domingo, 9 de septiembre de 2012

Boda


...Y por fin suenan campanas de boda...antes fueron los nervios rebeldes, el miedo dulce, la impaciencia infinita...y todo por dentro, en el alma, en el corazón, las entrañas, dejando desnudos por fuera los impecables trajes de alegría y celebración rozando la piel erizada, y las sonrisas inquietas dibujando su mueca expectante entre gestos únicos, irrepetibles, los saludos ciegos y las palabras inconexas...y antes de eso los planes esbozados y fugaces en una conversación inesperada, la decisión atrevida por osada y valiente, la sorpresa enigmática en el tiempo efímero y el espacio fugaz...esto después de la ilusión que flanqueó de estrellas el momento, los sueños salpicando el camino largo y difícil, el roce compartido que acariciaba
la emoción y las sensaciones de cada encuentro...y en la base una primera mirada que busca y encuentra, un primer beso entre sombra y luna y dos nombres enamorados, revoloteando el presente eterno del cielo claro y el futuro rizado en la intimidad por desconocidas certezas y franca vida, en este día tierno rebosante de amor, miel y universo....


Segunda parte:


La mariposa se posó sobre el hombro del joven príncipe y le preguntó:
-¿Por qué miras con tanta insistencia al cielo?
El muchacho contestó con una sonrisa en la boca:
-Si alguien ama a una flor de la existen más de un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz mirando las estrellas…

   …En el planeta del príncipe crecían flores que ni ocupaban lugar, ni molestaban a nadie. Aparecían y desaparecían. Pero un día un tallo que no se parecía a los demás despertó en el joven una enorme expectación por el tiempo y el cuidado que se tomó en aparecer por primera vez. Era una rosa especialmente bella que regaba en los ocasos y abrigaba en las noches frías.
   Un día el príncipe marchó de viaje a otros planetas. En uno de ellos tras haber pasado por multitud de dificultades, encontró un camino que le condujo hasta un jardín de rosas idénticas a la suya. En ese momento descubrió que su rosa no era única en el universo, si no una rosa más…y tendido en la hierba lloró desesperadamente hasta que las lágrimas le dejaron ver y comprendió que cada rosa era distinta y ninguna como la suya.

La mariposa revoloteó curiosa y volvió a preguntar:
-¿Si es una rosa igual por qué la tuya es diferente?
El muchacho mirando al infinito contestó:
-Ellas no son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Son muy bellas pero están vacías y nadie daría la vida por su color. Cualquiera que las vea podrá creer que mi rosa es igual que todas, pero ella se sabe más importante
porque ha sido a ella a la que cubrí con mi calor a la sombra de la luna, porque yo sacié con mi agua la sed de sus raíces, y es a ella a la que he oído quejarse, alabarse y alguna veces hasta callarse…porque es mi rosa, en fin.

Como el joven príncipe sabía, en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia harán despertar de su letargo al alma y al corazón.
Esa rosa existe…rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermoso. Tu, has hallado tu rosa, la tienes a tu lado, cuídala por que es Tu Rosa…
  


   


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