domingo, 7 de julio de 2013

Sin excusas ni pretextos

Supuesto: El espacio determina la acción. Espacio y acción unidos…
                                            Cafetería, dormitorio, cafetería
                                           Trabajo, descampado, trabajo
                                          Universidad, metro o autobús, habitación
                                          Caja de cartón, solar, ambulancia
                                         Sanatorio de unicornios, cielo de los demonios, cine de esfinges




―…en mi mundo imaginario todo es posible chaval…desde las mentiras de los nombres hasta el reinado de un príncipe con corona de plástico…
―…vamos don Baltasar, no exagere…y estése quieto que le puedo hacer daño…
―…¿otra vez me vas a sacar sangre?...esta semana me estáis dejando seco…
―…es necesario…le ha vuelto a subir el azúcar y hay que saber por qué…
―…ya…por qué…eso le preguntaron al Duende del Bosque Triste…
―…¿el qué descubrió el misterio de las cerezas enamoradas?
―…el mismo, muchacho, el mismo…


   A don Baltasar se le iluminaron los ojos antes de que su mirada se escapase por un resquicio rebelde del ventanal…reclinado en un sillón tan cuarteado como el mapa de su piel, ni siquiera hizo caso al enfermero que amablemente sujetaba el algodón sobre el reciente pinchazo…tenía tanta prisa por cerrar los parpados…


 ―…don Baltasar, oiga…don Baltasar…está bien…sé que me esta escuchando…y yo he terminado mi turno, así es qué…

    El anciano ni se inmutó cuando el chico se sentó frente a él y apretó su mano…ya estaba lejos, muy lejos…

―…llevo tiempo queriendo decirle que me siento muy afortunado por haberle conocido, y tengo que darle las gracias por contarme esas historias…verá…he ido anotando algunos detalles…

   El joven estaba siendo muy sincero…llevaba seis años en aquella especie de residencia todo en uno, hospital, geriátrico y manicomio…mantenido con subvenciones de empresas privadas y particulares anónimos y altruistas…

―...dejaré en su mesilla lo que he escrito, así cuando despierte, perdón don Baltasar...cuando vuelva,  podrá echarle un vistazo...

   Lucas tenía una sensibilidad especial para cuidar, desde el respeto y la admiración que merecían, a aquellos viejos que por diferentes causas habitaban entre los muros del edificio, y que en su mayoría habían llegado siguiendo tortuosos atajos de incomprensión y crueldad...no lo tenía tan claro hasta que en el lecho agonizante de su abuela y madre a la vez, los que creía impotentes mimos y desvelos se convirtieron en paz y sonrisa en el rostro de la mujer, que le hizo prometer en su último suspiro, dedicarse en cuerpo y alma a la entrega de su don...lo demás vino del brazo de la casualidad y del destino, un amor a primera vista cuando Esperanza antes de abrir la recepción, le llamó de madrugada para recoger otro abandono a las puertas, y ese inolvidable encuentro con don Baltasar estando todavía en periodo de prueba...

―...no se sorprenda si espera un final y no existe...usted no ha sido muy preciso en ciertas cuestiones...aunque eso ya lo sabe...pero puede que le guste...

   Lucas se dirigió a la puerta moviendo la cabeza de un lado a otro, como si la situación no tuviera remedio...ya eran muchos los minutos compartidos...desde aquella mañana, cuando don Baltasar, consciente de que le habían dejado como a un perro, solo, helado de frío y medio enfermo, decidió fugarse de la realidad y habitar eternamente en su universo de fantasía...

―...no te vayas...quédate conmigo y léeme en alto...

   Según iba pasando el invierno, don Baltasar parecía tener menos momentos de lucidez, cualquier gesto o comentario distraían su atención hasta límites insospechados, pues daba la impresión de que una mueca o una palabra eran suficientes para que su cerebro se embarcarse en el viaje sin retorno hacía el infinito... pero Lucas entendía su dolor, la soledad, la dignidad orgullosa de quien respira herido, la elección de evadirse...y por eso aprovechaba cada instante para hacerle la vida que le quedaba lo más cómoda posible, con tacto, sumisión y sobre todo siguiéndole la corriente...por eso ahora no le importó que otra vez con la razón y el conocimiento huidos, don Baltasar casi ni estuviera...cogió su relato y despacio, con la tranquilidad de estar haciendo lo correcto se colocó al lado de un inmóvil don Baltasar, más estatua que fantasma, y con pocas perspectivas de hacerle regresar, la ilusión y la confianza al mínimo, empezó a leer...

