domingo, 19 de mayo de 2013

Pereza


Supuesto: Un cuadro famoso, describirlo con exactitud y de repente darle cinco minutos
                 de vida y volver a la realidad    




"Pereza andaluza" Julio Romero de Torres

 
   Horacio Galán se había levantado extraño esa mañana, no precisaba muy bien algunos detalles de la experiencia onírica, pero así, con la legaña aún en el ojo, creía haber tenido una horrible pesadilla…el despertarse tantas veces sobresaltado y empapado en sudor delataba el gusto amargo de sus sueños, y propiciaba las quejas violetas de su descanso… y es que últimamente, y no encontraba explicación lógica, no conseguía dormir de un tirón, y eso en él, como mínimo inquietaba…es cierto que había más trabajo del normal, con tanta exposición itinerante y tanta reserva por adelantado con eso de la informática…pero ya eran muchos años de veterano a cuestas para no haberse acostumbrado todavía a ese trajín, custodiando los tesoros de lienzo y pintura que con trazos y regalos de color, resucitaban y vestían las paredes mortecinas y desnudas, de aquellas enormes salas centenarias, indispensables y atractivas para millones de visitantes, que cada temporada, fuese otoño o primavera, hiciese frío o calor, e indiferentes al calendario, las llenaba…

   Ni siquiera le apetece el café, espeso y en vaso largo, que recién hecho con ritual monótono y automático, se traga el fregadero, donde raro muy raro, se acumulan también  los cacharros y cubiertos de la cena…un ligero desasosiego se apodera de su habitual semblante de hombre sereno y prudente, cuando descubre al afeitarse que las cejas pobladas y circunspectas, levemente, se le han arqueado, desconcertando con matiz suave al acento circunflejo que marca su cara pálida y pedriza, aunque su boca rebelde dibuje en su reflejo, una mueca indefinida que parece sonreír…por su mente desfilan entonces, alborotados y nerviosas, pensamientos e hipótesis, hechos y suposiciones, y repasa minuciosamente con memoria fotográfica la agenda virtual de su rutina…
   Para alguien como Horacio Galán, solterón y a punto de cumplir los sesenta, la vida tiene dos partes claramente diferenciadas…una encorsetada que pasó aburrida y lenta, y otra que empezó en el mismo momento que el féretro caoba con los restos de doña Ursula, su madre, fue sepultado bajo tierra…
   Hacía casi un lustro desde que la buena señora nos dejó, y Horacio había podido por fin ser a ratos él mismo…no por nada en especial, pero relajó las manías, había modernizado su fondo de armario, y respiraba aires de libertad cuando se ofreció voluntario para cambiar su horario fijo por otro por turnos, incluido el de medianoche y hasta el amanecer…
   Por que desde siempre había querido recorrer las galerías del museo cuando no hubiera nadie…detenerse a capricho delante de un cuadro, y que ninguna sombra estorbarse su contemplación y su deleite, es verdad que a veces la soledad que sentía ante aquellas obras maestras y sin igual, empequeñecía el secreto de sus pretensiones…pero también era verdad que tampoco hubiese podido disfrutar de semejante privilegio, el aspirar al misterio del silencio, indispensable para concentrarse, tener tiempo para hacer las cosas despacio, de otro modo, y ser el dueño, aunque fuera imaginariamente de tan importante pinacoteca, no estaba al alcance de cualquiera…
   Horacio termina de asearse con la incertidumbre alojada en el cielo del paladar y toses impacientes que anudan su garganta, por más vueltas que les da a sus quehaceres cotidianos, no encuentra razón alguna, ni motivo aparente para justificar lo que le está pasando, por qué consciente es, de que algo incomprensible sucede para su mollera que altera su estado de ánimo y le hace levitar en un cómodo despiste…
   Apasionado de la fiesta nacional, leal a sus amigos de charla y partida de mus en Los Timbales, hacía honor a su apellido siendo un señor y un caballero como los de antes con el género femenino…y aunque había tenido algunas novias y más de un escarceo que se salían del patrón, su entusiasmo por el arte de la pintura, inculcado desde pequeño por doña Ursula, por que un artista en la familia daba desdén y categoría, y la devoción sin limites por su admirado Julio Romero de Torres, habían decidido sus preferencias estéticas…no en vano, las desgastadas reproducciones del pintor, aún bailaban por cada rincón de la casa al ritmo repetitivo y machacón de los pasodobles, la perdición confesable de don Ricardo, su padre, que Dios le tenga en su gloria, y así fue tal la influencia que cuando cumplió los veintiuno, y su progenitor, le llevó al prostíbulo más discreto del Madrid de principios de los setenta, conocería a Angelita , presentada por don Ricardo como “la piconera”, y bautizada en ese mismo instante para los restos, por su innegable parecido con la original de tela y sello, y por el obsesivo delirio paterno en las comparaciones artísticas entre las damas del burdel, su otra perdición, esta inconfesable …Angelita “la piconera”, que recién llegada de su Córdoba natal para hacer carrera en la capital, ya se había convertido en singular y en exclusiva, la propietaria de su corazón, y en un suspiro…
