martes, 31 de julio de 2012

En primera persona


   …Tengo 46 años, trabajo de ayudante en una notaría, vivo aún con mis padres y a mi novio le gustan los hombres, aunque ni el mismo lo sabe…Hasta hace un momento, estas precisas afirmaciones me han servido para adaptarme a las normas, y también burlar lo establecido, eso sí, a golpe de sentimiento y lágrima…pero ahora,  ante la mirada de otra mujer, con el cuerpo al aire y en cueros el alma, no quiero alargar más tanta mentira, no puedo continuar con esta farsa…
   La conocí anoche en un bar de copas…ella bailaba sin parar y yo bebía sin querer… no sabría explicar el impulso que me llevó hasta sus ojos, supongo que necesité huir del tiempo, o simplemente mi corazón reclamaba compañía harto de dormir solo…
Por eso fue muy fácil caer en la trampa secreta de besos furtivos y caricias robadas,
creer la promesa mil veces repetida de sentirse especial, aparte, única…para acabar desnuda en su cama, e intentar sin mucha decepción, jugar al emocionante y peligroso juego del amor propio…y fue más sencillo todavía dejar mis ganas en sus manos, abandonando a su suerte mi ser en un susurro, y al contacto de su piel renegar de la razón y la cordura…
   Curioso que hace un segundo siguiera amándome, entre la risa y el llanto,  después de llegar el orgasmo en el tercer suspiro compartido y antes que mi deseo cabalgase iluso en la grupa de su voz…entonces la muerte de la memoria me sorprendió al retorno de su aliento a mi boca, desde el cálido refugio de la calma, que hiela y empapa con la ternura de sus dedos, y hacía el infinito, saciado por un millón de sentidos entrelazados a fuego al placer de su sabor…
   Y he tenido que romper el sueño de su abrazo para desgastar los instantes del recuerdo y del olvido, que inevitable sopor éste de la prudencia…y aquí permanezco, volátil y suspendida mi espera, hasta que el amanecer rompa la oscuridad de esta ventana, a la que me asomo como al vacío de mi culpa, dudando si acudir al encuentro rutinario y vulgar de cada sábado…el último paseo para hablarle, decir, y contarle los detalles del falso engaño, con intención y propósito de descubrir las claves intimas del truco, de lo difícil que es fingir la verdad en cada acto, demostrar al fin, el imposible teorema matemático del disimulo…
   Pero otra vez puede la pena del error, y me visto con la ropa de la desidia y la costumbre, es cuando la luz del cristal ciega mi estampa que como sombra divaga por los rincones de la habitación, amarrándose con uñas y dientes a una quimera que se escapa…y pienso, con la indiferencia del aburrimiento, en si perdonará como caballero honesto y galante, lo atrevido de la confesión, seguro a su parecer, motivo aparente y pecaminoso de la indecencia, o si guardará rencor absurdo y eterno a las circunstancias de mi anodino papel, en este teatro de marionetas sin nombre, abandonadas a la esperanza de un espacio sin hueco…que más da, si tentar la realidad con veneno enamorado es justo o si obliga el daño del siempre complicado deber, y si no, con la estrecha virtud como presente, a imagen y semejanza del lamento y la queja, castigue con la nada y el silencio, los generosos y amables retazos de mi cariño, a menudo tan confiado, y que sin remedio tanto nos conviene…
  Ya de madrugada clara, con las prisas de la cita en mi cabeza,  los zapatos quietos y el bolso a cuestas, escucho el murmullo mudo que crece en rumor callado, de unas cuantas palabras cómplices y exactas que inventan la frase perfecta, latiendo en mi decisión el temblor duende y ufano de un sincero “no te vayas”…


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