa boda de cara a la galería, para alimentar el orgullo de tu maldad y donde los sentimientos son de plástico barato…
   Catarritos al oírle decir eso, tuvo la impresión de estar escuchando a un fantasma y con el latido a cien y el resquemor estallando en su mente, dio una vuelta por los sitios de su niñez intentando calmar los nervios del odio y curar de esa guisa la traición de su memoria al evocar en su imaginación las sentencias de la Sultana, y en una sucesión de dibujos y cromos, como una película de clase b mal montada, la escapada de la Princesa con su hermano, el regreso de esta con el porte y las orejas caídas y el silencio sellando el secreto escondido de su fracaso…y como al limite del imposible, se dejó seducir por Catarritos, educado, rico, servil…dañino, ruin, cruel a partir de descubrir el engaño unos meses antes de la boda, la Princesa con la excusa de un viaje de trabajo se había reunido con el Pelanas, Catarritos herido en su vanidad de alimaña no perdonó la injuria, hábil en el disimulo y como un témpano sin inmutarse ni rechistar, seguía a lo suyo, acostumbrado como estaba a llevar la batuta, con los preparativos de la ceremonia, y maquinando receloso y ladino, la venganza con trampa y con cartón…

    …Y ahora en el banquete, los invitados disfrutan de un menú de lujo y en un jardín decorado como un edén para tan magnifico y famoso acontecimiento…la Princesa mariposea de grupo en grupo ajena a la conversación, impaciente y trémula por saludar a su cuñado y quedarse a solas con él…

—¿Por qué me has hecho venir?—el Pelanas ofreció su cara más amable…
—…hay rumores de que eres un criminal a sueldo…—Catarritos sirvió su desprecio en una copa de vino…
—…vaya las suposiciones vuelan…—el Pelanas se sentó en un sillón tapizado de flores rojas…
—…quiero proponerte algo…te pagaré bien…
—…no dejas de especular, ni cuando te casas hermanito…te noto cansado…deberías coger unas vacaciones, ahora que eres dueño de lo que anhelabas y más…o quizás no, ¿no encuentras las escrituras del piso de la abuela?, ¿no te parece raro?...
—…¿te estás riendo de mi?...—Catarritos desafiante se encaró con el Pelanas que se levantó como un resorte …
—…no mereces ni una carcajada…yo también tengo contactos…eres un bicho miserable…sabes de sobra a lo que me refiero, y sin embargo no haces más que meter la uña en la llaga…
—…ella te amaba, ¿Qué pasó?...quiero saberlo, te lo exigo…—le cogió por las solapas de la chaqueta, vil y arrogante…
—…¿no te lo ha contado?...
—…yo soy un caballero…
—…de quita y pon, y lleno de complejos… yo no te lo voy a contar…el pasado pasado está…
—…no me digas…con tus antecedentes de muerto de hambre, delincuente de alcantarilla, cadáver nauseabundo…¿sigo?...que pronto olvidas…
—…lo que pasara entre los dos no es de tu incumbencia…ella merece un respeto…
—…el único que merece un respeto soy yo…está embarazada de un hijo tuyo y ni puedo, ni quiero cargar con la humillación y el ridículo que supone,  por eso te daré un cheque de seis cifras, si la matas…
   Al Pelanas se le había parado el pulso, le faltaba atmosfera que respirar…intuyó al recibir la embaucadora y cálida invitación, que no había que estrujar mucho el cerebro para leer en transparente caligrafía, las ocultas y latentes intenciones que estaban detrás del mensaje…y aún así acudió puntual y de etiqueta en la fecha y hora señalada, fiel a su carismática expresión y leal a la gracia de sus rasgos, acentuando más si era posible, su encanto tan pillo como atractivo, y acompañando a la espera y al asombro de un enlace con disfraz mediático, y con pleno conocimiento de causa, al peligro de meterse directamente en las fauces del lobo…pero era más fuerte el amor y cedió al chantaje…

   Y a continuación de la propuesta de Catarritos, tan absurda como feroz,  ¿por qué no había intentado explicarle, justificar, demostrarse?...prefería huir otra vez de su sangre gemela, que sentía hirviendo en ira y quiso cogerle por los hombros y con frases delicadas y dulces compensar su temor, y velar por el sueño de su quimera, sincerándose…
   La Princesa decidida en su emoción había buscado al Pelanas por todas partes, le encontró en la cárcel, cumpliendo condena  por tráfico de perico y pastillas, así de indiscutible y simple, no era el momento más adecuado para formar una familia…con un pellizco encogiendo las entrañas le había hecho desistir en su empeño, con la persuasión del típico tópico: “no te merezco, es mejor así” y la Princesa obediente se había convencido, o eso pareció, y con la ilusión vertida por el suelo retornó al ansia egoísta y canalla de Catarritos…pero el amor era más fuerte y la Princesa se inventó una burda disculpa a modo de cita…hechizados por el deseo, el Pelanas consciente de lo que se apostaba y la Princesa naufraga en el hastío amargo de las coacciones y el miedo, sucumbieron al instinto salvaje de la pasión, al placer audaz y cercano de fusionarse en el infinito del universo y la nada, como final libre y resumido de la historia…

   Pero al Pelanas se le atragantó la amenaza cobarde y se había parado en seco…
—…¿no te marchabas?...—bravucón y chulesco, Catarritos le lanzó su peor mueca…
—…he reflexionado y…he cometido errores, deambulando de aquí para allá sin rumbo fijo, es hora de plantarse y tomar decisiones…ya no hay marcha atrás…—el Pelanas del semblante perfecto y brillante estampa, burló un guiño a la pirueta del destino…
—…haces lo que debes, si no la matas tu…se lo pediré a otro…sé de alguien que se divertirá de lo lindo—Catarritos le brindó el arma socarrón y con el habitual desdén…
—…te vas a quedar con las ganas…
    El Pelanas la cogió sin dudar y sacó un documento del bolsillo…
—...¡¡las escrituras!!¡¡Cabrón!!...—Catarritos no pudo digerir la sorpresa…
—…se te adelantó la Sultana
…y sin mover un músculo, sin pestañear, le disparó entre las cejas…


1 comentario:

  1. In media res (empezar por el nudo para volver al planteamiento normal de exposición-nudo-desenlace)
    Frase inicial marcada
    11 Abril 2011

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