    A Horacio se le va la cabeza y regresa divagando a un pasado que ayer mismo, jornada de asueto, vulnerable a los cada vez más continuos ataques de nostalgia, pudo tocar con sus manos…
   Horacio había adorado y adoraba a ese monumento de mujer morena, mirada profunda y labios tiernos, que a punto de jubilarse y con tres nietas seguía acudiendo presta y fiel a la cita en el Hostal Las Cruces, cuando este libraba…cuantas lágrimas derramaron y cuantos lamentos callados sufrieron por no poder vivir plenamente su amor sincero y enamorado, pero habían aprendido que poco se puede luchar contra adversas circunstancias, si la frase concluyente y despectiva de doña Ursula…”¿casarte con una puta?, por encima de mi cadáver”…y un descuido desafortunado con un cliente, e imperdonable para la época, acababa en embarazo…
   Entregado sin remedio al descontrol de sus actos, tan ordinarios como corrientes, ahondar en sus recuerdos y rescatar aquel pacto salpicado de tópicos, deudas y promesas, es un inaudito gesto de valentía que al comprobar las agujas del reloj en las y media, revuelve el estómago de Horacio y le hace plantearse si está en condiciones o no de acudir a lo que este jueves se le antoja un tormentoso martirio…
   La relación con Angelita, tras el chasco accidental que había terminado con sus esperanzas decentes y convencionales, traspasó el linde comercial y se transformó en algo mucho más serio, furtivo y clandestino, pero rozando lo eterno…
   El empeño por encontrar la excusa perfecta, cuando va hacía el aparato ancestral que desempeña las labores de teléfono, hace vacilar a su equilibrio, y un somero mareo da el aviso, con toques de realidad, de lo necesario de su ausencia en su puesto de vigilante…total hoy rotaba y hasta que salía a las cuatro, le hubieran tocado: grupos infantiles que atronaban los oídos, estudiantes inspirados con lápiz y papel, japoneses hasta hartarse y algún que otro despistado que acabaría con su paciencia… quita, quita, sería mejor así, reponerse…con esta eran tres las veces  que faltaba a la faena, tampoco era cuestión de tirarse de los pelos y sucumbir a los remordimientos…el esfuerzo quizás, merecería la pena por la tarde, tan distinta, parejas agarradas de la cintura, turistas interesados con guía particular, talentosos adictos al carboncillo y…un espasmo…féminas, multitud de…un escalofrío…de todas las edades y tamaños, recrearse en las peculiaridades de sus características físicas…¡Dios mío! ¿Qué me ocurre?...
   Con los brazos extendidos hacía el infinito, Horacio Galán se abandona al temblor de su cuerpo y al triste sopor de la melancolía…las opciones de superar el caos de sus neuronas, son ninguna si no las entiende, si no comprende el disparate al que ignorante del cuando, como ni por qué, se ha visto avocado…en su afán de burlar al destino, reducido ahora mismo a un hogar rancio de cincuenta metros cuadrados, un relámpago fugaz atraviesa su cerebro, y raudo busca entre sus pertenencias intimas el preciado don, que con forma de cuaderno lleva cosido a la piel de su ser…
   Hacía cinco meses que la colección de Julio Romero de Torres había viajado desde Córdoba hasta Madrid para reconocimiento del gran público, durante esos cinco meses y hasta el domingo anterior que había finalizado, cuando el ciclo laboral de Horacio Galán coincidía con el de la luna, este aprovechaba la ocasión que le brindaba el vacío de ruido y gente para, refugiándose en la escasa exigencia de su compromiso, aislarse del mundo en el hueco de una sutil metamorfosis, que confería a sus sentidos el ingenio y la destreza que su aspecto vulgar y un uniforme azul marino, disimulaban y escondían…por que Horacio era capaz con cuatro garabatos de copiar cualquier escena, cualquier paisaje, cualquier retrato…
   Abre las tapas y pasa las hojas del tomo dedicado a Julio Romero, con la satisfacción de saberse amo de su habilidad y el orgullo de poder dejar algo de herencia a las generaciones posteriores, y aunque su nombre no figurase en los libros de texto, ni ningún mecenas presumido le mostraría como su descubrimiento, Horacio intuía que seguro en el futuro, cuando él ya no estuviese, alguien sacaría pingues beneficios con el contenido de los cajones donde guardaba meticulosamente clasificados y en orden, agendas, blocs y libretas, por fechas, movimientos y autores…
