domingo, 4 de noviembre de 2012

Alexanderplatz


   Hubiera querido que el agua le mojase salpicando su cara y sus manos, aunque el frío le estaba quebrando los huesos...no se acordaba de nada, un persuasivo dolor de cabeza y sangre en sus zapatos...
   Hubiera querido no estar solo, quieto, mirando fijamente los ojos tristes de Neptuno, convertido en piedra cuando el invierno le despojó de su reino marino...
y ella diciendo y repitiendo, que esos celos y tanto alcohol, iban a acabar con él...alrededor de una plaza seca, tan helada como la ciudad que le estaba ignorando, inerte, quieta... 
 
   Hubiera querido recordar cómo era todo ayer mismo, cuando las plazas y sus fuentes vivían ajenas al tiempo, cuando el ruido se podía comparar con el silencio, y no había necesidad de ahogar ese grito que le quemaba la garganta... ella suplicó para que no se fuese, luego la noche le sorprendió conduciendo sin rumbo y con una botella de ron barato en el bolsillo...
   Pero ella no estaba, la había buscado todo el día como un loco con la razón desconcertada y confundida, no estaba en el minúsculo piso donde él la amó de madrugada
... y es qué últimamente discutían sin saber por qué, pero ella no tenía la culpa de sus arrebatos, por eso prefería marcharse aunque la dejase con la letra en la boca, y beber hasta que siempre en el mismo trago recobraba la lucidez retardada, y el sentido de la realidad tomaba forma de mujer, entonces, volvía al microscópico apartamento...ahora sin ella, él no cabría...
   Recorrió calles, amigos, bares y tiendas, que aunque sólo una vez, hubieran olido a ella, pero no la encontraba, tampoco aquí, en su fuente de mar, el refugio de amor que él le había regalado otra tarde cuando como hoy, anochecía...él había vuelto arrepentido, ella estaba aún despierta, no dijo nada y le besó dulcemente, su pelo rubio y cansado cerró sus parpados y se dejó hacer...al despertar, su cuerpo no le abrazaba como tantas mañanas, la llamó hasta que se quedó sin voz, vistiéndose desesperado con la misma ropa sucia que enrabietaba su lágrimas...
   Hubiera querido reconocerse en el espejo azul del Dios del océano, que en primavera le devolvía la imagen de hombre tranquilo y afable...y ella insistía tanto, de hombre amante, comprensivo y tierno...Pero su mujer había cambiado o eso es lo que él se empeñaba en creer, no soportaba la idea de compartir sus miradas, sus palabras, sus caricias...
   Se acercó al mármol congelado en gris y rescató el bulto dudoso que estaba rompiendo desde hacía rato la armonía de su pensamiento...hubiese querido acordarse de algo, de cómo apuñalaba su cuerpo desnudo mientras susurraba su nombre ya tan indefenso, de cómo la envolvía en una manta húmeda en sudor y babas, de cómo la había dejado al cuidado del tridente poderoso hasta que viniese a compartir con ella la soledad de enero...
   Entonces abrazó impotente aquel fardo frío y desfigurado que ya eternamente le pertenecía a él...
   Hubiera querido...pero no se acordaba de nada...un ligero dolor de cabeza, las huellas rojas de sus zapatos...

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