―...en los valles oníricos de las tierras del tiempo, este gobernaba bajo el influjo de un terrible hechizo...el caos de los planetas había desencadenado en una interminable guerra entre las excesivas fuerzas, exigentes y disciplinadas del presente, y los ejércitos diezmados por los recuerdos y la memoria del pasado...los relojes destruyeron con su exactitud matemática la espontaneidad y valentía de la evocación y la reminiscencia, y poco a poco se fue implantando la voluntad del vencedor con su sello de olvido...ningún súbdito doblegado por las armas con forma de aguja era capaz de sentir nostalgia, ningún corazón vencido pudo latir al ritmo agridulce de la melancolía...eran épocas convulsas, sombrías y violentas...generaciones de ciudadanos al completo fueron engullidas por los tiránicos poderes del día y hora...sin posibilidad de volver atrás o ir hacía delante...el ayer nunca había sucedido y el futuro era el minuto siguiente...
   Pasaron los años y el espacio se fue convirtiendo en un agujero oscuro cansado de brutalidad y espanto...debilitado por el desgaste, la opacidad de su negro se fue decolorando, la claridad se manifestó entonces como una nueva y fresca alternativa y el embrujo del ahora se fue salpicando de matices atemporales y relativos...cuando el Señor de la Luz nació, un insólito clamor popular se hizo dueño de rincones y esquinas por los cuatro puntos cardinales y la resistencia, oculta en los confines del Bosque Triste reclutó a miles de leales seguidores que habían aguantado desde la humildad y la osadía los abusos de la insaciable fugacidad, poseído su amo por el maleficio contradictorio del sueño despierto...así en una jornada de caza, el todopoderoso se quedó prendado de la belleza de una jovencísima campesina, cuyas siembras lindaban con algunos de los centenarios árboles, del único resquicio de naturaleza que no había sido arrasado todavía por las ambiciosas huestes del rey...
   Cuenta la leyenda que allí se refugiaron los perseguidos y oponentes al régimen de tan temible dictador y que una música de acordes mágicos los guiaba hasta un manantial de agua cristalina encantándoles hasta el extremo de hacerles beber sin sed...después mientras saboreaban el rico aroma a la menta que despedían sus alientos, caían postrados de rodillas y sin conciencia ante su propia imagen transformada en el espejo del aire en el más simbólico de los animales, y el secreto mejor custodiado por los duendes del lugar, el unicornio…
   Pero también cuenta la leyenda, que la avaricia de uno de aquellos guardianes, un elfo escurridizo y avaricioso, traicionó la honestidad y nobleza de aquel conjuro, delatando por unas monedas inútiles el camino que llevaba al claro, donde aquellas extraordinarias criaturas convivían con los originales moradores de aquel frondoso vergel...la calma y armonía en la que se desarrollaban los cotidianos quehaceres y su peculiar y cómplice relación con los aldeanos que bordeaban las fronteras de su espesura, se vio alterada de repente un atardecer de otoño por mercenarios en nómina del heredero al trono, tan despiadado y sátrapa como su padre...
    Cronos, alentado por su madre, la reina Inmediata decapitó al traidor en la plaza pública, a la misma vez que abría la veda de su recién inaugurado coto privado para la cacería de aquellos seres fascinantes que desafiaban con su estirpe ancestral y enigmática, la frívola y predominante eventualidad...
   Y fue en una de aquellas tardes de batidas y capturas cuando el emperador de los instantes se encandiló de Esperanza…la muchacha, atrapada entre el deber a su Señor y el asco a la injusticia, optó por correr hacía la arboleda cuando el que desmontó del caballo no tenía cetro ni espada y sólo era un sátiro con inmundicia y desvergüenza en la entrepierna...en el circulo de los cerezos de flor perenne apresaron su cuerpo para goce y satisfacción del más valiente de los cobardes y allí la dejaron desnuda y medio muerta cuando dieron por satisfecho el ego de su hazaña, pero ese miserable con capa de armiño nunca llegó a saber que aunque lo había intentado no pudo ultrajar su alma, enterrada a buen recaudo entre hojas y raíces...
   El Duende del Bosque Triste...el que aún quedaba en libertad en los restos de un oasis que gemía su saqueo...curó sus cicatrices con el zumo de las mismas cerezas que habían sido testigos del agravio y regadas por el flujo de su sufrimiento...durante el embarazo cuidó con mimos y ternura de ella y de su pena y la medianoche que Esperanza se puso de parto y justo cuando el Señor de la Luz asomaba la cabeza, el Duende del Bosque Triste se colaba en palacio con los bolsillos repletos de guindas y una idea obsesiva y perseverante envolviendo su regalo...
   Después de morder aquella fruta dulce y carnosa, el rey cerraría definitivos los ojos a su maldición en vela para abrirlos rotundos a una insoportable pesadilla...no se explicaba lo que le estaba pasando, una extraña sensación se había cosido a su sombra que le hacía rebuscar constante en el  interior de su mente, donde encontró el rastro perdido de algo parecido a un sentimiento, y retazos semejantes a la añoranza...impresionado, un impulso con ínfulas de emoción, le empujó a seguir las huellas resecas, derramadas en los radios simétricos con trazos de perfección en su circunferencia, flanqueada por unos cerezos en flor de los que no se acordaba, pero si de Esperanza, la adolescente por la que padeció un arrebato de pasión y deseo y por la que estaba soportando resignado esta desconocida locura de amor...con las nieves de enero cubriendo su descenso a los infiernos en su desespere por volver a verla, ofreció recompensa por quien diera alguna pista sobre su paradero, y que curioso que su primogénito Cronos se esforzase por obedecer y encontrarla...para agradar las que estaba convencido serían las postreras voluntades del viejo y confirmar las sospechas de que se acercaba el inevitable y ansiado relevo, desplegó incontables batallones, recorrió uno por una, extremos y puntas y registró agujeros y escondrijos, hasta dar, pasado un lustro, con el objeto codiciado, Esperanza, que voluntariamente por proteger a su hijo de amenazas innombrables, dejó a este al amparo y cariño del duende y genio, para dar la cara sin ningún miedo ante su violador...no hubo resentimiento en sus entrañas, ni rencores que escupir, tampoco un simple reproche con el que premiar al monstruo de antaño, en su presencia un pobre hombre enamorado que le ofrecía cerezas doradas arrancadas por el mismo de las ramas de aquellos troncos donde había ordenado instalar el altar de su anhelo…Esperanza se nubló a la mención de lo que para ella fue un sacrificio y con la ira emponzoñando las palabras y la imprudencia de los pensamientos huecos le insultó, le despreció y en un acto de odio y venganza le quiso confesar la verdad de su otra descendencia...pero con el asombro dibujado en su rostro y los celos mordiendo su perversidad vacía, antes de mover los labios, Cronos atravesó la espalda de Esperanza con un puñal de cólera y acero, por lo que había considerado una ofensa a su madre y reina…el duelo de después fue espeluznante, Inmediata acudió envuelta en pánico y sofoco a los gritos desgarradores del escándalo…allí se encontró con la dantesca escena…su marido abrazando con rabia asesina el cadáver ya inerte de su propio hijo…