   Horacio Galán fue un chaval regordete y apocado, que inútil para los estudios, cedió al empuje de sus padres para hacerse con un oficio, sin embargo antes de que pudiera elegir, una oferta de empleo en el Prado y una especifica recomendación de un amigo de juergas de don Ricardo arrastraron sus pasos hacía tan hermoso universo…y allí, victima de una broma de novato por la que sigue dando las gracias, la sorpresa le pilló desprevenido…
Le dijeron que en el sótano, enigmática y envuelta en mantas se camuflaba la joya más valiosa del Museo, que en cuestión de minutos la trasladarían, y que era un delito, teniéndola tan cerca, no echarle un vistazo…Horacio bajó las escaleras convencido de asistir a un encuentro mágico, inocente retiró las mantas, pero sólo halló un espejo con la imagen de su doble tan perplejo como él…acalorado por la vergüenza, se tomó un respiro que aprovechó para observarse sin pudor en el cristal, y de un plumazo plasmar en una cuartilla doblada, su autorretrato…así se había iniciado la historia de una ambición con trama latente, y firma disfrazada que duraba casi cuarenta abriles…
   Como si se estuviera mirando en aquel espejo por primera vez, Horacio Galán detiene el pulso de su tacto en cada lámina que va reconociendo como suya, se entretiene pegajoso en milímetros de curvas, vértices y rayas, mientras se deja llevar por litografías, acuarelas, grabados y… se enreda con el impresionismo de “La siesta” y vagabundea entre los símbolos de Mitología y Alegoría con “Canto de amor”…ufano, abre las ventanas de su percepción a los “Carteles” del modernismo y a las vanguardias históricas de “Celos”,”Nocturnos” y ”Alegrías”, mozas y hembras, en Interiores y costumbres… ya presiente la mejoría de su latido en las sienes, un rubor sonrosado pastel tiñe sus mejillas, y va recobrando el loco juicio su cordura…con otros brios se prepara para el gozo con “La chiquita piconera”, “Poemas de Córdoba” y “Viva el pelo” y curiosea picarón, los desnudos “Contrariedad” y “La musa Gitana”…pero el placer intenso llega con el regocijo del análisis meticuloso y exacto de esa delicia realista que ocupó la esencia de su alma tantas madrugadas…y no le importa enfrascarse con carne y espíritu, en la quimera de una patio repleto de plantas, colocadas por la estrategia de la casualidad matemática de un pincel, y todos los tonos y modalidades del verde, los tiestos de barro cocido abrazando sensibles y delicados el desborde comedido de tanta naturaleza…insiste en la nada de un jarrón colgante y de flores trepadoras que, ¡ojala! sirviesen de corona…hace daño el sol cuando penetra en las pupilas de quien mira, por que no protegen las tapias encaladas, ni la cortina azul sedoso y plomizo a medio correr, si acaso lo justo para crear el ambiente constante, provocando, que engulle a la muchacha meciéndola en una dulce ensoñación, se puede adivinar un pozo y árboles frutales que escalan las fronteras, las de la fantasía donde nos encarcelan a cadena perpetua…y entonces el estremecimiento adquiere poder frente a la estampa de ella, frágil, en postura de sacrificio para no ceder ni un ápice a la sensualidad y al sentimiento, desafiando torpes, al anhelo de quien pretenda interceptar señal alguna que cruce el simple umbral de la desidia, la dejadez, el descuido…elegante, herida, salvaje…Horacio se emociona y distrae al llanto con la lectura entrelineas y una subjetiva interpretación de lo inverosímil…embriagado eso sí,  por el aroma sofocante de la calma y el estrepitoso canto de una chicharra tempranera…los escalones, irregulares, en dispar proporción,  guardaespaldas celosos de huellas pisadas mendigando penumbra fresca…la misma con la que juegan las planchas de madera ajada por el bochorno, pigmentos cobalto, prisioneras y a la merced de un deseo, ser acariciadas por el viento y que un cerrojo fuerte las aísle unidas como puerta de la feroz y ardiente canícula…y esa silla, que arriesga osada la dignidad de su esqueleto, barnizada por la intemperie en negro deteriorado, sirviendo de apoyo al hastío y la indiferencia de la que sospecha, es doncella…fundiendo en una masa a contraluz, tal vez, resignación y resentimiento…Horacio se abstrae dejando caer los parpados, no consigue descifrar el mensaje que hace renacer su angustia, ni el efímero consentimiento al fantasma del miedo…y esa puñalada trapera con la que amaga el olvido para morir de añoranza…Angelita, Angelita…
   De regreso del letargo al pretexto de cartón y carpeta, retorna de la modorra a la armonía de verano, belleza y colorido…resumen de luminosidad en un titulo “Pereza anda…
―…luza!”…vamos no te asustes Horacio, soy yo…¿no me estabas buscando?

