...Y sin razón que consuele, cierro los ojos
y aprieto el alma, mi gesto se confunde en esa mueca inútil que sólo el dolor
inventa, después...después nada...aunque repita a mi memoria que no olvide
ningún nombre, aunque intente convencer al olvido que no recuerde, que no hay
rabia sin traje rojo de venganza, es entonces que el silencio de todos los
gritos ahoga mi voz, y alfileres como navajas clavan mi sufrir en todas las
heridas abiertas, en las palabras cortadas antes de callar, en las vidas amputadas
que mueren y viven una y otra vez, en este sentimiento negro que respiro en un
sueño insomne, y esperar, esperar que cada detalle del vacío enquiste el duelo,
en lo imposible del levantarse y andar sin saber para qué, ni adonde, en la
carne anónima que nos representa, en el latido que con una lágrima, ya
infinita, nos mueve y sin saber revienta en un entendimiento mudo, sordo,
ciego, envuelto en el impotente presumir de su vileza, la crueldad, su maldita
maldad...
Esquizofrenia
elevada a la máxima potencia de unas manos blancas que se alzan en mi mente,
querer y no poder estar en ese viaje, que retumba en el poder y no querer
ignorar tantos destinos coloreados de azul cielo...y lloro, claro que lloro,
lluvia que moja el almidón tieso que disfraza mi tristeza, el corazón crudo que
conoce el secreto y la saliva de esa y todas las mañanas, la garganta que
aguarda y guarda el nudo del basta, que golpea cada instante con un solo motivo
para coger las armas...un lápiz y un papel.
...Y sin locura que consuele, escribo en
mayúsculas: ESPERANZA
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