―...ese fue el principio del fin...pero aún quedaba mucho por hacer...

   Lucas se quedó perplejo...don Baltasar le estaba mirando fijamente y hasta se asustó cuando le cogió por el hombro...

―...don Baltasar...creía que estaba...bueno...ya me entiende...
―...pamplinas...tu lo sabes igual que yo...no disimules...
―...no sé a que narices se refiere con que no disimule...¿por que no me habla claro?...
―...ya te lo he dicho...este es el principio del fin, he reconocido a la de la guadaña trapicheando con la luna...pero aún queda una deuda por cobrar y tengo que darme prisa...

   Lucas se inquietó, él también sabía que se acercaba el final, pero no era oportuno
dejarse invadir por la aflicción, ahora no...Don Baltasar le necesitaba más que nunca y no le podía fallar...

―...escúchame hijo...yo estuve allí, cuando las tropas desaliñadas pero entusiastas de la resistencia a las ordenes del Señor de la luz, invadieron los aposentos reales...fue como subir al cielo, pero al cielo de los demonios...los años de tortura y suplicio por los que había pasado el Señor del Tiempo estaban allí, impregnando cada milímetro de aquellas paredes arañadas con la saña venenosa del remordimiento...tras el crimen de Cronos, Inmediata tomó el poder y mandó recluir a su esposo en una habitación angosta pintada de blanco y azul, con catre mezquino y piojoso, de parcos y crudos ornamentos...una mesa y un taburete, un cubo y una escasa ventilación que filtraba una rejilla de hierro agobiante y roñoso...con la suciedad y la saliva aquel desgraciado, inventó la manera de hacer penitencia con sus dedos, descarnados y sin uñas al recoger del suelo su esqueleto agonizante de huesos amarillentos y pellejo duro...aún pudo balbucir un perdón y señalar con la vista hundida las marcas de sus lamentos en los muros que resumían su vida de excesos y culpa...pero por mucho que te describa las miserias del ser humano que contenía el polvo de aquella celda, nada comparable con el espíritu endemoniado que usurpaba con disfraz de pecado, cada frase, cada imagen, el revoltijo enredado de reflexiones, letras y signos con olor a sangre putrefacta, orín añejo y  excrementos podridos...condenado a la eternidad de la duda, le dejamos consumirse entre la repugnancia y la nausea de sus oraciones, vilezas y errores...no merecía ni una ejecución digna en su fracaso...
   La reina Inmediata se suicidó sin rendir cuentas por la destrucción a fuego lento del Bosque Triste...un solar de ascuas candentes humeaba el circulo perfecto de los cerezos en flor y las centenarias arboledas fueron pasto de usureros furtivos y saqueadores de
horizontes...y aún estaba el Sanatorio de los Unicornios...

―...pero...¿y el duende?...por qué no protegió el Bosque, y el Señor de la luz por qué no...
―...calla impaciente...no me interrumpas con tus nervios, que bastante nervioso estaba yo cuando abrí aquel portón y...Siempre habíamos temido lo peor cuando se llevaban a los unicornios para no volver, sospechábamos que los encerraban en algún sitio donde experimentar y jugar con ellos...pero el horror más tenebroso tenía forma de equino níveo con cuerno mágico...muchos con las patas rotas, otros con los ojos arrancados y la mayoría sin el asta de su orgullo, yacían frustrados y hambrientos en los pisos de barro cenagoso y paja húmeda que alfombraban su hogar de horror...con los pelos como escarpias y un nudo en el estomago, fuimos recorriendo los establos donde nadie nos esperaba y menos aún nos recibía...descubrimos laboratorios donde investigaban semen y huesos triturados, quirófanos con camillas repletas de tripas y órganos en estado inconcebible, secadores de crines y cuero, un pequeño matadero donde se empaquetaba la carne sobrante de operaciones y ensayos, la herrería donde se les tatuaba ardiendo su identidad en un número y una oficina donde supuestamente se llevaba el control y registro de residentes y visitantes, si es que los había, aparte de los desalmados doctores, soldados y carniceros...abatidos por la atrocidad y el salvajismo imperante en la atmosfera, arrasado el Bosque Triste que protegía el manantial encantado, necesitábamos una solución para afrontar aquel desastre tan inhumano...tenía que encontrar a mi padre...él sabría que hacer...

―...¿su padre?...

  Lucas sintió un angustioso escalofrío cuando don Baltasar se quedó mudo...su pulso volvió cuando creía que habían pasado siglos...

―...mi padre biológico era el rey, pero el hombre que más atenciones me dedicó el que más meritos logró para mi devoción como hijo, fue el duende, el que sanó a mi madre y el único que con su inteligencia y sabiduría, me podría ayudar...pero no sabía nada de él desde que el Bosque Triste sucumbió a las llamas y tuvimos que cobijarnos en campamentos clandestinos e improvisados, yo tuve que partir en primavera y no quiso venir conmigo, decía que era más útil en la retaguardia...un grupo de descerebrados armados con palos protestaba por los impuestos reales y se encendió la mecha de la gran revuelta nacional y el inicio de la caía del régimen...

―...pero, entonces...usted es el Señor de la Luz...

―...a la salida del sanatorio, se me ocurrió mirar la tétrica estampa que se recortaba contra nubes encapotadas y densas que anunciaban su tormenta, algo no cuadraba...recordé como los mayores contaban que duendes, gnomos y elfos también habían sido presas fáciles durante la etapa de los sanguinarios a sueldo o los burgueses millonarios que incluso pagaban por ese divertimento de acecho, acoso y derribo...pero no habíamos encontrado rastro de ninguno de ellos...entonces volví otra vez a la Casa Roja, y me adentré en sus tenebrosos pasillos...habíamos registrado palmo a palmo, pero...el indicio vino servido de la argolla en una tabla...unas escaleras, un túnel y un cartel luminoso con fluorescentes rosas que parpadeaba fundido y tuerto...Cine de las Esfinges...sorprendido por tan inofensivo crédito abrí las cortinas de terciopelo y...la pantalla mostraba los fotogramas torcidos y estáticos de una proyección interrumpida...apenas si se diferenciaban los rasgos de los contornos o el matiz de los paisajes...la sala no muy grande, tenía un solo corredor y butacas repartidas a los lados, tapizadas del mismo gris de las tapias enteladas y los techos estucados...el ruido de mis pasos era amortiguado por la moqueta que sin embargo crujía con el opíparo festín de insectos y bichos...busqué un interruptor, una lámpara de emergencia, una cerilla...las lágrimas anegaron mi animo al comprender el titulo del salón, Cine de las Esfinges...petrificadas en su actividad y ajetreo, disecadas en sus expresiones y muecas, las siluetas de los habitantes del Bosque Triste, prestaban para la eternidad sus pupilas y su silencio a la película estancada...el espectáculo era aterrador...distinguí en la penúltima fila el característico sombrero de fieltro que llevaba el duende y me acerqué conteniendo el aliento...su semblante en concordia con su ademán de reírse y el pulgar y el índice, rebuscando en un bolsillo del que asomaba, imperceptible, una carta...