Horacio no daba crédito…la chica de “Pereza andaluza” había desaparecido del folio dejando el patio y la silla huérfanos de modelo humano…el vuelco en las entrañas vino después cuando escuchó una voz…
 ―…vamos Horacio, no me digas que de repente te has quedado mudo…con la cantidad de cosas bonitas que me has dicho durante todo este tiempo…en el museo, aquí...en alto, a gritos, bajito, en el oído…
 ―…bueno, verás…es qué…esto es increíble…imposible…la ironía de un sueño…mi imaginación guasona se debe estar mofando…
 ―…¡Tonterías!...acércate y compruébalo, soy real…

   Horacio hizo amago de levantarse del sillón, pero algo parecido al sentido común le hizo permanecer quieto, en alerta y expectante al desarrollo del insólito suceso…
―…cobarde…como siempre…un meapilas…farsante…¿y tu querías triunfar en el arte?...pero si no tienes coraje, ni para…
―…¡Basta!...ya está bien…no sé quien coño eres, pero te estás pasando…
―...vaya lo que faltaba…ahora no me reconoces…desde crío mirándome y…
―…yo miraba y miro el patio, las plantas, la luz del sol…
―…ya y yo como si no existiese…machista…
―…no es eso, el contexto, los elementos, las partes…son una…yo no distingo entre…
―…entonces estarás conmigo en que me llamo Pereza andaluza…
―…más o menos…
―…bueno en que quedamos…soy o no soy la pereza…

