martes, 31 de julio de 2012

No hace falta titulo


   …Marcela duerme de día, tan acostumbrada está que no tiene horario fijo de descanso, lo mismo le da por la mañana que a la hora de la siesta, el caso es que siempre a las ocho en punto tiene que estar en el local de abajo…la habitación que hace las veces de hogar ocupa la tercera planta de un edificio antiguo en el centro de una ciudad más antigua todavía y que solo se la conoce por su industria pesada y ruinosa…con el tiempo, la fealdad de todo lo que le rodea ha ido convirtiendo su espacio en una prolongación vulgar de las calles grises y el ambiente sórdido, que parece contagiar incluso a los clientes que acuden cada noche a verla a ella y sus compañeras, por que Marcela, trabaja y vive de noche, también entre la rutina de cuatro paredes, pero hace años que no entiende otra cosa que el lenguaje de la luna y su influjo en hacerla disfrutar de la entrega al dios del ocio y la oscuridad…
   Cuando está sola en su cuarto, la desnudez de las tapias, sin color ni adornos, no consiguen abrigar su melancolía, que regresa a ella continuamente si está despierta…
la memoria le juega malas pasadas, martiriza su desayuno con el olor de la cocina de su madre y sufre en cada comida la última foto que ha recibido de su hijo, ya un hombre, que la sonríe triste y por obligación desde un paisaje con fondo colorido y lleno de luz…entonces las lágrimas asaltan su ánimo y quisiera volver atrás, al mismo momento en que decidió que a falta de ingresos, desesperada en la búsqueda de un horario normal y sin más ayuda que la pena inspirada en el sueldo misero de sus padres, creyó ver una salida en aquel anuncio de periódico que ofrecía un buen dinero por hacer lo que a ella se le daba de perlas, bailar…bien es cierto que nunca se hubiera imaginado que a los cuarenta tendría oportunidad de gustar más allá de saber que era mujer atractiva y qué precisamente, con intuición supuso, los espectadores de su arte no iban a juzgar ni defectos, ni arrugas…dejó a su hijo al cuidado de los abuelos y probó suerte convencida de que unos cuantos meses iban a servir para cambiar una situación personal que terminó de hundirse cuando desafiante, armada de extraño valor, huía de su casa y su marido, con un niño a cuestas y lo puesto…subió pues en aquel autobús de alas cortadas, con sabor a pasado en blanco y negro, hacía un futuro indefinido, con la esperanza de reconstruir su vida matizada sutilmente con la cruz del descalabro… pero que sucio el encuentro con su nuevo ser, que decepción más horrible descubrir la soledad así, sin otra opción que compartir miradas lascivas y puñaladas traicioneras de las demás que como ella, probablemente tendrían historias parecidas y sueños eternos por los que luchar…que incierto tener que cerrar los ojos y apretar los dientes para seguir viviendo, que desilusión abandonarse a la deriva en aquel agujero con cama y truco, el de un espejismo donde fingir la farsa y las ganas de sentirse persona…
…y es que Marcela tuvo que tragarse el asco, la nausea de haberse equivocado una vez más, el vómito de la ingenuidad y el engaño…y tuvo que aprender a digerir, aunque fuese a ratos robados, la mentira aparente que ella misma se inventaba para disfrazar la realidad y no caer en la tentación de escapar…¿a qué otro mundo?, se preguntaba…y llegó la primera noche, unas escaleras empinadas y una guía sesentona y antipática, carcelera de película, obesa y parca en explicaciones, le enseñó los secretos del club…un escenario redondo rodeado de espejos y cabinas como armarios de un cuerpo donde la persiana metálica de medía ventana se abría y se cerraba según la fluidez de las monedas que hacían funcionar el mecanismo y que permitía contemplar el espectáculo barato de chicas insinuantes y en clara provocación de movimientos, al compás de una música demasiado estridente, ridículo cuadro de formas excitantes sin ritmo ni coreografía…Marcela ante el ejemplo se quiso morir, pero el castigo de la necesidad es demasiada tortura para quien no es capaz de hacer tripa el corazón y con el coraje diseñado a la medida de las circunstancias,  poco pudor y menos remilgos dio un paso adelante y escapó…
   Desde hace más de ocho años, Marcela escapa al caer el sol en cada paso de baile, en cada figura imposible, en cada exhibición con detalle de orgullo y sin ninguna vergüenza, de su piel mojada por tantas promesas ya cumplidas, los estudios y la manutención de quien más quiere, viaje y hotel en vacaciones para todos, el pago con creces de viejos prestamos, pedidos cuando aún escocían las heridas del desconcierto y la frustración…
   …Y con gusto de no sacrificar lo sagrado, renuncia a la privacidad de compartir la nada con nadie o algo más intimo que palabras y caricias mal usadas, por un fraude de amor escaso y sexo falso de garrafa, y unas cuantas amigas de quita y pon, que vienen y van, mientras ella aguanta el tipo, rota en el esfuerzo de no perderse en la debilidad de la conciencia y no machacarse en la locura de la culpa, juzgando sin razón lo que hace y para quien lo hace, escondida con la claridad igual que un topo, en un zulo amueblado de malos presagios, esquinas gastadas y rincones marchitos, con el único toque personal del recuerdo y la nostalgia invadiendo el aire que respira hasta que harta de la emoción que la asfixia tan dulce, tan húmeda, divaga en el despiste del reloj y se da a la fuga, liberando los sentidos al anhelo de la madrugada hasta más allá del amanecer, con el deseo del vuelo de sus sentimientos, cosido en cada gesto, de la danza mágica que ensueña su alma, impidiendo el pésimo reflejo del fracaso,  ausente a veces por decisión propia,  incansable siempre en su latido…pero Marcela gira y gira sin pausa, con prisas para no pensar, para no arrepentirse, para no dudar y así seguir escapando, por que Marcela duerme de día…


1 comentario:

  1. Espacio (personaje viajando mientras recuerda tres
    espacios de su vida)
    20 Diciembre 2010

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