Seguramente
por que mi tía Aurora era monja, mis padres decidieron de mutuo acuerdo
llevarme a un colegio público...en aquellos tiempos esto era una novedad, la
educación solo se comprendía en base a la religión y lo más normal eran los
profesores con sotana y hábito.
El caso es que cuando tía Aurora venía de
visita, me fascinaba todo lo que le envolvía, el misterio de sus vestidos
negros, la expresión ausente de sus ojos y las historias secretas que algunas
noches nos contaba a mi hermana y a mi...Esa fascinación, con el tiempo, se fue
convirtiendo en devoción por su presencia, y en ávida curiosidad por su mundo,
un mundo desconocido por la mayoría...bueno casi...a mis padres les gustaba
convencernos de la inutilidad de ese estamento de la sociedad, y su negativa
influencia en nuestras libertades, así como, insistían, la desfiguración a su
imagen y semejanza de una realidad, que en el día a día era muy distinta en la
práctica, a las que según ellos, la
Iglesia , pregonaba con sus teorías...
Crecí para dar un disgusto a mis padres con
el sueño de cumplir los dieciocho en el convento de “San Afrodisio”, donde mi
tía se presentaba ese año a las elecciones de madre superiora, aunque la
verdad, como supe una vez dentro, era candidata a sor Pasión, la máxima
autoridad no tanto por derechos adquiridos durante años de oraciones y sacrificios
austeros, si no de otras dotes innatas, y otras devotas sugerencias e
insinuaciones...
Tras las puertas gigantescas de madera
podrida, el edificio escondido era luminoso, y rompía con su estética altiva y
blanca un monótono paisaje sin otro horizonte que el cielo gris...
Me recibió sor Cándida, que según contaban,
llevaba toda la vida entregada al noble arte de recibir a las primerizas, e
instruirlas, en lo que sería el minuto a minuto de cada una mientras
estuviésemos allí...Así pues, decidida e ilusionada, dejé mis pocas
pertenencias a sor Estrecha y recogí con los brazos abiertos lo que iba a ser
mi futuro: una lista de artículos elementales y géneros varios de un sex-shop,
o lo que es lo mismo, un consolador de látex negro, unas bolas chinas y por
supuesto una cinta de video donde se detallaban minuciosamente las posturas del
Kama-Sutra...
Sor Ardiente me explicó más tarde, ya en mi
celda, los méritos adquiridos por mi tía en los veinte años que “San Afrodisio”
había sido su hogar, y me acosté aquella primera víspera entusiasmada,
repasando mentalmente el horario establecido para aprendérmelo de memoria:
A las 7, la música de “J’aitame” envolverá
el ambiente en un dulce despertar, y en volandas de las estatuas desnudas que
vigilan nuestros pasos, acudiremos a la capilla donde la imagen de “Madonna”
nos bendecirá con los pezones de punta...
A las 8, desayunaremos, mientras sor Lasciva
nos lee en alto las diferentes historias de “La Sonrisa Vertical ”...
A las 9 y hasta la hora de un frugal
almuerzo, por eso del espíritu, practicaremos en la cocina las recetas que
Laura Esquivel enseñó en “Como agua para chocolate”, comeremos mientras se
proyecta un curso de aerobic de Jane Fonda o Cindy Crawford, por eso de estar
en forma, y a la hora de la siesta, siempre voluntariamente, se podrá optar por
cine porno o biblioteca erótica en audiovisuales, por eso del cuerpo y alma...
Las cinco es la mejor hora para la Teórica del Placer,
impartidas estas clases por sor Deseo y sor Orgasmo, dos jornadas a elegir en
la semana, habrá práctica con el padre Mango...
A las ocho, con el atardecer, llega el
ocio...sesenta minutos libres que podremos utilizar como queramos, incluida la
fomentación de la relaciones con el resto de las compañeras. Los viernes se
animará a la visita al convento de los frailes de enfrente.
Y claro está, después de la necesaria
reflexión y el conveniente aseo, a las diez la cena, donde se saborearán los
platos especiales preparados por la mañana con la intención de comprobar su
eficacia...después a partir de las once y media, hora de recogimiento y clases
intimas de onanismo masturbatorio y fantasía sexual...
Los domingos se recompensarán las mejores
notas con una hora de bicicleta sin sillín...
Y me dormí, repitiendo entre suspiros y
dientes...tía, tía, tía.
Seguramente si las rutinas de un convento fueran ésas serían muy divertidas al principio, pero luego cansarían tanto como las otras, todo pierde encanto si se hace por obligación... Ahora, menuda imaginación la tuya, ja ja ja esas lecturas de la sonrisa vertical, monjas leyendo en voz alta las edades de Lulú..tía, tía, tía.
ResponderEliminarQuerido amarilloinfinito, vas a arder en los infiernos... jajaja tal y como se están poniendo las cosas, a este texto te lo van a tijerear seguro. Besazos. :-)
ResponderEliminar