   Horacio estaba al borde del colapso, transpirando humedad, las tripas se le removían y el bombeo acelerado de su sangre, peligraba el estallido de sus venas…aún así cedió al interés de la conversación…
―…¿la pereza?...no te entiendo…
―…pues deberías…tienes virtudes y defectos como todas las personas…pero que seas tan perezoso…
―…¿que estás diciendo?…
―…repito…perezoso, comodón, títere…pudiste ser lo que hubieras querido, vivir feliz con quien amaras, dedicarte a hacer lo que más te gusta…y sin embargo…
―…ya veo…pues ya que sabes tanto…también sabrás que no era tan fácil…había impedimentos, dificultades, barreras…
―padre, madre, prejuicios y bla,bla,bla…
―…¿te estás riendo de mi?...
―…que va…te estoy haciendo de rabiar…a ver si así espabilas…
―…me he perdido…
―…¿hay hoy jueves 19 de enero a las dos y media de la tarde algo que te impida
echarle un par de huevos al asunto y…?
―…bueno no es que sea la alegría de la huerta, pero estoy bien, funciono, tengo una casa, un trabajo, buenos amigos…Angelita…
―…Angelita, el meollo de la cuestión…y ¿eso funciona?...
―…eso a ti no te importa…además llegamos a un acuerdo y hay que respetarlo…
―…y ¿si el acuerdo no te respeta a ti?...¿que crees que te está pasando?...
―…no sé, es verdad que estoy un poco raro, tonto, pero…será la…
―…la pitopausia no te jode…serás bobo…
―…Y que se supone que debo hacer…
―…vivir como sientes…ármate de valor y habla con ella, dile lo que deberías haberle dicho cuando aún teníais ilusiones…
―…pero…y si cree que estoy loco…y no quiere volverme a ver…estamos en una edad los dos que quedarnos el uno sin el otro…es arriesgado…
―¿más que quedarte ahí sin hacer nada?...pues que la vejez te arrope de arrugas, achaques y arrepentimiento por ser tan débil, tan pusilánime…
―…¿es una maldición?...
―…claro, reflexionar y concienciarse es eso…
―…pero…
―…no pierdas el tiempo, aún puedes enmendar el presente…no dudes más, rectifica el error y corre…

   Horacio naufraga entre nubes dulces, con un sinfín de sensaciones contradictorias emborrachando su entendimiento y con la osadía de frente, retando su pretérito imperfecto conjugado con charcos y tropiezos…
―...tengo que agrade...

   La insistencia del timbre retumbando con eco corta la frase y deja a medias las gracias que Horacio honesto ofrece con ímpetu a la joven...la equivocación de piso sólo ha sido una pausa en el dialogo pendiente, pero la habitación se hace la sorda a sus palabras…se pellizca la oreja, teme que el cansancio haya causado una alucinación, pero no es un espejismo que en el suelo tirados, los restos esparcidos de su particular homenaje a Julio Romero de Torres, le hacen un guiño...
   Cuando los operarios del Museo de Bellas Artes, desembalaron el óleo de “Pereza Andaluza”, se quedaron estupefactos al advertir que contornos y superficie estaban difuminados y borrosos...a la alarma de los expertos se apuntó la prensa y mientras reposaba en el laboratorio de estudio y conservación...a trescientos kilómetros, Horacio Galán en un trastorno extraordinario, reponía en su archivo de maravillas, ya sin ninguna reserva, el ejemplar restaurado de su estimado Julio...y Angelita con anillo de compromiso y ramo de novia, esperaba en el portal para ir al juzgado, con la página de cultura de un periódico nacional en el bolso y el titular ”...milagrosamente el cuadro ha recuperado su auténtico formato…” escrito con letras invisibles, emotivas y sentimentales, en el comieron perdices de su cuento y en el erase una vez de sus metáforas…


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