―...y no había forma de recuperar aunque fuese con alguna pócima la vida de aquellas...¿esfinges?...los héroes tienen siempre otras circunstancias don Baltasar, digo...Señor de la Luz...
―...circunstancias...vienen tiempos difíciles y oscuros, os emborracharan con nombres pomposos que llevaran al fraude, la estafa y el engaño y os gobernaran los mismos príncipes con corona de plástico...hazme caso Lucas, apenas me quedan pulmones para unos minutos, ya presiento el velo negro...
―...no me puede dejar así...tiene que seguir hablando...su deuda, el Duende, la cerezas enamoradas, su mundo...

   Lucas se levantó para insistir al viejo, le tomó el pulso, auscultó su latido, examinó el tono de su cornea...le abrazó

―...ya viene a por mi...toma...lee esto y sabrás que hacer...aquella mañana cuando te vi por primera vez, supe que no había sido de chiripa, ni mi familia y sus destemples, fue el destino el me trajo, por que la suerte está en ti...la quimera ha cobrado por fin sentido...

   Don Baltasar como si se hubiera tomado una pausa, y estuviese descansando, y en un sosegado reposo, sin excusas ni pretextos bajo el sobaco, se dejó ir...Lucas tardó en reaccionar y en soltarse de su abrazo sin respuesta…luego el llanto…llamó por teléfono para que acudiese urgente el médico de guardia, y fue recogiendo y guardando en una caja de cartón las exiguas pertenencias del anciano…
  Cuando se le llevaron, permaneció en la habitación siguiendo la estela luminosa que se reflejaba en el cristal de la ventana, preguntándose si lo que estaba sintiendo era cansancio o decepción...entonces cayó en la cuenta de la carta que don Baltasar le había entregado...
   En el sobre escrito con letras de molde se leía “Al Señor de la Luz”...dentro una cuartilla doblada sin fecha decía así:
   “...amé a tu madre por encima de todas las cosas, yo probé con conocimiento de causa y consecuencias, las cerezas mágicas que me harían enloquecer de amor y quise compartir con ella y contigo el devenir de los acontecimientos, que ojala hubieran sido otros...yo envenené al rey con mi mismo castigo y luché por mantener el equilibrio en el Bosque Triste, pero ya es tarde para quejarse...hay que seguir andando, desafiando las piedras y los tropiezos del camino, con la vista al frente y el honor henchido...nada quedó del tesoro y la magia del Bosque, solo un solar, pero he conservado para ti una cereza enamorada...con ella pagaré mi deuda de ausencia…debes encontrar su gemela y sembrarlas juntas en el mismo lugar...cuando germinen...un cerezo de flor perenne dará el aviso...el Señor de la Luz volverá, de alguna manera pero volverá...”
   Lucas observó la hermosa cereza dorada con forma de corazón y sonrió...después de lo vivido no estaba mal...alguna joya antigua, o un recuerdo de una novia de juventud...vete tu a saber...y en cuanto a la caligrafía, se parecía bastante a la de don Baltasar...en algún delirio seguro que...el papel estaba muy usado...

―...¿molesto?...¿estás bien Lucas?...sé lo unido que estabas a don Baltasar y en cuanto me he enterado...

   Esperanza, la recepcionista, golpeó con los nudillos en el marco de madera, Lucas se volvió con la sorpresa arqueando las cejas y tiznando de rubor sus mejillas...

―...no claro que no...estaba...bueno...estoy bien...

   Lucas se acercó despacio a la joven y con la determinación que llevaba preparando desde hacía semanas...entonces un pálpito tembloroso aceleró la respiración en su garganta y...la quimera ha cobrado por fin sentido...del cuello de Esperanza un colgante con la melliza de su cereza, brillaba como los ojos de su propietaria...

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