domingo, 28 de julio de 2013

A oscuras

Supuesto: Dos personajes ligados por algún lazo emotivo o afectivo, se          encuentran…uno de ellos le ha citado al otro, va a explicar las razones o motivos que expliquen su comportamiento en un momento dado, el otro prácticamente no le hace ni caso, su pensamiento está en otra parte:
a)     El otro se da cuenta que no le hace ni caso y le manda a hacer gárgaras
b)    Se va satisfecho por que cree que le ha hecho caso
El narrador mientras describe el espacio, los gestos y movimientos de ellos, no interviene en el dialogo.







   ...A oscuras, en la intimidad de la noche, dos cuerpos perdidos parecen buscarse entre las esquinas del callejón en carne viva y los rincones de sus vergüenzas al aire...él ofrece un ramo de flores barato envuelto en una sonrisa nerviosa y gélida, ella un gesto de indiferencia frío mientras escucha y se aferra, por si acaso, a las cachas heladas de una navaja en el bolsillo...

—Son para ti...los claveles son tus preferidos...
—Te has acordado, que memoria...
—...tenía tantas ganas que llegara este momento...
—...pues por la hora de la cita...quien lo diría...
—...no ha sido fácil, sabes que no se me dan bien las excusas y que me cuesta mentir...
—...¿de verdad?...
—...¿ya estás a la defensiva?...si tanto te ha costado, ¿por qué estás aquí?...
—...total me pilla de camino a la otra calle...
—...pero podías haberte negado...
—...un poco de curiosidad no viene mal…por los viejos tiempos...


  ...El hombre, un cincuentón calvo y barrigón, de aspecto desaliñado y vulgar, camina despacio, sigue la sombra chinesca en la pared del contoneo de una mujer metida en años que no disimula, y arrugas profundas marcando en su cara el sentir de la mala vida...

—...creía que íbamos a ir a algún sitio para poder hablar, tengo tantas cosas que decirte...
—...trabajo...lo sabes mejor que nadie...la medianoche es clave…
—...intenté verte a una hora decente, pero...
—...ya...decente...¿tu sabes lo que es eso?...
—...bueno...ya me entiendes...un café después de comer, un paseo a media tarde...cenar...
—...¡hay que joderse!...antes no eras tan tiquismiquis para quedar...
—...no pretendía...ofender...
—...ahora es cuando puedo...por el día cuido de mis nietos...
—...vaya...que sorpresa...eres abuela...
—...no pongas esos ojos de carnero degollao, cuando te conocí tu ya eras abuelo de tres...

   Con la mueca de desprecio también se imponen los pasos decididos de unos tacones rojo charol, eternos en su altura y que sujetan increíblemente la figura oronda sobrada de culo, caderas y barriga, empeñada en hacer reventar unas mallas negras embutiendo a la vez, dignidad, desparpajo y piernas...

—...espera...¿donde vas tan deprisa?...
—...ya te lo he dicho...a la búsqueda de clientes...
—...dame un rato...solo necesito unos minutos...fui un gilipollas, un imbecil, me porté como un...
—...cabrón...un hijo de mala madre...egoísta como todos y mentiroso...
—...no, eso no...nunca te mentí...
—...y me llamas después de no se cuantos meses como si nada...
—...me equivoqué...he tardado en darme cuenta, pero tuve miedo...
—...¿miedo?...¿a qué?...y suelta la lengua rapidito que ya veo brillar las luces de los coches...

   El hombre adelanta su peso y se para interponiéndose entre los reflejos y los ruidos de la avenida, y la mueca de fastidio que tuerce la boca de la mujer dibujada con intenso carmín...

—...yo no contaba con enamorarme de esa manera...
—...no me hagas reír...un putero enamorado...¿de las demás también?...
—...estoy hablando en serio...después de acostarme contigo...no hubo ninguna...
—...tu mujer...no te digo...
—...no seas cruel...hacía ya mucho que no...y tu siempre lo has sabido...
—...¿entonces?...razón de más...¡cobarde!...

   La puta apartó de un manotazo la frágil resistencia del que de repente parecía un anciano, y se dirigió meneando el bolso y con la chaqueta sobre los hombros desnudos al encuentro del sórdido horizonte, alumbrado por farolas amarillas, y repleto de desleal competencia y fatales compañías...

—...por fin me he atrevido...me da igual lo que digan...quiero casarme contigo...

   El hombre corrió tras ella...la ironía y el desdén de sus palabras le hacían tanta gracia...

—...¡déjame loco insensato!...

   El rechazo femenino le excitaba...

—...¿me has oído?...me amenazó con contárselo a mis hijos, con denunciarme y gritar a los cuatro vientos que no le daba dinero, que me lo gastaba todo en emborracharme y en el bingo contigo...

   A unos metros del asfalto, la mujer se detiene impaciente, con el semblante serio, en alerta los cinco sentidos y una mano preparada y presta rozando el acero del filo…

—...se te dan mal las excusas y te cuesta mentir...¡ja!...querías un polvo gratis...
—...me han echado del taller, de casa...no tengo adonde ir...
—...¿y pensaste en esta estupida?...y una mierda...

   Pisotea los claveles con la rabia prisionera en su garganta...una mujer como ella, no se puede permitir una lágrima, ni de alegría, ni de pena...

—...vete por donde has venido y olvídate de mi...
—...por favor...te he dado madrugadas, pagas enteras, protección...cariño...

   Suplicando de rodillas, frustrado, vencido...la luna traviesa juega a descubrir miserias...

—...no puedo decir que haya sido un placer...tristeza, engaño, sufrimiento...ni siquiera cumplías en la cama...y más de una vez te devolví el dinero a la cartera...

  El escándalo de las voces y las bocinas les despiertan del letargo ruin y despiadado, les saca de la pausa breve, les retorna del despiste fugaz, tierno y timorato...para sumergirles en la realidad repetida, sin magia, sin quimera...monótona rutina…

—...guapa...¿cuanto por chupármela?...

   La mujer avanza hacía la ventanilla de la furgoneta que le hace guiños con los faros...un cincuentón calvo y barrigón, de aspecto desaliñado y vulgar le indica obscenamente la entrepierna...coqueteando dirige una última mirada ilusa a la ruina de sueños, promesas y fantasía que se arrastra serpenteando como una víbora hacía su presa...sube por la otra puerta y espanta respirando hondo la nostalgia de otra historia por escribir...quizás sin falsedades, trampas ni melancolía...

—...¡puta!...
—...¿me decías a mi guapo?...¿qué quieres que te haga?...

   Una mujer sin edad definida, mascara de maquillaje y vestida con talla de adolescente y colores fosforitos se acerca al hombre que enseguida se incorpora y se agarra a su cintura, dejándose llevar por la labia dulce de la ramera y un impulso urgente de su bragueta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario